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El hilo de Miriam, de Cesia Hirshbein

lunes 28 de noviembre de 2022
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“El hilo de Miriam”, de Cesia Hirshbein
El hilo de Miriam, de Cesia Hirshbein (Ediciones del Lirio, 2022). Disponible en la web de la editorial
“Armonizar el tejido con los recuerdos…”.
C. H.
“No hay libro mío que no hable de algún modo de esto: del proceso forzoso y empobrecedor de la supervivencia”.
Imre Kertész
“Os halláis en un campo de concentración, no en un sanatorio, y de aquí sólo se sale de una manera: chimenea arriba”.
William Styron: Sophie

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La memoria persiste. Los recuerdos se entrelazan para volver al pasado, al terrible pasado vivido por los judíos en manos de la Alemania nazi. Era Polonia el sufrido país que cayó en manos de Hitler y luego en las de Stalin. La Polonia de los carceleros, la de los cancerberos, la de los esbirros de la esvástica encargados de humillar hasta la muerte a quienes profesaban la fe de Israel.

Miriam le cuenta a su nieta Débora su experiencia como sobreviviente, como personaje que representa a todos los hombres y mujeres que pasaron por la experiencia de Auschwitz, por los campos de concentración donde la vida y la muerte tenían el mismo rostro, pero sin perder la esperanza quienes soñaban con retornar a la tierra de sus antepasados, una vez borrada la tiranía, el espesor de una historia que no termina de contarse.

Son todas las Miriam de la familia de Cesia Hirshbein. Es Miriam, la bíblica, y Débora, la única mujer profeta del libro sagrado. Una representación del alma de un pueblo que siempre fue acosado, perseguido, asesinado. Son todas ellas reunidas en la voz de una que es también familia por la tradición del relato, por haber compartido el sufrimiento, unos en el pasado, otros en el presente a través de las historias que esas Miriam cuentan a la muchacha que la oye, que le pregunta, que llora, que imagina todo lo dicho por la mujer, por la ya anciana que recorrió casi toda Europa hasta arribar a Palestina, la ansiada tierra prometida de Israel.

Y mientras cuenta, teje, enhebra, inventa formas, descubre secretos, anécdotas, vidas y muertes.

 

Miriam cuenta su tragedia, la gran tragedia del siglo XX contra el pueblo del Éxodo.

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Miriam teje con las manos y con la memoria. Y enseña a su interlocutora a sentir que sus dedos también relatan mientras cruzan los hilos para “armonizar el tejido de los recuerdos”, tan dolorosos, tan vívidos que Miriam cuenta, como lo cuenta también Thomas Keneally en su novela La lista de Schindler, y como lo reflexiona Hannah Arendt en sus varios ensayos históricos sobre el Holocausto.

Miriam cuenta desde su experiencia, desde su carne aporreada, dolida, quemada, maltratada, paseada por el gueto de Kosminek, el pequeño pueblo donde vivía; también del gueto de Lodz; cuenta su laceración en los campos de concentración donde millones de judíos fueron asesinados, sacrificados, gaseados, fusilados, ahogados, destruidos.

Miriam cuenta su tragedia, la gran tragedia del siglo XX contra el pueblo del Éxodo, contra el pueblo de Moisés, y por eso el Rosh Hashaná, el tiempo de oración, de familia unida, de festejos ante la mesa plena de platos para celebrar la vida. Miriam cuenta del Yom Kipur, de los rollos de la Torá, de las sinagogas de las cuales fueron extraídos y subidos a trenes y camiones camino a los hornos, a los crematorios, a los campos de exterminio, a la llamada “solución final” del monstruo Adolfo Hitler.

Miriam teje el Holocausto y logra una cadeneta de historias mientras del ovillo emergen las voces del pasado. Es el hilo del tiempo remoto, congelado en la mirada.

El hilo que también usaron Penélope y Ariadna: el hilo de la espera, el de la huida hacia la libertad.

Miriam es la voz de los torturados. Miriam es el dolor de quien escapa a París, a Chipre… hasta llegar a su ombligo original, hasta convertirse en parte del desierto por donde caminaron los profetas, los personajes del Antiguo Testamento, los herederos de la voz de quienes también contaron sus dolores.

 

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Podría afirmarse que el Manual del sepulturero de Liesel Meminger, referido en la novela La ladrona de libros, de Markus Zusak, forma parte de esta cadena de incidentes que relata la voz narrativa: Miriam representa todos los nombres de los sacrificados, los apellidos de los autores de los libros quemados, la sangre derramada de los que fueron conducidos, golpeados como corderos hasta los crematorios, hasta las chimeneas de arriba.

Podría también aproximarse el lector a las páginas de Miranda Twiss en Los más malos de la historia, su libro de ensayos sobre personajes, donde Hitler y Stalin comparten páginas y se destacan como los carniceros que fueron y siguen siendo en la memoria colectiva tanto de judíos como de cristianos, gitanos, etc.

Todo eso lo recoge la memoria tejedora de Miriam. Todo eso queda en los recuerdos que Débora también llegará a contar en un futuro. Todas las Débora.

Por esa razón, para un judío no habrá libro donde no esté la historia del Holocausto, la malograda historia de un pueblo cuya épica ha sido recorrer el mundo entero como viajeros torturados, como viajeros que han tejido el dolor con la fe, el afán de ser libre y ser parte de la comunidad humana, como finalmente lo han alcanzado al fundar el país que hoy tienen en la tierra de sus ancestros. Tierra donde Miriam sigue contando la historia de los crímenes cometidos por nazis y comunistas.

 

Esta novela de Cesia Hirshbein ha quedado como una marca en quien la lee. Es una historia que no ha terminado.

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En 1947, ya en Israel, luego de pasar por otras pruebas en su propia patria prometida, Miriam se casó con Yehúda Mandel. Los hijos, los nietos, la vida como maestra de historia hebrea. La memoria intacta, los años y la vejez. Y de pronto, una llamada telefónica que no quiso atender.

Del otro lado del mundo, en Perú, Débora, la de tantas, pero esta vez la suya de su propia carne, perecía en un accidente de autobús.

“Con el tejido buscaba sanar sus heridas, desenredar lo que traía dentro y reelaborarlo con creaciones de amor…”.

Fueron muchas las pesadillas en Tel Aviv. Pero también llegó la música, la que aún suena en los recuerdos.

Esta novela de Cesia Hirshbein ha quedado como una marca en quien la lee. Es una historia que no ha terminado. El hilo conductor de sus recuerdos continúa tenso, vibrante.

La mano de Miriam cerca del teléfono así lo indica.

 

Mientras tanto, donde quedaba Auschwitz, se puede leer en alemán “El trabajo libera”, la muestra más fehaciente de la maldad humana.

Miriam no deja de tejer recuerdos.

Alberto Hernández

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