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Textos por fuera, de Eleonora Requena

lunes 3 de agosto de 2020
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“Textos por fuera”, de Eleonora Requena
Textos por fuera, de Eleonora Requena (El Taller Blanco Ediciones, 2020). Disponible para su descarga gratuita en la web de la editorial

1

El poema, los versos, un juego de formas, inscripciones. Definiciones, bruscas salidas y entradas. Los contrarios: el afuera, el adentro. Interior/exterior: las palabras, los silencios. Andar, desandar, afirmar/negar. Ser y no ser. Pero ser. En definitiva, se está mientras el ser ambula, se abstrae. Sale, entra. Vuelve del extravío. Ambula, cavila, abusa de las palabras como ellas abusan de quien escribe o borra.

Signos de puntuación, pausas, guiones, los poemas pasan la raya y se leen en el texto, sobre el texto, dentro del texto, pero también por fuera de él. Hay una realidad que no se plasma en el papel. Hay realidades imposibles, como hay interiores desechables, poco visitados mientras el afuera se traga los paisajes, las cosas que rebotan en una ciudad que no nos pertenece.

¿Dónde queda el afuera? ¿En los objetos, en uno mismo, en el poema? ¿O somos nosotros ese afuera, ese exilio que remata palabras, que las desata, que las oculta o que las muestra desde la sombra de las vísceras o desde el filo solar de los días?

El poema se hincha o se deshace. Se desvanece, desaparece como la mirada hace rato sobre un vaso, sobre el lomo de un gato o sobre la fisura del techo.

Una palabra se desdobla: en el magma de sus significados está lo que podríamos definir como lo no visible, lo no entendido, lo que no quiere decir. Pero igual, una palabra equilibra el sentido de ese afuera donde ladran los días o donde el poeta se queda atento a lo que ya es imposible discernir.

Allá afuera hay voces. Aquí, en el adentro, es posible que no haya nada. Pero siempre emerge del barro espiritual la palabra que habrá de hacerse verso: en el afuera, lejos del texto, encumbrada, pero segura de estar. De ser. Su ontología radica en la pronunciación. O en la mudez.

 

2

Eleonora Requena se mueve en todos los ámbitos. Respira el adentro y se integra al afuera donde el texto la procura, la desea, la hace parte de su cuerpo. Entonces escribe Textos por fuera, publicado por El Taller Blanco Ediciones, en la Colección Voz Aislada, en Bogotá, Colombia, 2020. Y no deja lugar que sus poemas/textos revisen. Va desde el exterior que nos borra hasta el adentro que nos confirma. Y define, devana aforismos, convoca nombres de poetas, los cita, los toca con su voz y hace muchas formas, variedades de formas del poema, para que ojo que lee aprenda a no ser un solo ojo sino muchos.

Y de pronto, luego de sentir la ciudad, de sentir sus movimientos, sus nervios activos:

Depurar, decías, entre los escombros.

Y de esos escombros, las palabras, las que andan por fuera, libres, amables o perversas, y las que se arruman en el adentro, silenciosas.

“Puertas adentro…”, “murmullos”, las cosas vivas, las llaves para entrar, para sacar las voces que se habían hundido en el sitio ahora rebuscado.

El lugar del poema es riesgoso. El poema es un cuerpo que puede enmudecer, y cuando habla pone en peligro a quien lo construye, y así, “donde te creíste a salvo / también duele”, porque los verbos, sus conjugaciones, o la realidad silenciosa, espesa, hieren.

Pero, “aquí estás a salvo de las oscuras golondrinas”, ¿de aquel romanticismo tardío y ojeroso que aún entibia el ajetreo de quienes saben que la realidad los aprisiona?

 

3

Palabras habitables, habitadas, capaces de expulsar el silencio o de acogerlo. El poeta decide no escribir. O escribe para silenciarse.

he querido salir de mis palabras / enunciarlo ya me pone en evidencia.

Pero éstas, las palabras, nos vigilan, vigilan, atisban, bucean, buscan, son capaces de ser unas perras, como dice Sánchez Peláez o aquel Rimbaud emisario de tantas maldiciones, las que rehicieron el mundo de la poesía y la hicieron el afuera de hoy.

El juego de formas, la escritura, la de Eleonora Requena, empuja al lector a ser también una forma de lector: se entra y se habita en sus textos en el mientras tanto del ojo sobre las líneas, sobre los versos como indicadores de un adentro que emerge frecuentemente.

hazlo adentro, viaje memorioso, hazte,

y entonces parece recurrir al deseo, a lo erótico, a la búsqueda de ese texto interior donde se mueven los sentidos, el cuerpo vivo.

 

4

El texto parodia al autor, lo mimetiza, lo traduce. Se sabe ya quién anda por allí, por la orilla donde se siente el precipicio del afuera y del adentro. El cuidado es extremo.

no sé nadar / en este mar.

Una vez más se siente el exilio, la lejanía del adentro propio, del que se dejó atrás y podría devenir extranjería, ajenidad, dolor convulso desde el texto que se precipita a otro adentro, al afuera concebido como extrañeza.

La quietud de la palabra. El afuera a la espera:

el silencio es una boca hambrienta.

Porque “afuera cunde el espanto”.

Podría ocurrir que el olvido venga en auxilio. Pero el poema, el texto, seguirá siendo un lugar, donde esté.

Alberto Hernández
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