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Oveja negra, de Mariel Turrent Eggleton

lunes 13 de diciembre de 2021
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“Oveja negra”, de Mariel Turrent Eggleton
Oveja negra, de Mariel Turrent Eggleton (Malix Editores, 2021). Disponible en Amazon

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Vidas cruzadas, hilos tejidos que destacan la presencia de personajes sujetos a la indagación, a ser blanco de buceo para poder revelarlos en una sumatoria de anécdotas donde destaca una novela dentro de otra novela. Novela matriz, novela útero: vertebración de la que Patricio quiere escriba su prima Marcela, ya muerto, como remiendo de una vida en la que el alcohol y la disipación destacaron y marcaron la existencia de un hombre cuya sensibilidad también marcó a quien quedó como responsable de contar su vida.

Entonces Oveja negra, de Mariel Turrent Eggleton (Malix Editores; Colección Escribidores, Cancún, México, 2021) precipita al lector a todas esas incidencias en las que una mujer persevera en su intención de ser libre, de deshacerse de las ataduras de su matrimonio con Alfredo y dedicarse a un trabajo como personal administrativo en un hotel de Cancún, luego de haber vivido un tránsito familiar en Ciudad de México.

El suicidio de una turista, Britt Nyström, las sospechas recaídas sobre un compañero de labores, quien había tenido una relación amorosa con la muerta; la aparición de un teniente del Ministerio Público, Oliver Mata, encargado de las investigaciones y de quien ella más tarde se enamora, como él de ella; la muerte de la madre en medio del absoluto olvido y, sin más, la novela que arrastra, con la voz grabada de Patricio, quien desde la muerte la empuja a escribir la novela de su accidentada vida.

Pero Oveja negra es más que eso. Es la revelación de que es preciso vivir para vivir la muerte del otro. Las historias —para este cronista— ambulan alrededor de Patricio, como ya se ha dicho, quien desde su total ausencia física decide hacer, del personaje narrador, la experticia que le dará fuerza a la novela. Es un experimento en el que Patricio, el alcohólico, el buena gente, el disparatado, el amoroso, el defensor de las novias, destaca como el hilo conductor de la también fogosa existencia de quien nos relata, Marcela como personaje, los avatares de un hombre que, oveja negra, es también sangre de quien se dice igual oveja negra, pero no fusiladas, como podría sugerirse desde el relato breve de don Augusto Monterroso. Pues no: son ovejas negras referenciales. Y fogosa Marcela por su relación con el teniente Mata, quien la regresa al mundo erótico pero al final se queda sola, especie de otra ausencia que se añade a las tres anteriores. Marcela ha probado la miel de una relación apurada. Ha quedado prendada de ese recuerdo que la lleva a entrar de nuevo en el mundo ecoico de Patricio, quien le sigue hablando desde una grabadora. Quien le sigue contando la historia que habrá de ser una novela que ha quedado escrita con el solo intento de decir que será escrita. Patricio ha sido reivindicado en medio de las pasiones de Marcela.

 

Es una lectura que logra atraer a quien abre el libro y recorre la ciudad, el perfil de los personajes y los recuerdos vaciados en una grabación que habría de ser la ya renombrada novela.

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Patricio, en efecto, es la bisagra. La vida, pasión y muerte de Patricio convalidan el centro de esta novela, pero se podría afirmar que son tres las muertes, muertes paralelas con ciertas distancias en el tiempo. La muerte de quien ya es personaje para una historia literaria, la de la madre de Marcela, carácter inflexible, y la de la turista Britt Nyström, quien se lanza desde el edificio del hotel, muertes que desatan el resto de las anécdotas que recorren estas páginas de la escritora mexicana radicada en Quintana Roo.

Es una lectura plácida, pese a los embargos de la muerte. Es una lectura que logra atraer a quien abre el libro y recorre la ciudad, el perfil de los personajes y los recuerdos vaciados en una grabación que habría de ser la ya renombrada novela que Patricio le pidió a su prima que escribiera para no olvidarlo, para recoger y hacer pública su existencia alocada, desordenada, pero plena de afectos.

Patricio, sí, es la bisagra, el eco de la insistencia de continuar vivo en unas páginas. Personaje referencial que se convierte en protagonista gracias a las grabaciones donde están su voz, sus cuentos, relatos, aventuras. Desde el instante en que aparece como sujeto en la vida viva de la novela, éste, Patricio, conforma el ánima, el espíritu de Oveja negra, porque la oveja negra de la familia es él, quien por herencia se confirma en el resto de la familia, del rebaño genético, pero no por la apuesta al fracaso, sino por la convergencia del regreso al amor, sin dejar de ser el mismo del pasado pese a los cambios de territorio, de maquillaje o de edad.

Esas tres muertes establecen el puente para llegar a quien relata: ella, la narradora/personaje, no abrevia en lo que describe, dice o silencia. Es un personaje robusto, bien elaborado, que Mariel Turrent Eggleton aproxima a su biografía. La invención, la creación, atina a rozar algunos rasgos de autoficción. Siempre habrá algo del autor en la obra. La genética también forma parte del fondo de una historia. Y de no ser así, queda la espera de que una nueva versión, una nueva novela, despliegue completamente las vidas de Patricio y Marcela como sujetos de indagación.

No en balde estas palabras que abren el libro:

Patricio. Siempre Patricio. En mi infancia. En mi juventud. Y después de su muerte, Patricio. Eternamente Patricio… (p. 19).

Veinte años después de la desaparición física de Patricio, la vida insiste en mantenerlo vivo a través de Marcela. Y así será, porque Patricio resume la existencia transparente u opaca de los demás personajes de Oveja negra.

Alberto Hernández

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