XXXVI Premio Internacional de Poesía FUNDACIÓN LOEWE 2023

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Ítaca es nunca, de Cristina Falcón Maldonado

lunes 10 de enero de 2022
“Ítaca es nunca”, de Cristina Falcón Maldonado
Ítaca es nunca, de Cristina Falcón Maldonado (Candaya, 2021). Disponible en la web de la editorial

1

Son, somos los otros, los desplazados, los idos, los que no estamos. En plural, en singular: soy, somos, no estamos, no soy, no estoy, no somos. Estamos en otros. Somos el otro alejado, extraviado, desarraigado: vivos, muertos, agonizantes, a la espera. Ellos, los que no están en la llamada Tierra de Gracia, los que han sido despojados de la nacionalidad, de su apego al barro, al sabor del agua tropical, al aire que se detiene y vuelve como una bestia alada.

Para muchos de los que están en otro lugar, lejos del país de nacimiento o crianza, no se hace camino al andar de retorno. Otros tantos retornan en sueños, en palabras, con las suelas gastadas o los labios partidos por el frío de los páramos imaginarios. Con sus muertos a cuestas.

Ítaca, la ciudad perdida, la del retorno mítico, la de la mujer que tejía, la del hombre encantado por las sirenas y ninfas del camino. La gran metáfora de nuestro Occidente, la figura literaria que se ha hecho realidad en millones de personas que tuvieron que huir del miedo y del hambre. Es el tema nuestro de estas dos últimas décadas. Es el tema cardíaco y espiritual de los venezolanos convertidos en novelas, poemarios, teatro, pinturas, retratos, fotografías, películas, videos, noticias, secuestros, crímenes, dolores juntos, muy juntos. Es el tema histórico que habrá de seguir siendo escrito, que ya es una marca en la piel, una impronta en el espíritu nacional y continental. Pero también en otras tierras que no son fronteras con nuestros afectos geográficos.

Tema que se ha convertido en obligado para quienes escriben porque la escritura también ha sido mancillada, perseguida, quebrantada, torturada, apresada.

Y no se trata de no ser directo, visceral. Es que la realidad se ha convertido en un largo y doloroso poema. En el de Homero, ese de hoy, ciego, vidente, consagrado por el presente desde el pasado como insignia de un éxodo también venido de otro gran libro. Mito y divinidad. La Odisea y la Biblia: dos cánones que se han transformado en un telón de fondo para atestiguar la puesta en escena de una aventura terrible: la pérdida de un país, de una casa, de la madre. La pérdida de la coyuntura genética con la distancia como instauración de la ausencia.

Desde esas perspectivas, los que se quedaron y los que no están bajo el sol de Venezuela, los que andan arriando voces, silencios y dolencias, aquí y allá, esos, los personajes de las novelas, poemas, teatro, cine y fotografías, esos, muelen los días con las palabras, con el zumbido del silencio, con el arrastre de los versos que muchas veces salvan de la locura o enloquecen de poesía.

 

2

Ítaca es nunca, el libro de poesía de Cristina Falcón Maldonado, publicado por la Editorial Candaya en su Colección Poesía (Nº 24), en Barcelona, España, en 2021, contiene y nos contiene: continente y contenido. En este libro de la venezolana radicada en Cuenca, España, están los ecos de los que se marcharon por muchas razones y estamos los que por muchas razones nos quedamos. Estos últimos vistos desde los sentimientos de ausencia de los primeros. Es decir, la diáspora es doble, desde afuera y desde adentro. En el afuera una poesía de la lejanía cercana. En el adentro, una poesía de la cercanía lejana. Ambos exilios son parte de este libro que Cristina Falcón Maldonado acaba de sacar al público, como una herida que para cerrarse será preciso relanzar el país a través del retorno de quienes saben que el afuera es también el adentro.

El poemario está dividido en tres partes dolientes: “Pero país”, “Pero casa” y “Pero madre”, con un añadido que podría aproximarse al más acá de ese allá que extravía, que revisa memorias, recuerdos, retazos de vida, recuerdos, cuerpos alejados, conciencias y olvidos. Posible retorno.

Ítaca es la metáfora redonda de un nunca que prevalece en la espera (unas veces en la idea de que se volverá a la normalidad. Otras, de que no hay retorno porque se acabó la esperanza). Esperanza que crece en cada uno de los venezolanos, porque la familia que está lejos es la misma familia que está en el país, desprendidas sus ramas rotas. El árbol familiar de un país asolado. El árbol familiar casi sin fronda.

La poeta canta desde ese dolor. Desde la lastimadura. Desde la herida abierta, consagrada a esperar que cicatrice mientras la vida y la muerte hacen de las suyas en los sueños turbados por la realidad.

Ítaca es nunca es la imposibilidad del regreso con el deseo de que el regreso sea una esperanza. O la pérdida casi absoluta de la esperanza. Cada verso es un paso dado hacia el abismo de la memoria. Cada paso dado es un alejamiento, aunque no se deja de estar en el país mientras se escribe sobre él, sobre su gente, su flora, sus accidentes geográficos, sus penas, sus pequeños detalles, sus muertos y sus presos.

En este libro está todo eso. Se siente que es metáfora, pero también es herida de cuchillo.

 

3

Ser lector desde estas líneas de Giorgos Seferis que duelen:

…nadie llega nunca a ningún lugar.

