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Rafael Vegas, el gran educador visto por un exalumno, de Eduardo Casanova

lunes 14 de septiembre de 2020
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“Rafael Vegas, el gran educador visto por un exalumno”, de Eduardo Casanova
Rafael Vegas, el gran educador visto por un exalumno, de Eduardo Casanova Disponible en Amazon
“Todos los maestros y todas las asignaturas son buenas para ese aprendizaje. Para aprender el valor de la libertad y el valor del individuo humano. Para eso sirven la asignatura que se enseña y el salón de clases y el patio del recreo. Sirven las ciencias naturales y sirve la historia”.
Arturo Uslar Pietri. “Pizarrón”. Diario El Nacional, 27 de abril de 1949.

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El niño que fue Rafael Vegas se refleja en el niño que fue Eduardo Casanova, y desde esta perspectiva los dos niños aparecen en esta biografía donde también se encuentran los dos hombres, el biografiado y el biógrafo, protagonista el primero de muchos eventos que le dieron forma a la historia reciente de Venezuela, y testigo de ese protagonismo el segundo, para un mapa tan nuevo que se modela desde sus portentos y desde sus yerros, éstos, los que de alguna manera han afectado al país porque se nubló la pupila de muchos de sus ciudadanos, por los que ha tenido que pasar, razón por la cual esta biografía, esta hermosa historia ciudadana que nos relata Eduardo Casanova, sirve para acercarnos al país que se debe reconstruir desde la educación, desde el pensamiento reflexivo, desde la escuela, desde los afectos, desde la amistad, pero también desde la valentía.

Esta es la vida de un hombre que se hizo libros, estudio, investigación, amores, aventuras, sueños, los que tuvo que enfrentar cuando se hacían pesadillas. Este es el tránsito de un maestro de aula, pero también de un maestro de la existencia diaria, cotidiana, política en el mejor sentido de la palabra. Un hombre de ciudadanía, constructor de conciencias, de esperanzas para apartar el miedo y enderezar entuertos. Un hombre quijote que cabalgó un tiempo este lugar cuyo nombre sí fue de recuerdos y pretéritos que le han añadido presentes en la voz de Eduardo Casanova y futuros en quienes lean esta obra que enaltece la figura de un venezolano ejemplar.

Rafael Vegas, como tantos otros personajes de nuestra historia remota o reciente, forma parte de un retrato que reúne la conciencia del país que se debe revisar para traerlo a los jóvenes y no tan jóvenes de esta reciente tragedia nacional.

Rafael Vegas es —sigue siéndolo— un maestro de escuela, un pedagogo fundador de meritorias expresiones humanas. Fundador de colegios, escuelas. Pero no sólo fue docente. Fue médico y también político, pero fijado en la esencia de aquella “polis” que se estaba gestando en el alma de quienes recibieron sus dones.

La historia de Rafael Vegas toca de cerca la necesidad de que se refunde la idea de nuestra enseñanza como obligación y como urgencia para poder asistir a un tiempo mejor para este pedazo de tierra, hoy arrasada por la ignorancia, la maldad, la ineptitud y la violencia oficiales. Rafael Vegas es el nombre que derrota todas estas actitudes. Su ejemplo es la mejor demostración de que se podría expresar el verdadero país de sus fundadores, el país que se lleva en los huesos y en la sangre.

Ese niño-hombre de la educación venezolana es el que tenemos hoy en estas páginas escritas por quien fue su alumno y su amigo, también suerte de hijo adoptivo que fue aconsejado y protegido a través de las enseñanzas del país, las del mundo y las del ser humano. La vida.

 

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Médico, humanista, Rafael Vegas tenía en la educación un carácter vertical: todo lo que se aprende debe estar ligado a la altura humana. Es decir, a la gracia de ser sensiblemente humano para servir, para liberar siendo sabio. Y esas condiciones las puso a las órdenes de sus alumnos, que fueron tantos, que fueron muchos y que han dejado una impronta en el país de su después y en el de más luego.

