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Bestiario mecánico del exilio, de Jason Maldonado

lunes 31 de enero de 2022
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“Bestiario mecánico del exilio”, de Jason Maldonado
Bestiario mecánico del exilio, de Jason Maldonado (Alcaldía de Caracas, 2013).

1

A desgano del clima, mientras el sol se desgasta en el quicio de una acera, un poeta conversa con un árbol. Nada de extraño tiene eso, si pensamos que el árbol también sabe palabrear desde la sabiduría de su silencio. Y mucho menos extraño es si se concibe que el árbol es un ser vivo capaz de trabajar para quienes se aprovechan de su sombra, frutos y brisa que purifica el aire de las palabras.

Entonces, sin ánimo de hablar de ecología pero sí de versos, me aproximo al libro de Jason Maldonado Bestiario mecánico del exilio e intento no naufragar en medio de las bestias que suelen insolarnos, tropezarnos, insultarnos o birlar nuestra paz. Que sí, ocurre y está ocurriendo pese a que el gerundio pueda ser negado.

Maldonado tituló Bestiario mecánico y escribió un libro, un poemario donde las bestias, no ese árbol con el que digo habló, ni mucho menos algún perro o murciélago amnésico. No; el lector podrá destacar que se trata de la bestia que llevamos en nuestro interior o la que se maneja ya con devoción con la yema de los dedos. O con los dedos de los pies, por no decir otra cosa que pueda alterar el ánimo de las flores o de los almácigos de uva. Pero más la bestia que obliga con sus garras y fauces a expulsar a la gente, digo la gente, de sus casas, calles y país. El exilio es obra de bestias desbocadas.

Escribió un libro que pega, que destaca la soledad desde el poema mismo como soledad. Como ausencia o resquebrajamiento de la palabra ausente. Y se enlaza con un conflicto en el que las palabras, tan difíciles a veces, se esconden, se deslizan por barrancos y no terminan de aposentarse en el poema. No quieren ser verso. Y así pasan a ser parte de ese exilio del cual Jason Maldonado dice, desde la mecanicidad de los sobrevivientes de este mundo inconverso, o metaverso, sometido por tanta dejadez y olvido.

El primer momento que no se resiste a ser tomado como ejemplo, como notoriedad verbal, está en este ámbito sonoro:

Ven / pelea con un verso que no llega / golpea / en el pecho / con la metáfora hambrienta que aún no estalla…

Premonitorio, porque en varios de sus poemas nuestro autor designa núcleo de revelación a la palabra que se niega, y pregunta para seguir andando en su refriega escritural:

De quién es esta respiración / este silencio ajeno / que termina en el olvido y suspiro…

 

2

La ausencia de “alguien”, esa negación, como la de las palabras para el verso, aparece en estas líneas que conducen al hablante, al que dice, a un espacio de intimidad:

Abre el escaparate / sus ajadas prendas de vestir / son un grito de aplanchado y su necesidad…,

y queda en el aire ese exilio vaporoso en quien también es un exilado porque la soledad lo abruma, mientras en la memoria “huele a molienda / en la vieja greca que destila abandono…”, para advertir que “cuatro son las repisas / que sostienen el peso de tu pequeño mundo…”.

La soledad, el reducido espacio mundo de quien no encuentra la palabra para el verso, pero avisa de su presencia en cada poema que ya ha escrito, suerte de “ungüento de los desesperados”.

Un dejo surrealista, pero tan real a los ojos, a la imaginación de la mirada, irrumpe con fuerza y descubre la luz, el mundo de afuera, casi imposible de definir con palabras, con las palabras casi inencontrables, las que se buscan y se agazapan, hasta que, al final, aparecen y se hacen parte del poema:

El parpadeo feroz / de las persianas…

Con estos versos se consagra la búsqueda.

Y continúa la porfía, la incesante porfía:

Excava hondo / taladra / que la poesía sea el punzón / con el que abres el piso en dos… // divide el mar en silencio.

 

3

En ese intento por hallarse en las palabras o en el sitio de su adecuación afectiva, terrenal, natal, el poeta convida el mismo intento, logra redondear su espíritu. Escribe:

No hay noche de mesa / que soporte el desgarbado exilio / de las horas…,

es decir, no hay piso, suelo, tierra que sea macerada por el cuerpo alejado de la casa grande. No hay, en consecuencia, el asiento para verle la cara al comensal, al amoroso comensal donde se libran los amores, los afectos y la soledad es también una bestia.

Por eso, en las habitaciones: “Cajas repletas de vacío”.

Y las “vigilias exactas” irrumpen en la noche como plegarias para desatarse de la ausencia, de la soledad, de un llanto a punto de estallar.

Maldonado titula: “Cosas sobre versos que aún no existen”, y de pronto aparece en la memoria la voz de Luis Barrios Cruz: “Cómo puede ser mío el poema no escrito aún”. La revelación es la tarea del día, mientras el silencio abruma, tanto como destacarse en esta instancia: “La poesía también / es el lugar en que se duerme”, para después decir: “Estar solo es un orgía / con lo infinito”.

El exilio tiene en el caminar, en recorrer calles y parques arbolados, la designación de la soledad. Hablar con los árboles, con los pequeños monstruos de la memoria, para desechar las bestias, mecánicas o no, productoras de exilios.

 

4

“Hay versos proscritos // pues llevan atadas sus metáforas / al cárcamo de la lejanía…”, son los poemas exiliados, los del exilio por la mecánica bestial, por la perversión del poder, por la angustia misma de quienes se han creído la máxima expresión del todo.

Se pregunta Maldonado: “¿en dónde está la palabra?”.

Huidiza, solapada, escondida. Hasta que aparece y se hace poema. Irrumpe así:

la soledad / ese monstruo de mil cabezas…,

Para luego alargar la respiración y expresar:

Que esta soledad sea tan solo / una pesadilla de insectos / un poema con giba / y pasos desesperados,

Hasta dejar de tener nombre y hacerse el todo en todos en medio de la pérdida del paisaje nativo:

Anonimato / es esta casa sin hogar / con puertas incapaces de abrirse a una caricia // un olvido absoluto / excepto para mostrar / los mezquinos brazos de la renta.

Síntesis de quien no deja de ser el animoso esperanzado desde el exilio:

Esta es la casa / no hay otra / el hogar ya será / cuando pase el destierro.

Alberto Hernández

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