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Fervor de Caracas: selección de Ana Teresa Torres
(Una antología literaria de la ciudad)

lunes 23 de septiembre de 2019
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“Fervor de Caracas”, antología seleccionada por Ana Teresa Torres
Fervor de Caracas, antología seleccionada por Ana Teresa Torres (Fundavag Ediciones, 2015). Disponible en Amazon

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No conozco Caracas. Se me ha asomado por sus ventanas, puertas, calles, cronistas y poetas, pero en realidad no la conozco. Siempre la he amado desde lejos. Siempre he sido caraqueño nacido en los llanos. Ella, la ciudad del valle del Ávila, es una de mis más amorosas referencias urbanas, sin dejar a un lado los pueblos donde la infancia, la adolescencia, la madurez, la vejez y la muerte han encontrado a quienes nos han vivido primero, porque cada quien vive al lado como vecino ausente, como patio o como recuerdo siempre presentes.

Recién comenzada la década de los 70 pasé unos días en Caracas, en El Paraíso. Y era en realidad un paraíso. Como arriero de mis propios pasos la caminaba de cabo a rabo. Pasaba por El Silencio y bajaba hasta Sabana Grande, Chacaíto. Deambulaba por esas rúas sin saberlas. Y luego me fui a otras calles que no eran las mías y desde allá, desde un lejos muy largo, ambulaba por Caracas.

Cada vez que la visito siento que me responde por el temor que le tengo, aunque le agradezco que me reciba con la alegría que también siento cuando respiro su clima.

Caracas sigue allí, encajonada en un hermoso valle. Abierta hacia todos los puntos cardinales de un mapa que tiene forma de hoja de parra. Caracas es belleza, es historia, es riqueza, talento pero también miseria. Alguien tituló una vez un libro: Caracas, la horrible, donde desentrañaba lo más feo, doloroso y desechable de la ciudad. Pero la polis, la urbe mayor, la gran ciudad, la Caracas de otros ánimos, es también otro paisaje menos espinoso.

Amada y maltratada. Destruida y reconstruida. Afeada o tratada con ternura por algunos constructores. Tomada por asalto por quienes la mancillan y la ponen como mesa de sus intereses. Caracas tiene quien la defienda y quien la hable, la escriba y la haga historia para todos los tiempos. La diga, porque es la que habla, la que escribe, la que dice.

Santos y demonios han nacido en ella. Amores y odios se han encontrado. Vivos y muertos se pasean y tropiezan por sus callejones y barriadas. Ha sido desfile civil, fiesta y también campo de batalla. Ha sido jardín y cementerio. Sequía, lluvias, vaguadas, terremotos. Ha sido y es deseo por sacarla de la sombra. Es el espíritu de mucha gente que hoy, en medio de tanto dolor, sobrevive, respira agitada, sale a la calle, publica libros, la poesía desafía a sus enemigos, la narrativa cuenta y descuenta. El teatro, la música, la pintura, la fotografía la celebran, la borran y la vuelven a trazar con palabras, acordes, pinceles y movimientos felices desde los cuerpos unidos en un baile por verla surgir de las cenizas.

Caracas siempre ha sido.

 

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Ahora, en estos días de difíciles viajes por el mapa del país, aparece la gran ciudad en un libro: Fervor de Caracas, una recopilación de textos de la escritora Ana Teresa Torres, obra publicada por Ediciones Fundavag en el año 2015. La portada también dice de “Una antología literaria de la ciudad”. Es decir, Caracas escrita, hablada desde la crónica, el relato de ficción, la poesía, la historia. Caracas dicha, celebrada.

Se trata —lo vuelvo a escribir— de un monumento logrado por el equipo de esa fundación que ha logrado lanzar a la calle extraordinarias obras literarias.

93 textos distribuidos temáticamente conforman este tomo de casi seiscientas páginas, en las que están nombres del pasado remoto, reciente y actual, porque nuestro pasado presente también forma parte de un discontinuo que desfavorece las ansias de ver la ciudad desde otro ángulo: viva y con la cara limpia.

El prólogo, selección y bibliografía fue logrado por la novelista Ana Teresa Torres, quien dividió la lectura así. I. Aproximación al valle. II. La ciudad de la memoria. III. El paisaje, el mar, la montaña. IV. Los barrios, urbanizaciones, las esquinas. V. Calles, caminos y autopistas. VI. Casas y mudanzas. VII. Libros, ritos y conversaciones. VIII. Visiones y nocturnidades. IX. Distancias, exilios y nostalgias. X. Estallidos, catástrofes y otras destrucciones. XI. La ciudad dolida, y XII. La ciudad imaginada.

