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Te voy a llevar al cielo, de Golcar Rojas

lunes 27 de abril de 2020
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“Te voy a llevar al cielo”, de Golcar Rojas
Te voy a llevar al cielo, de Golcar Rojas (2015). Disponible en Amazon
“Era una idea que, en aquellos instantes, estaban discutiendo el coronel Melchett y el coronel Bantry. El jefe de policía, tras ver el cadáver y comprobar que sus subordinados empezaban a trabajar, se había retirado con el dueño de la casa al estudio situado al otro lado del edificio”.
Agatha Christie: Un cadáver en la biblioteca.

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Esta novela de Golcar Rojas se lee como se escudriña la cotidianidad política y forense de un país. Es una novela escrita por un fabulador con mirada de periodista, con el oficio de quien ha estudiado y leído los avatares políticos y policiales de una sociedad cuya corrupción forma parte de la pirámide del poder. Es una novela escrita con las tripas. Sin adornos, denotativa como son las novelas negras en las que no son necesarios la adjetivación ni el ornato verboso.

Es una novela para leerla como si leyéramos, juntas y revueltas, las secciones de política y sucesos de un diario. De un periódico que sabe trazar las líneas de un evento que se multiplica en la medida en que los personajes, tan reales que parecen ficticios, se mueven en estas páginas que Golcar Rojas ha sabido dibujar con los detalles que muchas veces hemos visto en los medios de comunicación.

Escrita en varios planos temporales, la historia diversifica sus contenidos en la medida en que aparecen los actantes que armarán el tinglado de un suceso que descubre un país gobernado por la corrupción. De un país que ha perdido su norte y se ha concentrado en la acumulación de poder en manos de sujetos que el lector podrá identificar con facilidad.

Los referentes están a la vista una vez que los personajes se desnudan y muestran sus rostros, sus diversas máscaras.

Disfraces y esperpentos se mueven en estas páginas.

 

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El ingrediente político suele aparecer en la novela negra. Es más, este género contiene los elementos que el poder criminal usa para llevar adelante sus propósitos homicidas. En el mundo real son tantos los cadáveres que han pasado por los ojos de los televidentes, pero igual por los de los lectores de historias de la fuente de sucesos, donde el crimen es el abono para fertilizar anécdotas que logren —en la imaginación del lector común— construir un homicidio perfecto. En política los crímenes generalmente son redondos aun cuando todo el mundo conozca el relato de lo que pasó. Ejemplos sobran. Muy cercanos en estos tiempos revoltosos de hombres y mujeres cuyos cuerpos han suscitado la curiosidad de quienes ofician la escritura, tanto la periodística como la de ficción.

Te voy a llevar al cielo es la metáfora, la traducción, de un lugar, la de un hotel en el que es asesinada la mujer de un jerarca uniformado. El Sueños Inn recibe muchas visitas de clientes erotizados. Y una de las más apreciadas tentaciones está en la suite Heaven. Se trata de un espacio donde el poder desahoga sus ansias o apetitos corporales. En ese “cielo” fue encontrado el cadáver que horma esta novela.

Como todo homicidio que exige la inteligencia de los ejecutores, éste de la mujer que aparece en la suite cuenta con los aditamentos necesarios para ser digerido con la “gracia” de la tragedia donde abundan la intriga, el sexo, la traición, las venganzas, la presión malévola para lograr objetivos de toda índole, etc. Es una novela que dibuja un país. La perversión de quienes se apropiaron de las leyes, del poder civil y militar, e hicieron de él un mapa de iniquidades.

Los personajes que por aquí pasan encajan perfectamente en nuestra realidad. También en la pasada (¿recuerdan Cuatro crímenes, cuatro poderes, de Fermín Mármol León?), pero sobre todo en la actual, tan mediática, tan dada a darse a conocer, tan dada a ser lo que podría parecer una mentira, pero que nos ha hecho tropezar con el cadáver diario de la cotidiana realidad nacional.

 

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En los “Apuntes sobre la novela policial”, encabezado de su novela Peces de colores, Raymond Chandler, entre otras cosas, afirma: “1. La situación inicial y el desenlace deben tener unas motivaciones verosímiles. Deben mostrar los actos verosímiles de personajes verosímiles en una situación verosímil, recordando además que la verosimilitud depende en buena parte de un problema de estilo”.

En este sentido, Te voy a llevar al cielo cumple con todos estos requisitos. La historia se mueve en un espacio real, creíble, y en el tiempo que se vive en la actualidad. Los referentes humanos están a la vista de nuestra realidad, también, en tiempo real. Y los hechos ya han sucedido a la vista de todos los habitantes de esta tribu tropical, de manera que Golcar Rojas los toma y los convierte en una ficción con el añadido de un estilo directo, desnudo de abalorios o florilegios para, precisamente, darle un rostro verosímil.

En la addenda de estos apuntes, Chandler agrega: “2. Se ha dicho que todo el mundo prescinde del cadáver. Absurdo. Significaría rechazar un elemento importante. Sería como decir que el asesinato de vuestra tía os afecta tanto como el asesinato de un desconocido en una villa donde nunca habéis puesto los pies”.

En el relato de Rojas el cadáver es un personaje que habla, como en toda novela negra. Porque su voz silenciosa es la que resuelve el problema. De manera que cumple con el propósito de que el cadáver declare por él mismo, sea el diseño perital para la investigación. En Te voy a llevar al cielo, los delincuentes no son comunes, son sujetos políticos, uniformados, gente de mucho poder. Podría afirmarse que el asunto político podría arropar lo forense, pero no sucede así porque el cadáver, hasta el final de la historia, sigue siendo un referente, un personaje que ha motivado cambios, reacciones, complicidades, ha dañado inocencias y convertido en una denuncia contra quienes han transformado (o perfeccionado) el país en un territorio donde el crimen y sus largos brazos desde el poder socavan la credibilidad de las acciones de sus ciudadanos.

Te voy a llevar al cielo es una novela donde caben todos los apelativos contra un régimen de oprobio y abusos.

La muerte de una “mujer” es el indicativo de toda una trama que mantiene en jaque el futuro de todo un país.

El cadáver también podría ser su mapa.

Alberto Hernández

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