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Amada Begoña

lunes 19 de septiembre de 2016
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“Amada Begoña”, de Kristel Guirado1

Un largo inventario personal da inicio a este libro titulado Amada Begoña / Antología de voces masculinas (La Mancha Ediciones, colección “La buena calle”, Caracas, 2012), escrito por Kristel Guirado y donde la autora se desdobla y asume la personalidad poética de varios autores, unos identificados con sus iniciales, otros con nombres reales o creados para insuflarle impulso a un poemario en el que ella, Guirado, habla con voz masculina, como un hombre que tiene en el personaje Amanda Begoña a un objetivo amistoso, revelado por la cercanía que comenzó durante sus primeras clases de letras en la UCV.

Se podría pensar que Kristel Guirado nos envía un guiño para decirnos de una biografía en la que el personaje, creado desde su inquietud como narradora o intérprete de conductas, es ella misma o un reflejo de quien pudiera ser ella. En todo caso, la larga escritura inicial es un relato muy bien articulado, armado para preparar al lector, para iniciarlo en unas voces que, si bien no le pertenecen, fueron “escritas” por ella dedicados a Amanda Begoña.

Esa historia se puede vertebrar para que el lector ingrese con cierta comodidad a los poemas:

Begoña Infante de Infante es la mujer a quien están dedicados todos los poemas que integran esta antología… Conocí a Begoña en el año 1991… Lo anterior es cierto desde el punto de vista documental, historiográficamente hablando, digamos; pero la verdad es que conocí a Begoña dos años más tarde, mientras trabajaba en la otrora librería Kuaimare… Allí estaríamos las dos aún, detenidas en una línea del tiempo… hasta vernos en el Gran Café, revisando juntas fuentes sugeridas para el curso de Doktor Faustus que ambas inscribimos ese semestre con María Fernanda Palacios… en casi 20 años de verdadera hermandad… este libro —que hoy decidimos publicar—… consistía en tomar una voz ajena e intentar escribir desde el otro, mejor aún si esa voz era de sexo opuesto… Recibidas todas las explicaciones posibles, aclarados algunos vericuetos del entramado amoroso, soldados los cuentos ocultos, Begoña me invitó a “meterle mano a los textos”… “Vamos a reescribirlos juntas”… eso dio sentido a nuestras reuniones, nos unió y nos consolidó en un trabajo poético que nos ha llevado los últimos 15 años… Ahora que ambas hemos decidido publicar el libro, ya no sabemos quién con precisión lo ha escrito… mi amiga azogue, mi otro yo, mi amada Begoña.

Con las disculpas por haber desarmado el relato de Guirado y exponerlo al lector a salto de segmentos, queda a la vista el propósito ejecutor de este libro que se abre en unos poemas de varios tonos, de varios colores y con muchos estados anímicos con los que Kristel Guirado se aproximó a sus “autores”. Ella, la “copista”, la diseñadora de acentos, la que se hizo voz bronca para cantarle a Begoña desde Begoña, quizá con la intención de ser Begoña, su “alter ego”.

 

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El poemario está dividido en dos momentos: “Amada Begoña”, con poemas escritos por varios “autores”, y “De un tal señor Ariza”, con textos pertenecientes a un solo pretendiente, como afirma Kristel Guirado, y están fundados en la relación amorosa entre Florentino Ariza y Fermina Daza, personajes de García Márquez de la novela El amor en los tiempos del cólera.

Una antología como esta nos lleva a pensar que estamos frente a una escritura en la que quien se desdobla hace un esfuerzo para acercarse al estilo del autor original. La voz femenina de Guirado se mimetiza: ella es ahora ellos, un él plural que tiene nombres y apellidos en, por ejemplo, Alberto Hernández, Aly Pérez. F.F. (alias E.R.), G.A., J.M.P., J.M. (alias P.), Manuel Almeida Rodríguez, entre otras siglas que llevan a creer al lector que está ante un damero en el que cada voz representa una dedicatoria al personaje Begoña. O, en caso extremo, al personaje/autora Kristel Guirado como parte de una metaficción.

Quien escribe esta “antología de voces masculinas” se desnuda completamente para mostrarse como el otro o los otros.

El poema siempre ha sido otro yo. La poesía es una elaboración en la que participan todas las personas del poeta. La literatura, todos los géneros, fabrica un yo que se retrae o se expande. Ese alter ego es personaje del poema: porque la poesía es también una narrativa más allá de que se entregue hecho poética. O toda poética tiene en la narrativa un espacio en el que se advierten el yo o los diferentes yos del autor.

