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Manos, de Edda Armas

lunes 4 de noviembre de 2019
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“Manos”, de Edda Armas

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Recurro al libro y se abren las palmas. Digo, la pantalla entorna las líneas de esa piel que suele ser la primera en tocar la ajena. El poema, como brazo, estira los músculos y aparece la mano, dadora. Aparece la mano sustantiva porque es el signo inicial que toca con su cuerpo el otro cuerpo.

Edda Armas hace poesía con las manos, y así Manos (El Taller Blanco Editores, Colección Voz Aislada; Bogotá, Colombia, 2019), donde la anatomía de los versos distingue las distintas maneras de ser manos, porque el sujeto humano, el ser que habla o muchas veces enmudece, traslada su cuerpo al otro para informar de su pulso, de su sangre, de su temperatura y diferentes climas emocionales.

Se da u ofrece la mano para tener otra. Se estira el brazo para acercar el brazo de quien también estira el suyo. Y allí la mano que podría convertirse en abrazo. Y qué significados no contiene, qué alusiones corporales, qué savias anónimas enseña cuando la mano, diestra o siniestra, estrecha el pecho de quien también abraza. Pero es la mano. O mejor, las manos, porque también hay manos protectoras, las que se ofrecen, una sobre la otra, para cubrir la de quien sólo hace alusión al saludo. Saludo, salud, sal, sustancia manual, manos.

El primer asunto del cuerpo humano está en las manos. Las manos hablan, danzan, se mueven al vaivén de las palabras. Y ofrecen sus historias, las tantas que se han construido con las manos. La escritura, la caricia, el golpe, el indicio. O el silencio cuando se llevan a los ojos para alejar la luz o la sombra.

Somos manos desde la gesticulación. Y desde el conocimiento manos somos, vertientes del tiempo y el espacio: palabras ocultas, inocencias, desahogos, perturbaciones, temblores.

Occidentales desde la mano, no desde la espalda como los orientales, quienes doblan las vértebras para decir que no llevan espadas o filos peligrosos. Los de este lado ofrecemos la mano para confesar que no portamos daga, cuchillo o arma de fuego, igual, filos peligrosos o cañones mortales. La palma abierta solventa nuestra angustia. Cerrada, clausura la calma.

Toda mano, huesos, fibras, huellas dactilares, contiene todo el tiempo del mundo. Desde que supimos de las manos, hicimos del trabajo elenco celebratorio: fabricamos, amasamos, escribimos, acariciamos, golpeamos, hablamos desde la mudez de nuestra garganta con las manos. Hay un oficio manual oculto en la garganta.

Los poemas también tienen manos.

Manos aladas, recogidas. Estudios de manos de Leonardo, de Durero. El dedo de Dios que toca la primera mirada de Adán. Manos que con barro moldearon el rostro de Eva. Manos que cortaron el primer árbol. Los primeros callos fabriles, las primeras ampollas producidas por el mango del hacha. Las manos que bendicen. Las que callan adosadas a un muro, pero que hilvanan las voces de la herencia. Manos, somos manos. Las del día, la luz inicial, hasta las del cierre definitivo de los ojos. Manos piadosas. Manos. Manos que hablan en un libro. Las manos de la poeta, las manos de Edda Armas en estas páginas que ahora leemos.

 

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Las manos suelen hablar en primera persona. Las que se quedaron esperando, las que reciben otras manos, las que nunca más se cerrarán o abrirán, las manos vivas, las manos muertas.

En este tono, Edda Armas elabora una poética corporal que atiende a estas extremidades, capaces de construir, no sólo edificios, tejas o estirar la masa de harina sobre la tabla sino revelar discursos, signos y símbolos, paradojas, elipsis, parábolas. Las manos fueron el primer idioma de la inteligencia, luego letrada. Y sigue siendo el lenguaje tanto de seres que no cuentan con oído y voz, como de bestias que frecuentan la cercanía con sus propios genes y el humano.

Nuestras manos se elevan en oración y crean la fe, también desde sus modales la filosofía, la cultura del pensamiento y el gesto.

 

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Leamos unas manos que Edda Armas nos aproxima:

mano 18

la temperatura / del fiel / es inestable / y la padece a ciegas. / hay quien nace / sabiéndolo y / quien lo ignora / hasta la hora / de morir.

 

mano 23

tengo urgencia de ti. Del entre-
sudado olor al sujetarme de tu
mano cuando inclina la tarde.

 

mano 25

las manos sujetan las formas / airosas pero no las de la prisa.

 

mano 26

tu mano / mi mano / nuestras manos: un cuerpo que acorta la distancia.

Alberto Hernández
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