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El tiempo de la espera, de Joel Bracho Ghersi

lunes 21 de septiembre de 2020
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“El tiempo de la espera”, de Joel Bracho Ghersi
El tiempo de la espera, de Joel Bracho Ghersi (El Taller Blanco Ediciones, 2020). Disponible en la web de la editorial
“Las formas nacen de la mano abierta (…) Cualquier cosa puede ser otra cosa”.
Roberto Juarroz

1

El poema es cosa de una cosa. Se hizo parte de sus formas y vuelve a la palabra como cosa. Se puede tocar el poema y deshacerse. O imaginarse para no pecar de incrédulo. Un poema es un objeto. Manejable. Tortuoso las más veces si quien lo atrae no cree en la cosa que es. Se puede pasear un poema por años, como si fuese un perrito en una plaza. Si no se imagina que es lo que uno quiera que sea, se hace imposible el cuerpo del poema, de la cosa que ha sido antes de ser escrito, porque en la cabeza de quien lo piensa, es cosa perdible si a tiempo no se escribe.

Una cosa tiene forma. O no la tiene si sólo es un remedo de pensamiento. Y, como afirma el poeta argentino, “nace(n) de la mano abierta”, porque cerrada la cosa deja de ser vista. Ya no es. Es sólo idea. Imaginación de la cosa. Y así el poema, si no se escribe es lejano, extraviable. Escrito tiene forma, cabe en una mano. O en el ojo de la Tierra.

Joel Bracho Ghersi, en El tiempo de la espera (El Taller Blanco Ediciones, Bogotá, 2020) se acerca a las cosas y las usa como poemas. Hace de esas cosas, innombrables, textos para hacerlas posible. Y entonces poema y cosa son del mismo pensamiento, la misma cosa. Y recurre al tiempo para verlas emerger, en una espera que suscita la curiosidad de un lector que sabe que los poemas saben defenderse, decirse desde cosas que son, vivas, siempre atentas a lo que el poeta a veces intenta hacer con ellas.

El poema sale de su cáscara. El huevo que lo retenía fue cosa también. Pura imaginación para entrarle a este libro que nos imagina. Bien vale una lectura y un trago.

 

2

La realidad de las cosas / no está —por supuesto— / en las cosas // La realidad de las cosas es algo / distinto / anterior // que vive alrededor de las cosas // y a veces encontramos / un camino hacia / las cosas.

La cosa otra es la misma cosa, sólo que se hace otra desde el nosotros que piensa. Su realidad está en verla, en nombrarla, en tocarla. La cosa que se resiste a ser nombrada en la sombra. Se oculta. La luz recurre a nuestro auxilio. Entonces la vemos, la nombramos en nuestro interior. La tocamos. Es nuestra. Somos la cosa. Es caprichosa, como los árboles. Como los gatos, que no son cosas: árbol y felino respiran. Dejaron de ser cosas una vez que nos sentimos en su respiración, en la carga de sus frutos o en el ojo de la bestia que nos estudia.

Un poema es también una ballena. O una ballena es una ballena desde la poesía que encarna. Desde Melville hasta este ahora. Desde la bestia blanca arponeada, hasta la ballena hecha versos, nos sabemos dolientes de su muerte:

¿Quién llora cuando muere una ballena / enorme y sola?

 

3

Una vez más el poeta retorna al primer asomo:

Porfía en la cosa:

Al parecer hay cosas / que insisten / en existir / por más que nadie / las nombre.

Entonces, la memoria. La imagen allá adentro, en los recuerdos de una taza, de un mueble, de un sillón: mudos todos, cubiertos de polvo, solitarios.

Por eso, poemas más adelante:

ser el vértigo / de una silla sola / en medio / de un cuarto / vacío.

El “Hallazgo” es también un milagro:

Descubrir que el mundo / puede / imaginarse // que la vida imaginada / puede tener la misma consistencia / que la otra.

He allí el poema como respuesta: la cosa que se imagina. La cosa que es. Pensarla es mutarla. Hacerla real desde la imaginación. Ser cosa es ser espacio. También vacío, en ausencia.

Como “creer / en el lugar sombrío / donde van / a morir los espejos”.

He allí el pero:

no puedo / estar seguro / de las cosas // no son / de fiar.

 

4

Vuelta a páginas anteriores, un texto para reafirmar que la poesía es una provocación. Un altercado con la realidad, con esa realidad que no es de fiar:

Poeta profesional

Casi todo mis amigos son poetas // Algunos lo declaran en planillas oficiales / Profesión: Poeta / sólo para ver —o imaginar— la cara del funcionario”.

Las cosas, vistas así, frente al funcionario, no funcionan. Y de ocurrir afimativas, entonces el milagro es también parte de la cosa.

Alberto Hernández

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