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Los personajes están sonoramente vivos. Se agitan encarnados en los poemas y mueven sus nervios en la prosa. Una guitarra estride. La voz de Robert Johnson desde el pasado donde vive se advierte presente mientras se le agota el cigarrillo en los labios. Una batería conmociona. La voz de Clapton —invitado del cronista— ilustra la mecánica de una edad imaginada. La música entonces adquiere ese cuerpo que había sido momento en los oídos de los fanáticos frente a un “pick up” o a un video antiguo donde se pueden sentir la vibración y los decibeles del tiempo.
Fedosy Santaella, también aficionado a la música dura, al heavy metal, a la expresión ácida de los sonidos, al country o al blues, al cine, nos aproxima a un grupo de sujetos traducidos en poemas a través de sus biografías, en una suerte de mitología de los sonidos, nombres, ruidos, persistencias, invocaciones a los demonios que ambulan en medio de un solo de guitarra mientras una voz íngrima y ronca recorre el tiempo y lo reinventa, pero también en un concurrido concierto de rock o en el zumbido de una mosca electrónica.
Podrían oírse o verse The Wind in the Willows o Delta Blues o volver al dedo ejecutor de David Lynch, destacado en una aventura literaria anterior.
Ilustrados por Carlos Zerpa, quien también respira entre los mitos a través de sus trazos: dibujos, pinturas y esculturas, máscaras, artefactos que suscitan tanto metalenguajes del espectáculo como tentaciones capaces de convertirlos en una realidad que atiende al misterio, a la muerte como consagración o a la eternidad en la mirada folk, callejera o destinada a ser usada como emblema.
Zerpa se hace en los poemas de Santaella con cada rostro o nombre que marca con su libérrima imaginación.
Pero lo que suscita curiosidad o lleva al lector más allá de la lectura acostumbrada, ha sido la insistencia de Fedosy Santaella en los mitos, en la fascinación por lo masificado, en los tatuajes de otros poemas, en la herencia familiar, en la genética de la recreación, en la metáfora de los sentidos porque la música, ese alimento recurrente, no deja lugar por donde no pase o marque alguna huella que recuerde eventos o silencios.
Los personajes, sombras, recuerdos o presencias de memoria acústica, dramatizan su desempeño en cada poema. Y luego, en los textos que la prosa hilvana para construir una anécdota.
Fedosy Santaella es un escritor de sujetos tatuados. Es un escritor de personajes que han sido parte de la historia de todos sus lectores. O al menos de aquellos que alguna vez se dejaron llevar por la presencia, por ejemplo, de Johnny Cash y su alegre o nostálgico country. Es un escritor de fantasmas, demonios o duendes que suelen visitarlo y transformarlo en uno de ellos.
Quien escribe desde Fedosy es también protagonista, parte de una historia ajena que luego hace propia. Biografiar la música, traer a los ejecutantes o vocalistas a un poema es relatarlos desde sus narrativas íntimas: sus éxitos y tragedias.
Hay una antigüedad cercana que nos precipita a escuchar a Billie Holiday, a recorrer la ruta vocal de Bessie Smith o el sonido metálico de Miles Davis. No queda nada fuera del poema.
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El oyente de estos poemas toma el acetato. Lo mira con toda la fuerza de los sonidos que imagina. Un Lado B, las Carátulas de Zerpa, Liner Notes, Bonus Track y unas Pistas ocultas que descubren la pasión del autor por todo ese mundo que se congrega o se resume en las curvas eficaces del disco de vinil. Hay una antigüedad cercana que nos precipita a escuchar a Billie Holiday, a recorrer la ruta vocal de Bessie Smith o el sonido metálico de Miles Davis. No queda nada fuera del poema.
Con el título I Want to Be Evil se imagina el rostro ausente de Jagger en Simpatía por el diablo, aunque éstos, el diablo o el poema, lo hayan obviado. Y un diario que Mingus acomoda en los versos de Santaella para continuar su escala creativa.
Retratos, correlatos del gusto de quien —de pronto— entra en la mirada de Mark Strand o le facilita la eternidad a Felisberto Hernández, mientras David Bowie se acomoda el rostro. Más allá, Coltrane vibra en la membrana auditiva del corazón de Dios, traído por un momento para destacar la presencia de Un hombre elegante.
Cada texto, verso o prosa, tiene un destino: ser para seguir siendo el tiempo no perdido.
Un demonio es también un poema construido con la música de quienes son himnos de aparecidos.
Daemon fue publicado por LP5 Editora en la colección de poesía “Plateado sobre plateado”, en 2022.
- Canto a la vida 4.0, de Gaspar Pugliese Villafañe - jueves 21 de septiembre de 2023
- Caroní, polvo de oro, de Marisol Marrero Higuera - lunes 18 de septiembre de 2023
- Rigor del silencio, de Jesús Enrique Barrios - lunes 11 de septiembre de 2023