Las páginas de Eduardo Casanova así lo hacen sentir: como un hombre necesario, estrictamente necesario para hacer nación, para construir pensamientos y obras. Para no perder el sentido y la ruta de la libertad, la de la democracia.

Médico y educador, dos vertientes que lo empujaron a diagnosticar enfermedades, también a pronosticar y tratar las convalecencias más emergentes de un país atrasado que, lleno de riquezas, aún andaba en muletas en procura de su autonomía económica, cultural, en busca de que el ciudadano supiese medir sus capacidades frente a los retos de una nación que entraba y salía del terror.

Luchó contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Se embarcó en aventuras que sirvieron para dar al traste con tanto y para llenar páginas en crónicas, relatos históricos y novelas. Fue un hombre que tenía el futuro siempre en la mirada desde el aula de clases en el liceo Caracas, cuando fue alumno y amigo de don Rómulo Gallegos. Cuando fundó espacios para el desarrollo escolar. Cuando fue director. Cuando hizo del recreo una parte fundamental del crecimiento social.

Esta es una biografía que somete a los venezolanos a vernos en el pasado que se nos acaba de escapar de las manos. Es el testimonio de un hombre, Eduardo Casanova, que conoció, estuvo cerca y fue amigo/hijo del maestro, del médico, del ser humano que sufrió, luego de tantos esfuerzos, ser víctima y testigo de la decadencia de un país, del país que ayudó a salir de la dictadura, que ayudó a elevar desde la mirada de tantos jóvenes desde sus pupitres, mientras en la pizarra se acomodaban las palabras, las fórmulas y los secretos del conocimiento.

 

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Dos instantes en la existencia de Casanova hacen del doctor Vegas el sujeto de un viaje. Desde el muelle de salida hasta el de arribo, la voz del narrador lo sitúa en sus afectos, en su cercanía, en su experiencia. Vale bien citar estos dos momentos:

Desde el día en que conocí al doctor Vegas han pasado varias vidas. Previamente había oído más de una vez su nombre sin imaginarme nunca que llegaría a ser tan importante en mi vida. No sé exactamente por qué, pero cuando se planteó la posibilidad de entrar al Colegio Santiago de León de Caracas y el doctor Vegas fue mencionado en mi casa, yo sabía que era un psiquiatra especializado en mujeres o que trataba especialmente a mujeres con problemas mentales… (p. 93).

Haciendo un esfuerzo supremo visitó por última vez el Colegio. Se limitó a revisar algunas cosas, pero no pudo estar demasiado tiempo ni ocuparse a profundidad de nada… (p. 195).

Es el tiempo: esas varias vidas han sido recorridos por estas páginas, pero más las vidas del autor del libro y del sujeto estudiado en el libro. Eduardo Casanova escribe una biografía donde él es parte de ella. Ya en dos ocasiones lo ha hecho con personajes muy conocidos en el mundo cultural venezolano: Enrique Bernardo Núñez y Arturo Uslar Pietri, con quienes también compartió amistad y familiaridad. De manera que no se trata de una biografía donde se estudia la vida del sujeto a través de páginas ajenas o de documentos encontrados en viejas bibliotecas o en pergaminos vencidos casi por el clima.

Esas vidas son todas las vidas, las propias y las anónimas. También las conocidas que jugaron papel relevante en la existencia tanto del doctor Vegas como del niño que se hizo novelista Eduardo Casanova.

Comienzo y fin: el primer día y el último del doctor Vegas en la memoria portentosa de Eduardo Casanova.

Este libro marca otro hito en nuestra historia. Para educadores y lectores en general, la biografía del doctor Vegas contiene la mirada de nuestra historia reciente, razón por la cual es especialmente útil y necesaria en la curiosidad de quienes desean saber más de su país.

Alberto Hernández

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