Y así, para desprender toda la costra de la realidad, de esa realidad, Cristina Falcón Maldonado escribe:

sobrevivir / de espaldas al animal // por más que sabemos / que tarde o temprano abrirá los ojos / sacudirá / su sobrepiel su trampa / moverá / una a una / sus vértebras / girándose // volverá su ojo // enloquecido // hacia nosotros.

La satrapía en una imagen cuya metáfora no se priva de ser clara.

Y más adelante:

Estraga saber que / no hay con qué / en la Tierra de Gracia // más que barro y gentes / aún sin fractura / frente a la atmósfera…,

la que ahoga y agobia.

Un “país del revés / íngrima dignidad / resistiendo // País a expensas”.

El poema es un continuo estado de emergencia. Aquel “portátil” que Adriano González León nos entregó como estandarte de una violencia inútil, estúpida, es hoy una realidad aposentada en el poder.

Porque “Ahora / que nada importamos / los de siempre”.

Las antiguas consignas quedaron adosadas en las paredes, en la ruina de los muros a punto de caer; por esa razón “no ser más que el otro // no por más / rehén de su pavor”, de ese pavor que hoy recorre las calles en medio del hambre y la angustia.

 

4

El país con el “pero”, el que desviste la preposición adversativa, se desnuda también en quienes cantan, escriben o mueren, en ese “así de lejos / de cerca la distancia”.

(***)

Muerde la distancia / envenena / afinca su dentellada / de bestia su ojo / su herida de par en par…

La voz de la poeta en primera persona nos convierte en sujeto singular, lector desde el mismo lector:

Yo que no me atrevo / a deshabitarme.

Y si el país es un todo confuso, una amalgama de sangre, de quejidos, de insolvencias, robos y quebrantos, queda en el plexo solar de la amargura colectiva estas palabras:

La casa / la madre // saqueada // y uno aquí // a sortear / la ciénaga / culebra de mordaza.

Se es extranjero, allá y aquí: “El que está aquí no existe / ni otro que por ser / otro no debe”.

(***)

Siguen allí // la casa / el yagrumo / el apamate / la tierra roja // la quimera,

los sueños, también muchas pesadillas compartidas.

El pero debe insistir: “…no dije adiós”.

 

5

La que fuera sala, corredor y patio. La que fue remanso y pasantía de vacaciones, regalo de los años, ha quedado sola, sumida entre fantasmas o ancianos delicados, silenciosos.

Asomas / te amaneces / irreductible en cada uno // en cada dónde.

(***)

No hagamos inventario / de enredaderas / árboles / voces / que un día fueron // nosotros // esta casa.

No se olvidan las costumbres, las señas particulares de la madre o del padre:

Nos enseñaron / a honrar a los muertos / ante la urna hambrienta…

(***)

“…aquí / sólo se vive el abandono”, de los seres ambulantes, de las casas extraviadas, de los muertos saqueados.

(***)

Esta casa que nos mira / ha perdido el habla…

(***)

…casa de más nunca.

 

6

El país, la casa, “Pero madre”: “Yo desde aquí llamándote / como una Loca / Luz Caraballo / cualquiera // Tus manos sembradas / el largo viaje de tus ojos // tu andar de orquídeas”, y entonces el páramo del nacimiento y la voz de Andrés Eloy Blanco en el título del poema recordado.

La madre, la ida, a la que le dice: “Tú / decides / no volver”.

El pasado, el ya no estar sobre la tierra o bajo las nubes andinas.

(***)

Quién fuiste / más allá de la vida // quién / en el silencio // Dónde estaba / yo / cuando no podías más / que imaginarnos.

Y así, con la esperanza de un después: “…hasta que abras tu párpado”.

(***)

Con los ojos te sigue.

(***)

Ella y sus manos / miran / repasa lo que calla.

(***)

Ahora que llueve sobre el mar / respiro tu cercanía / me ahueco / en el instante / que nos amanece.

(***)

Ella emprende cada día / su viaje para siempre.

Y

Decías // No escampes // Es mejor morir de aguacero.

 

7

La última parte del libro, “Y somos ahora”, usa un conectivo para cerrar un instante. Ese “somos”, ese plural de todos y el “ahora”, signo del tiempo que toca respirar. Tiempo de adverbio para resistir.

Amanezco desde entonces / antes que el día / siempre antes que el día // buscando un cuerpo / en el que nunca estuve.

La alteridad confirma que se es uno y múltiple en la soledad.

Intuye el lector una ventana y desde ella estas palabras:

Si amas un pájaro / recuerda // sus huesos son ligeros.

Luego la calle, el entorno, la gente que anda y se detiene. El poema aguza el oído:

Nada / en medio del vacío / la ciudad / ajena a los cuerpos.

(***)

“Somos tierra inhóspita / que cree echar raíces”: la insistencia del desarraigo, la diáspora, el éxodo, la falta de retorno, el más nunca, “…como la conciencia de los árboles” o el “rastro de nadie”.

No obstante, la porfía: “…me fui tanto / que vuelvo”.

Y continúa la idea, la del regreso o la del sueño del regreso:

Allí donde voy / me borra el andar. // Quienes aludan / olvidan mi nombre.

(***)

“Hay un lugar / ajeno / que aguarde”, por eso desde el poema “hacemos inventario” de lo tanto por andar, por regresar, por estar.

(***)

La vida no era más que lo que nos dijeron.

(***)

El pasado de Ítaca quedó atrás. Ya no hay más.

Alberto Hernández