Un Quijote gringo
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Cervantes habla inglés.
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La traductora estadounidense Edith Grossman ha recibido numerosos elogios de
la crítica literaria por la publicación reciente de su nueva traducción al
inglés de
Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, que cuenta
con introducción del reconocido crítico Harold Bloom.
Grossman, de 67 años, ha traducido a renombrados autores en español como
Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis y Mario Vargas Llosa. Su trabajo con el Quijote
fue calificado por el escritor mexicano Carlos Fuentes como "realmente
maestra", en una crítica publicada en The
New York Times. Por su parte, el semanario Publishers Weekly describe
la traducción de Grossman como "honesta, robusta y reveladora".
El nuevo Quijote en inglés le fue encargado a Grossman por el sello
Ecco/HarperCollins, cuyo director editorial, Daniel Halpern, calificó a la
traductora como "la mejor de las mejores", y declaró que no habría
avanzado en la publicación del libro si ella hubiera rechazado el trabajo.
Halpern dice de Grossman que "todos los traductores no son iguales, y
ella es la menos igual a todos los que he leído". El editor aupó a la
traductora arguyendo que su vida como tal no estaría completa hasta completar
su propia traducción de la obra máxima de Cervantes.
Aunque dice haber vivido "los años más difíciles y
satisfactorios" de su carrera profesional traduciendo al Quijote,
Grossman estuvo a punto de rechazar el proyecto, ya que siempre había trabajado
con autores contemporáneos y la idea de traducir a Cervantes era abrumadora por
los "cuatrocientos años de erudición que hay detrás del libro" así
como por "la inmensa responsabilidad que implica traducir un libro de esta
estatura y la influencia que toda traducción tiene en los lectores".
Sin embargo, se decidió finalmente pues "el Quijote es el sueño
de todo traductor". Según, Grossman, "un clásico puede ser traducido
muchas veces, dejando siempre algo nuevo para el lector. La traducción siempre
añade algo nuevo. Cada traducción atrae lectores nuevos y diferentes o vuelve
a capturar a los viejos lectores que no han leído el libro en muchos
años".
La traductora utilizó para su trabajo el inglés contemporáneo, y tuvo
especial cuidado en mantener las diferencias que Cervantes imprimió entre el
lenguaje de Don Quijote y el de Sancho Panza, donde el autor español dejó bien
marcadas las particularidades sociales y culturales de ambos personajes.
Grossman estudió lengua y literatura española en su país hasta que, en
1963, viajó a España con una beca Fulbright. Luego obtuvo un doctorado en
literatura latinoamericana por la Universidad de Nueva York y poco después se
estableció como profesora universitaria. En 1988 se convirtió en la traductora
del premio Nobel de Literatura García Márquez, de quien ha llevado al inglés
su más reciente libro, la primera parte de la autobiografía Vivir para
contarla.
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