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Cada poema de este libro se inserta en la redondez del epígrafe que Arnaldo Jiménez utiliza como consagración a lo que serán los textos, el inventario verbal que reviste asombro en el lector. Como tal, en el uso legítimo de mi primera persona, me hago cómplice cercano de estos inventos que asombran, más allá de que el autor nos mantenga siempre atentos y asombrados desde su primer trabajo público. Su poesía y sus relatos breves confirman la calidad y maestría de su oficio, de una porfía que nos advierte de un ser humano lleno de sorpresas, imaginación, relámpagos y muchas ganas de estar en el otro como compañero de palabras.
Inventario para un nuevo altar (Ediciones de la Línea Imaginaria / La Castalia; colección Alfabeto del mundo; Mérida, Venezuela; Quito, Ecuador, 2021) es un libro donde la poesía, el alimento diario de Arnaldo Jiménez, se goza la plena libertad de una inteligencia que se asume imaginación en toda la extensión de cada verso.
Giorgio Chirico, quien inicia con unas líneas (el mencionado epígrafe de arriba) estas páginas de Jiménez como invitado, pregunta: “¿Y qué voy a amar si no es el enigma?”, y, en efecto, cada poema de este libro forma parte del enigma, del misterio de la creación, del invento, del regodeo ante la iluminación que las palabras procuran, que una voz reunida es capaz de formar parte de lo que Chirico acerca como amor.
Cada poema de este libro es un encuentro con la floración de un árbol poético. Valga la expresión. Cada poema de este libro es una muestra más de que el autor venezolano que hoy nos ocupa se sostiene en la poesía para que los lectores vivan con ella, vayan más allá de lo común, de lo diario, y se forjen protagonistas en una voz que anima a destacar la belleza y hondura de sus versos.
Es un verdadero inventario, un registro minucioso de lo que las metáforas son capaces de entregar como revelación. Y el altar, el nuevo que dice el título, será la base donde el poema propicie su propia presencia.
Algunos poemas serán capaces de sacarnos de la rutina, del poco revelado sostén que ha pretendido la inmaculada realidad. La poesía de este libro nos extrema como lectores. Nos exige estar cerca de sus imágenes para poder desentrañarnos, extraernos de la hosca existencia.
En este poemario de Arnaldo Jiménez la invención es el centro. Nada perturba su búsqueda.
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Joseph Brodsky afirma que “una multiplicidad de significados presupone un número consiguiente de intentos de comprensión”, y a esto nos lleva la poética de Jiménez: a ser partícipes de muchas de las proposiciones que hace desde su imaginario, desde la fuerza de sus escenarios escritos.
¿Cuántas veces el poema, su tono, obliga al lector a deshacerse de complejos o tentaciones resentidas? El poema es un argumento para disuadir o para borrar, revelar o rebelar. Es una herramienta cognitiva, una herramienta de labor constante. Independiente, sin ataduras, la Poesía es el permanente viaje, la alocución interior, el relato que imagina o se deshace de la prosa para saberse única expresión donde sobra lo que estorba.
En este poemario de Arnaldo Jiménez la invención es el centro. Nada perturba su búsqueda. Se arriesga desde el enigma, desde lo que no es y se hace posible.
Todos los significados están en su albergue de voces. En su inventario donde habrá de reinar un dios cuyo altar sea la metaforización de ese grano de mostaza que es el universo, el eco de la poesía, el sonido que va más allá de los sentidos.
3
Tres momentos para alegrar al lector:
Letanía de las superficies
las cenizas que giran en las esferas de los relojes
el vaho del alcanfor en la frente de los caídos
y las fisuras que siempre deja el abandonoel luto que muere en cada amanecer
y la mordida del nacimiento en las cuerdas de la vozla brevedad que se desgasta en los circuitos de la sangre
las coronas que decoran la muerte
y el celo de la luz sobre la ceguera (…)
Lectura de una taza de café
devendrás búsqueda y creerás que el amor es tu horizonte
y buscarás preguntas en la soledad
y verás aumentar la sed de las aparienciasy esos regalos que se niegan a ser escombros
y esos momentos que se mudan resistiendo una emoción lejana
aceleran el vacío de las respuestas y niegan la conquista del azar (…)
Oración al animal muerto
gracias por adornar mi plato
con tu sacrificioanimal muerto
sin santos óleos
sin duelonadie lleva luto por ti
nadie monta tu urna
sobre los hombros
ni te pasean por la ciudad
lamentando tu tragediapero en esta mesa
tienes un cementeriosobre este plato
donde reposa tu cuerpo
velado por aliñosyo te recibo
como hostiami nombre también
será polvo sin grandezaanimal muerto
gracias por sacarme
el rezo que limpia
tu sapidezesta es mi hambre
…………………….descansa en paz
4
José Gregorio Vásquez, en el epílogo, afirma:
Arnaldo Jiménez ha vuelto a encender detrás de sus plegarias los otros caminos del poema: su profunda morada, la nueva oración que se hunde en el aire de cada letra.
Estos poemas oraciones, plegarias, letanías, están dirigidos al misterio de un dios que habrá de sacudirse el polvo del tiempo sobre un nuevo aposento, sin peana o manto que cubra su nombre.
El poema, la poesía, la invención del sonido, hace posible todo intento.
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