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Usted, de Sonia Chocrón

lunes 21 de febrero de 2022
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“Usted”, de Sonia Chocrón
Usted, de Sonia Chocrón (El Taller Blanco, 2021).

1

Una sola palabra, un pronombre, basta para detonar un mundo, una metamorfosis, hacer retoñar una semilla que, más allá de la desconfianza del tiempo, florece en una planta de muchos mensajes donde la estructura de su creación y desde la cronología de su crecimiento contiene abundantes aventuras de una voz envuelta por la prosa y la poesía de mucha porfía creadora.

Usted es un libro de relatos que se hablan desde ellos mismos. Relatos que se van construyendo mientras el narrador concierta un trato con ellos mismos, con personajes que se advierten muy cercanos al relator desde la perspectiva de ese “usted” que un poco antes ha sido un “tú” en el comportamiento de quienes ocuparon los primeros tiempos y espacios del volumen.

Desde el epígrafe de Ana Blandiana usado para este libro, la poesía se inflama proteicamente en el estallido de unas historias donde la vida de un país se debate entre la miseria y la violencia provocada por el poder de una “ideología” perversa, donde la ausencia de un amante suscita la recreación erótica de otras aventuras en las que una o unas mujeres, jóvenes o niñas, participan de experiencias en las que la búsqueda, la huida, el rechazo o la aceptación conducen a caminos inesperados. Y donde se descubren pasados oscuros que devienen en el fracaso de una familia en el clima de un país borroso y disperso. Donde quien narra profesa una fe perseguida y desde la matriz de su perseverancia cuestiona y se cuestiona. Donde el viaje interior es una épica reveladora.

En unas líneas de Karl Vossler se podría constatar este arranque desde una sola palabra que luego se hace plural en las tantas fechas que, como un registro temporal, como un almanaque, avizora una existencia, camuflada en varias.

Así, destaca Vossler:

El verso es un Proteo: tal como Proteo surge tan pronto como agua, tan pronto como fuego, tan pronto como culebra, tan pronto como buey, pero sin identificarse en ningún momento con el agua, el fuego, la culebra o el buey, así también puede surgir el verso ora con determinado número de sílabas, ora libre, ora con ritmo regular, ora con ritmo alterado, a veces ceñido en su sintaxis, otras con sintaxis entrecortada… y ninguna de estas propiedades señala su esencia más propia.

Usted es un despliegue de eventos, “un libro, cobija de retazos”, como la misma narradora advierte casi al final de sus páginas.

Por esa misma estirpe, es un libro proteico porque se transforma, dobla su identidad, se metamorfosea. Habla desde los personajes, habla desde quien elabora el libro, habla desde un ella que confirma su autoría, como un proceso en el que el lector debe participar como testigo.

Es un libro que se va construyendo (es preciso decirlo de nuevo) desde la osadía de las palabras y desde una suerte de película en la que se advierte una posible novela, un guion para plasmarlo en pantalla.

Los relatos sucumben ante la poesía. Se hacen poemas luego de pasar la prueba del cuento mismo, de las acciones acuñadas por personajes verosímiles que acuden a lo increíble o milagroso en el instante en que una mujer, luego de varios juegos eróticos, se convierte en ángel para después transformarse en una cualquiera (era monja) que se reparte como un pan bendito en cada hombre. Y funda un burdel, un lugar cuya sacralidad destaca en ese tratamiento mesurado por el mismo pronombre.

 

En esta travesía, en este viaje, la voz de quien habla, que ahora es escritura, se deshace de la realidad y equilibra su dromomanía ontológica.

2

El “Día 1 / sábado 24 de febrero”, la voz inicial nos convoca: “Para esquivarme, comienzo este monólogo de viaje. Yo sigo donde estoy: estacionada en mi rutina sin tiempo. No me atrevo a interrumpir la parquedad de tu partida. Por eso me escribo a mí”, especie de confesión que se acumula entre eventos y personajes. Se ajusta a un compañero de viaje que, a juicio de quien lee, podría ser el mismo lector o el ausente que ha partido. O la madre. O el padre. O la familia que ora y reza al Dios de sus antepasados.

En esta travesía, en este viaje, la voz de quien habla, que ahora es escritura, se deshace de la realidad y equilibra su dromomanía ontológica, toda vez que “Ni la fantasía puede con tanto. Ni siquiera tú”.

Ese “tú” abre la puerta al “usted” que más tarde habrá de ser el núcleo de esta aventura narrativa y poética.

He aquí la esencia del sujeto de habla:

Yo rezo al Dios de mis antepasados. La catástrofe sigue su curso.

Y la “catástrofe” es la herencia, lo que sigue siendo presente desde el pasado, la Shoá que no termina porque ahora existe un país que se ha convertido en campo de exterminio en el trópico.

Hay una oración primordial que todo judío medianamente observante reza todo el día…

El Dios de Israel siempre escucha. Y mientras Él lo hace, la presencia de una peste, la obligación de una cuarentena. Y en el nombre del padre. Y la muerte. Y un entierro.

“…mientras escribo relatos, hago anotaciones (…) Resucitar cuentos. O poemas”, y desde esta declaración, desde esta suerte de declaración de principios, de poética enunciativa, como una caja de muñeca, otro guiño personal: Plano secuencia, el cine, la motivación, una de ellas, de quien se desdobla y se hace personaje de su propia imaginación, de su intimidad oficiante.