En este caso son yos ajenos. Prestados, como todos los personajes de la ficción transformados en entes emblemáticos. Quien escribe esta “antología de voces masculinas” se desnuda completamente para mostrarse como el otro o los otros. O mejor dicho: es el otro sin necesidad de impostar la voz. Es la voz, adquiere la voz del otro. Se la apropia. Y de esta manera crea (lo recrea) al poeta original en la voz atrevida. Es poeta desde quien no se ha enterado que lo están “usando” como ajenitud o como propiedad legítima.

En todo caso, esas voces masculinas existen, son. Kristel Guirado tributa sus sonidos, alarga su territorio verbal para estar con ellas. Gesto que hace tono con el conocimiento que tiene de esas voces, razón por la cual las usa y las reinventa.

En “Postal imaginaria de James Joyce”, Guirado es Aly Pérez, y así lo celebra:

cómo escribirte todas las palabras
si las imágenes las metáforas
se han tatuado en tu cuerpo
papel de bambú
vara de bambú doblada en la brisa

yo
solo soy un canto de pájaro
que apenas estremece
briznas de hierba en el ancho paisaje.

Begoña Infante es el cuerpo de este texto porque el personaje —o la ficción de Kristel Guirado— así lo ha manifestado. Cada poema es una aventura, un hombre en la vida de Begoña. Cada poeta es un amante. Cada voz es la voz que Guirado considera su amante, su destreza amorosa en el otro yo. O en los tantos que han pasado por su tránsito afectivo o poético.

 

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La segunda parte recrea una historia del autor de Cien años de soledad, la de los personajes, como ya se ha dicho, de Los amores en tiempos del cólera, en los que se funda el imaginario de un relato a través de episodios en un evento unívoco de mensajes: los amantes se hacen poetas a través de quien intenta alejarse de ellos en un experimento que funciona, que los aproxima mediante experiencias reconocidas como el cine, el inicio de un atrevimiento, suerte de prólogo donde “las grandes expectativas nunca son satisfechas”.

Se trata de un solo pretendiente, pero la voz de Begoña, la voz distante de la mujer amada, está presente en su invocación. Muy pocas veces es mencionado su nombre. No obstante, el lector sabrá reconocerse en ella, hacerse mujer a través de la lectura silenciosa que Begoña hace de cada texto. El lector/Begoña se puede estacionar en “Petición”:

Escríbeme tú cuéntame tú
como te dé la realenga gana
santurrona o corruptora dragón o libélula

lo de contestar es fácil
todos tenemos ardores raptos
bizarras fantasías humildes vértigos

fotografíalos y envíamelos
yo sabré como internármelos

sé delante de mi pantalla
todo lo que te baje
por el cuerpo o te salga
por algún orificio

¿viste?
facilito.

La voz del amante no recibe respuesta: en todo caso la respuesta la elabora el lector o el mismo personaje cuando siente que lo leen. En este sentido, la relación unívoca se rompe cuando el lector toma el poema y se lo apropia como una respuesta: sabe que está respondiendo a un sujeto cuyo afán es dirigirse a Fermina / Begoña, no al lector como tal, pero éste, libre y atrevido, hombre o mujer, revela su capacidad para armar una respuesta.

Un viaje, un tren, una última carta/poema. Una despedida.

me gustaría verte / que me dejaras una cicatriz // quisiera una bebida / unas palabras y besos / poemas / recomendaciones / comunión // no te asustes / sé que eres pasajera de la anunciación / y no quieres mayor sismo // esta vez / no es coquito quien firma.

Las dos o tres veces que menciona a Begoña están sujetas a ese alejamiento, al último instante en que los que pasaron el tiempo tratando de ser lo que querían: amantes. La edad los ha dominado, no queda tiempo, queda una huella, unas hojas escritas, un poema que está en algún lado:

estás en un libro / y yo en guerra // en macondo / y yo en un buque // en tu derecho / y yo en celo // loca / y yo encantado // iluminada / y yo en dependencias // en la ucv / y yo en órbita // en la vía / y yo en lo correcto // en las películas / yo sedentario // en el gobierno / y yo detenido // en onda / y yo también // en la magia / y yo en esta erección // lista / y yo saliendo // segura / y yo en peligro // loquito / despeinado”.

Y cierra el capítulo, cierra la vida, cierra el poema:

que ojalá no olvides / que te viste de setenta años / besándome furtiva en un rincón // y yo tengo tu nueva dirección / de nuevo.

¿Otro comienzo, se renueva la edad, otro poema que no aparece en el libro?

Begoña Infante ya no es Begoña. Kristel Guirado ya no es ella misma. Son personajes que flotan entre versos y nunca podrán escapar de ellos mismos.

Alberto Hernández

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