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Gramática del alucinado, de Hesnor Rivera

lunes 24 de febrero de 2020
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“Gramática del alucinado”, de Hesnor Rivera

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Recuerdo a Hesnor Rivera durante una lectura de poesía en Cumaná en la casa del poeta José Antonio Ramos, allá, frente a la iglesia de Santa Inés. Y lo recuerdo leyendo “Silvia”, el poema “más hermoso del mundo”, según sus propias palabras.

Andábamos casi todos hechos jóvenes, locuaces, arbitrarios y hasta sometidos por algunas mareas que terminaron —gracias a la insistencia— en poesía, en una vida dedicada a las palabras. Hesnor era el mayor, ya era un poeta muy nombrado y los de los Grupos Tráfico y Guaire ocupaban el espacio de los diarios y revistas del país. Igual sus libros, editados en su mayoría por entidades del Estado venezolano, cuando había Estado.

El día de esa lectura, en efecto, Rivera parecía un alucinado, con unos cuantos tragos entre pecho y espalda y mecido por el silabeo de sus versos. La gramática de su ánima estaba elevada hasta provocar un alegre y simpático altercado donde estuvimos involucrados casi todos los asistentes, y de no haber sido por la participación urgente de nuestro anfitrión, el poeta Ramón Ordaz, quien era el jefe de la casa, hubiésemos terminado con una batalla de libros contra libros, poemarios contra poemarios. Pero la cuestión no pasó de una vociferación casi festiva.

Aquel día en el patio de la casa del poeta insomne atrajo la mirada hacia algunos títulos del poeta zuliano. Pudimos acercarnos a No siempre el tiempo siempre y Las ciudades nativas, de los que recuerde. Aquel episodio cumanés y la lectura de “Silvia”, la de un hombre alucinado por el sonido de sus versos, quedó marcado en algunos de los que asistimos a esa fiesta poética.

 

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Ahora llegamos a Gramática del alucinado, publicado por la Fundación La Poeteca de Caracas (Colección Memorial, 2019). La presentación en julio de 2019 estuvo a cargo de la escritora y periodista Milagros Socorro, quien se paseó por la personalidad del autor, por su calidad como docente, por su engranaje en el diario Panorama de Maracaibo y por lo deslices íntimos de su vida familiar. Fue una conferencia afectuosa, donde no faltaron algunos ribetes muy zulianos con el acento de la magnífica pronunciación de Milagros.

Y así supimos de nuevo de Hesnor Rivera, quien falleció en octubre de 2000. Había nacido en la capital del estado occidental en 1928.

Este libro, con el añadido de “Y otros poemas inéditos”, es el registro de una antología que merece ser revisada, leída, paseada, tenida en cuenta. Por aquí anda vivo el poeta de aquellos lares petroleros, de aquel clima que trajina las palabras hasta hacerlas más elocuentes.

En 1996, el mismo autor de este libro escribió acerca del tema aquí tratado:

…es necesario que cada quien escriba todos los días su propia Gramática del alucinado, con fantásticos futuros pluscuamperfectos y mágicos presentes indefinidos. En cuanto a lo que puedan opinar los académicos, poco importa. Si esa gramática del alucinado de cada quien logra tener poesía, esos ilustres personajes, peritos en usos prácticos, no entenderán absolutamente nada, tal como nadie entiende su gramática yerta.

La ironía plasmada por Rivera apunta hacia lo que en líneas anteriores expresaba acerca de la ignorancia de los estudiantes que acceden a la universidad. Ignorancia reflejaba en la pésima ortografía y sintaxis de los aspirantes a egresar como profesionales.

Por eso, escribe al inicio de este libro:

La poesía siempre
es otra cosa…

En otra de sus alucinaciones poéticas:

El verbo se convierte siempre
en actos que la memoria inventa
para que el olvido —como suele
suceder— verdaderamente exista…

La concordancia no tiene nada que ver con la ortodoncia. Sin embargo, concuerda con su sonido y de allí la poesía o su ritmo o “sus tentáculos”.

Otro segmento:

El futuro sólo existe
cuando le quita el puesto
al pasado vivido muchas veces
pero que desconocemos
casi siempre a diario.

Este es un libro para disfrutar pensando. El gerundio podría ser parte de una alucinación.

Alberto Hernández

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