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En las huellas de la pezuña, de Miguel Otero Silva y Rómulo Betancourt
(historia de la rebelión estudiantil de 1928)

lunes 8 de noviembre de 2021
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“En las huellas de la pezuña”, de Miguel Otero Silva y Rómulo Betancourt
En las huellas de la pezuña, de Miguel Otero Silva y Rómulo Betancourt (Los Libros de El Nacional; Biblioteca Miguel Otero Silva, 2008).

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Un dictador es una bestia. Un dictador es un tiranosaurio. Un monstruo de muchas cabezas. Un dictador es un infundio del tiempo. Un dictador se juzga por sus patas, por sus cascos, por sus pezuñas. Un dictador eructa mientras se harta con la miseria que provoca con sus desmanes. Un dictador es un asesino. Un dictador deja huellas profundas de dolor en un país azotado por su peso. Un dictador es una desgracia.

 

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Tiempos de dictadura. Tiempos de la muerte azorada. Tiempos de cárceles, grillos en los tobillos, allanamientos, persecución, ajusticiamientos, exilios. Tiempos para las manos sucias de la corrupción. Tiempos de Juan Vicente Gómez. Tiempos para una generación: 1928. Y tiempos para dejar escrito lo que se sufrió, lo que se aventuró, lo que se vivió y sobrevivió. Tiempos para la aparición de liderazgos, de hombres y mujeres que enfrentaron el despotismo, el crimen desde el poder militar. Tiempos de esbirros y soplones. Tiempos de sapos. Tiempos de caricaturas, de sabandijas. Tiempos que se repiten. Tiempos que siguen siendo el tiempo de las bestias. Pero también el tiempo de los mártires, de los que murieron por sus ideales. Tiempos de asfixia, de ahogo, de respiraciones entrecortadas. Fue el tiempo que Venezuela heredó, consumió y perdió con el tiempo que ahora nos toca. Hoy, en pleno siglo XXI, vivimos tiempos parecidos. Tiempos de crímenes sin castigo. Tiempos que se agotan en el mismo tiempo. Tiempo sin tiempo. Tiempo sin relojes. Tiempos para dejar testimonio desde las páginas de libros y páginas calificadas de panfletos, pero páginas, en fin, que dicen las verdades del tiempo como En las huellas de la pezuña, el tiempo dicho a dos manos por Miguel Otero Silva y Rómulo Betancourt: jóvenes de aquel tiempo.

¿Qué nos cuentan estos hombres en estas hojas publicadas por la Biblioteca Miguel Otero Silva del diario El Nacional, en Caracas, mayo de 2008, pero cuya aparición inicial fue en 1929, cuando una generación de muchachos, de estudiantes, enfrentó los desmanes de una dictadura como la de Juan Vicente Gómez, aventura que costó vidas, carcelazos, expulsiones del país, pero también la calificación de valientes luchadores por la democracia?

¿Qué nos relatan a los que vivimos actualmente tiempos parecidos a aquellos casi olvidados por un país que fácilmente pierde la memoria?

 

Este libro de Betancourt y Otero Silva debería servir de ejemplo a los que apoyan la brutalidad de quienes dicen gobernar.

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En las huellas de la pezuña, panfleto político escrito por Miguel Otero Silva y Rómulo Betancourt con el subtítulo “Historia de la rebelión estudiantil de 1928…”, está parte del sufrimiento causado por la dictadura de un déspota llamado Juan Vicente Gómez, alias “El Bagre”.

En el prólogo de esta edición, Simón Alberto Consalvi afirma:

Rómulo Betancourt y Miguel Otero Silva se encontraron en Caracas en las aulas del liceo que llevaba el nombre de la ciudad. Allí estudiaron bachillerato, bajo la dirección de uno de los jóvenes que, a la caída de Castro, había editado la revista La Alborada, el novelista Rómulo Gallegos. Allí estudiaron también Jóvito Villalba, Isaac J. Pardo, Rafael Vegas y tantos otros que, en 1928, cuando andan por los veinte años, se rebelan contra la dictadura de Gómez, contra aquel que, sin ser “empujado por ninguna ambición personal…”, había tomado el poder.

Consalvi se alarga en el preámbulo de esta historia que conjuga valentía con cobardía, dos rostros que hacen cuerpo en este segmento de la historia de Venezuela. Valientes unos, cobardes otros, en este libro está parte de un episodio que culminó con tantas muertes, carcelazos, torturas, persecuciones, exilios, llanto: una tragedia que hoy, en pleno siglo XXI, encuentra parecido por las ejecutorias de otros que se dicen venezolanos que acosan, amenazan, apresan y matan a venezolanos que se enfrentan a sus abusos.

Este libro de Betancourt y Otero Silva debería servir de ejemplo a los que apoyan la brutalidad de quienes dicen gobernar.

 

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Por aquí, por estas páginas, pasan hombres y mujeres jóvenes que se entregaron a la lucha contra el sátrapa, con el animal que gobernaba. Así, Raúl Leoni, presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV), José Rafael Pocaterra, autor de libros como Memorias de un venezolano de la decadencia; Beatriz Peña, la reina de aquel carnaval que inició esta historia. Pero también están los vociferantes a favor del régimen, entre ellos, denunciado por los autores, Mario Briceño Iragorry.

Este es un libro que enarbola un círculo. Este es un libro que aparecerá con otros autores para denunciar la dictadura de Pérez Jiménez, como hay ya muchos para denunciar la que comenzó en 1999 y aún se cimbra con las vértebras y el alma de Venezuela. De manera que se trata de una historia cíclica, puesto que las ambiciones de poder absoluto no han logrado ser disipadas en el alma podrida de quienes se dicen dueños del país.

 

La crudeza de esta historia seguramente alarmará a muchos, pero la verdad siempre es cruda.

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El índice nos invita a conocer los detalles que nos entrega este libro, tan minucioso que no deja nombre o apellido, lugar o situación que tengan que ver con los atropellos contra la nacionalidad, porque de eso se trataba, de acabar con quienes buscaban la libertad en democracia.

Así: “Una página para la historia”, “El sentido y la orientación del movimiento universitario de Venezuela”, “En Venezuela no ha penetrado la propaganda comunista”, “Primera etapa. La semana del estudiante”, “Segunda etapa. Dos meses en las cárceles de Gómez”, “Tercera etapa. El asalto a Miraflores”, “Cuarta etapa. La Octubrada”. “Un alerta a la juventud de América Latina”.

La lectura de este libro es un campanazo a quienes de alguna manera se sitúan al lado del verdugo. Es un aviso a quienes se cruzan de brazos y celebran los abusos criminales de los dictadores.

Este libro no es sólo un relato del pasado. No es sólo eso: es un relato del presente. Y un asunto que debe ser tratado en el futuro.

La crudeza de esta historia seguramente alarmará a muchos, pero la verdad siempre es cruda. Los crímenes, torturas, hostilidades, allanamientos: todo el odio concentrado contra estos jóvenes tiene nombres y apellidos de bestias, monstruos que la mitología y la realidad han puesto a la orden para ser enfrentados y derrotados, como siempre pasa. La muerte y el sufrimiento de un pueblo bien merecen un panfleto como este. Denominación que hoy pasa a ser calificada de historia de la contemporaneidad venezolana, escrita por dos ciudadanos que han dejado una marca imborrable en la nación que hoy nos toca defender de las pezuñas de otras bestias.

Alberto Hernández

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