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Zona de voces, de Ernesto Román Orozco

lunes 15 de febrero de 2021
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“Zona de voces”, de Ernesto Román Orozco
Zona de voces, de Ernesto Román Orozco (La Castalia/líneaimaginaria Ediciones, 2020). Disponible para su descarga gratuita en la web Tiberíades

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Todas las imágenes son posibles. Toda la imaginación las crea. Las no recobradas transitan para que las conviertan en palabras. La poesía es la única herramienta que hace de una imagen una posibilidad. Las palabras se crecen con ellas. O ellas hacen que las palabras consistan en fuerza y densidad.

Existe un lugar donde las palabras no se desalientan. Hay un espacio donde ellas descubren su poder y son capaces de crear lo imposible. Desde esa perspectiva, la palabra es el único poder que no es derrotable. En su zona de laboriosa persistencia, la voz calma el mar, detiene terremotos interiores humanos, fortalece el espíritu o lo debilita. La poesía, entonces, hace su trabajo.

Ernesto Román Orozco es uno de esos persistentes, porque tiene en la palabra, en la voz, el poder de decir, de ir a un sitio a otro, de fundar las zonas donde el sonido de la boca coincide con el temblor del espíritu.

Las palabras, la Palabra, la dicha, la no callada, trasladan sus signos a la mucosa perfectible del cuerpo donde se alojan y modulan el mundo. Desde ese lugar y otros, el alma, por ejemplo, la poesía dice, canta, silencia, frecuenta sombras y luces, se luce en su inocencia y en la culpa ajena.

Muchos de esos laberintos creados por las palabras nadan en Zona de voces (La Castalia/líneaimaginaria Ediciones, Colección Alfabeto del Mundo; Mérida, Venezuela, y Quito, Ecuador, 2020), que Ernesto Román ha sabido amasar con las voces que le llegan, con las que a veces cree perdidas, con las que rescata de otras bocas.

Más que la voz, tiembla mi boca

Y nada se escucha
entre nosotros. Son esos pájaros:

llevan y traen refranes
desde ese amanecer

donde seremos en la redondez de un no.

La negación niega la negación. La voz está, sigue allí con la boca redonda y señalada como zona de donde emergen los milagros, las sorpresas, los hallazgos, los días y las noches, la vida y la muerte.

 

2

Asistido por otras voces, entre ellas las de sor Juan Inés de la Cruz, Bernal Nöel, Guillevic, Charles Wright, quienes abundan en afirmaciones y preguntas, el poeta tachirense encumbra su palabra y le hace un homenaje a la también poeta venezolana Patricia Guzmán.

“¿Por qué persigo hablar?”, se interroga Guillevic.

No hay respuesta. La poesía se encarga de hablar por la pregunta. Siempre habrá una voz, muchas voces que respiren por cada palabra que se pronuncie. Siempre habrá símbolos, imágenes, revelaciones, palabras, oraciones que construyan un espacio, un lugar, una zona para salvaguardar el universo de los sonidos, aquellos eficaces sonidos que alivien o destrocen el alma.

Tu voz

La tarde es una máscara
de nubes frescas
desde lo territorial y tembloroso.

El sacramento de una niebla,
no tan blanca,
desde ese cofre

en donde guardas tu voz.
Oficias, así,
un nuevo nacimiento.

El nuevo nacimiento de todas las palabras, las que inclinan los astros del verbo, las que domeñan la sombra y suscitan una luz quebradiza, pero luz al fin en la zona oscura de las voces que vendrán, de las que ya están o no han llegado.

Y en “La voz y el tú…”, en esa fuerza dicótoma, está la presencia de la boca que construye la voz, que la hila con todos sus significados. Con todos sus tendencias, miedos y alegrías, cuerpos y fantasmas que ambulan por su cuerpo, agitado por la certeza pronunciada de una palabra que no se borra. Ese “tú” recibe el mensaje desde una zona donde se deposita la poesía, donde reside “Alguna voz de barro espeso”.

Alberto Hernández

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