Toda una poética que deriva en ese “usted” que también dice “Y no sé de ti”, de un tú que deriva en ambigüedad, en poemas de niñas enamoradas mientras el miedo espera el día cuando la peste se extinga y se pueda vivir sin sobresaltos. La ficción, la bruja quemada, los sueños, esa cobija de retazos. Ese “Si no fueras una ficción. / Tú también. / Usted”.

 

3

Multiplicado por la escritura, el lector se aproxima a Van Gogh y al navajazo en su oreja (Arles, 24 de diciembre de 1888), luego de perseguir a Gauguin. O la reminiscencia a las cartas de su hermano Theo. O el recuerdo para la tabernera de burdel Raquel, a quien le llevó la oreja recién cortada en un sobre como regalo de despedida.

Sonia Chocrón hizo de esa locura un poema:

Vincent:                                                               
Tengo tu oreja de plata
como recuerdo
contrariado de un duelo
amoroso.
La guardo todas las noches
en un cofre congelado
del refrigerador.
Le hablo y me ignora
con la misma displicencia
con la que brillan las noches
estrelladas.

Son veinticuatro textos intercalados: prosa y verso: relatos versados y prosa que relata, mientras el “usted” devela su presencia.

¿Qué personaje se mueve en el interior del lector? ¿Qué astucia usa el narrador/narradora/poeta (porque se imbrican) para hacer que el lector también sea parte de esa proteica iluminación?

 

“Usted” y “tú”, juego de tratamientos. De pronombres insurgentes. Y una acusación: hay culpables, hay infecciones y almas que mueren o ya han muerto.

4

Día 36 / Lunes 5 de abril:

Usted.

Me doy cuenta de que estas historias están llenas de Usted.

Y de otros culpables.

De agua estancada.

Y de almas en el crepúsculo, o en las alcantarillas, muertas de hambre.

 

Seguimos encerrados.

Tú en tu continente y yo en el mío.

Y los hemisferios no se tocan.

“Usted” y “tú”, juego de tratamientos. De pronombres insurgentes. Y una acusación: hay culpables, hay infecciones y almas que mueren o ya han muerto. Ese quien que podríamos conocer, saber de sus culpas, de sus crímenes, de sus virus políticos o biológicos. O de un amor que sólo fue un espejismo en muchos alguien que ahora están en la memoria.

El poema se convierte en relato. En el “usted” premeditado, pensado antes y después señalado, poetizado y narrado:

Usted la quería, pero más que amarla, usted la necesitaba porque ella era joven y rubia y muda. Cuando la vio por primera vez recordó aquel verso de Huidobro: “Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?” (…). A quién se le ocurre hablarle de la música a una persona que no puede oír. A usted.

Este texto tiene varias aristas. Hay un Usted íntimo. Hay un Usted público. ¿Hay un equívoco en el lector? Aquel “Huidrobo” (así, “Huidrobo”) forma parte de lo público televisado, salido de la boca del culpable, de uno de los culpables. Y el amor, ese amor pronunciado, revelado, no era tal, más allá de la belleza, más allá de cualquier atisbo de holgura: la mudez ha quedado como la falta de respuesta, como el no posibilitar una respuesta para salir de la mudez. ¿O es acaso alguna interioridad que el poema oculta para que el lector se transforme también en un desconocido?

 

El Usted y el tú —otros, porque se podrían multiplicar— conforman un sueño del deseo.

5

Día 40 / Jueves 9 de abril:

La pesadilla no se diluye.

Meses, miles de muertos en todas partes.

He visto cómo sacan algunos en bolsas negras de basura.

Yo sobrevivo.

Y tú también, en mis sueños eróticos, profesor.

Soy una alumna obediente.

La peste, las pestes: la que estaba instaurada por designios de uno de los culpables y la que llegó a través de un virus. Ambos virus aún siguen como una pesadilla. Y el Usted y el tú —otros, porque se podrían multiplicar— conforman un sueño del deseo.

 

6

La voz declara: “Es mi vocación hacer películas”. Aparece la de Sonia Chocrón investida de narradora, de habla poética. Y continúa:

De eso vivo, de imaginar imágenes, sueños, deseos, emociones, estampas…

Y otra voz, masculina: “Cuando era niño”, la envoltura de un yo que representa a un personaje imaginado.

La voz, el poema, la prosa, el eco, la memoria continúa su testimonio vital:

Practico esta manía de escribirlo todo en clausura casi monacal desde hace años.

La cuarentena no ha terminado. Y tampoco tiene fecha de vencimiento (…).

Los pesimistas lloramos o escribimos. O ambas.

 

7

Día: he perdido la cuenta / Sábado 8 de diciembre:

Creo que he podido armar un libro, es una cobija de retazos de mí. Y me entero de que piensas regresar. Te esperaría gustosa y agradecida por haberme llenado la vida de vida todos estos meses, durante el asedio del miedo.

Si no fueras una ficción.

Tú también.

Usted.

Y así termina, con el pronombre, con la esperanza de que la ficción renueve, transforme, desde su proteica fórmula, el mundo en el que se debaten la poesía, la prosa, alimentados por los diversos temas que asedian a la poeta, a la narradora, a la mujer que tiene en el cine y en la existencia todas las vocaciones.

Alberto Hernández

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