Fotografías de Fernando Irazábal, Paolo Gasparini y de la Colección Fundación Fotografía Urbana sirven de apoyo para ilustrar la belleza de aquella urbe que será tema permanente.

Entre algunos escritores que forman parte de esta excelente iniciativa convertida en libro, están José de Oviedo y Baños, Adriano González León, Arístides Rojas, Uslar Pietri, Aquiles Nazoa, Guillermo Meneses, Key Ayala, Fombona Pachano, Enriqueta Arvelo Larriva, Vicente Gerbasi, Jacobo Borges, Jesús Semprum, Job Pim, Francisco Massiani, Díaz Rodríguez, Andrés Eloy Blanco, Antonio Arráiz, Antonia Palacios, Pablo Rojas Guardia, Elizabeth Schön, Armas Alfonso, Elisa Lerner, Milagros Socorro, Salvador Garmendia, Eugenio Montejo, Gabriela Kozak, Victoria de Stefano, Jacqueline Goldberg, Pocaterra, Israel Centeno, Federico Vegas, Hanni Ossott, Pedro Emilio Coll, Picón Salas, Eduardo Liendo, Castillo Zapata, Igor Barreto, Juan Carlos Méndez Guédez, José Napoleón Oropeza, Pastori, Juan Vicente González, E. Bernardo Núñez, Edda Armas, Yolanda Pantin, Andrés Bello, Maitín, Pérez Bonalde, González Rincones, Blanco Fombona, Ana Nuño, Teresa de la Parra, Julio Garmendia, Carmen Vincenti, Guillermo Sucre, Claudia Noguera Penso, José Tomás Angola, Cabrujas, Ricardo Ramírez Requena, Blanca Strepponi y William Niño Araque.

La coordinación general de esta bella edición y la foto de autor estuvieron a cargo de Federico Prieto. La corrección de Alberto Márquez. El diseño de Waleska Belisario.

 

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Algunos fragmentos para que Caracas se siga mostrando:

Ana Teresa Torres: “…la vocación caraqueña no ha sido la veneración conservadora del pasado sino la pasión devoradora del futuro, y en consecuencia su espíritu no es el de la memoria sino el de la permanente transitoriedad de la existencia” (p. 23).

Adriano González León: “…los que tenían el secreto y se alimentaban de una fecunda raíz: caracará. Era la tierra toda. Caracara era el amor naciente. Caracara para todos los vientos y caminos. Caracara… Caracas…” (p. 37).

Arístides Rojas: “El padre Sojo y don Bartolomé Blandín acompañado de sus hermanas María de Jesús y Manuela, llenas de talento musical, reunían en sus haciendas de Chacao a los aficionados de Caracas, y este lazo de unión que fortalecía el amor al arte llegó a ser en la capital el verdadero núcleo de la música moderna…” (p. 48).

Uslar Pietri: “El valle de Caracas es como el cuenco de dos manos unidas amorosamente para retener un agua de gracia…” (p. 57).

Santiago Key Ayala: “Aventajan la estatua del Ávila más de una docena de gigantes… Ellos son más naturales. Él más humano (…). Son los grandes Montes, como son los grandes Hombres. Son el Sinaí, el Thabor, el Gólgotha, el Monte Sacro, el Aventino…” (p. 103).

Vicente Gerbasi: “El cielo de enero mueve nubes / donde mora la montaña / que acerca la mirada a gladiolas, / a hortensias de soledad. / Montaña del cielo. / El valle / incendia yerbas ásperas / en medio de los ojos / deslumbrados / en el amarillo solar / del araguaney. / La montaña / cambia / con la pesadumbre del mundo. / En la penumbra / se vuelve una violeta oscura. / Por la noche se alumbra con astros / y murciélagos” (p. 113).

Job Pim: “¡Pobre Guaire decrépito, anciano lamentable! / Te miro e inmediatamente me pongo triste, / viendo que ya no hay nada que de tus glorias hable, / porque no eres siquiera sombra de lo que fuiste…” (p. 143).

Y así muchos más, muchas voces más, mantienen despierta a Caracas, la ciudad que siempre despierta.

Alberto Hernández
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