Publica tu libro con Letralia y FBLibros Saltar al contenido

La edad de la templanza, de Cecilia Ortiz

lunes 19 de diciembre de 2022
¡Comparte esto en tus redes sociales!
“La edad de la templanza”, de Cecilia Ortiz
La edad de la templanza, de Cecilia Ortiz (dCir Ediciones, 2018).

1

Se puede vivir el futuro si el pasado se desvanece. El presente, como molécula en el organismo del universo, se presiente, pero no se vive, se sostiene sin equilibrio. Quien tiene conciencia del tiempo sabe que el presente no existe, porque el tiempo es gelatinoso, se mueve, es inquieto, hiperquinético, una suerte de tic nervioso que pasa sin molestia alguna. Es un salto inmaculado porque no deja marcas o huellas en el espíritu o en el alma.

Sólo el pasado y el futuro son portadores de la edad. El último instante contiene el tiempo vivido.

La lectura de la poesía es también tendenciosa. Conduce al lector a no estar presente en el texto mientras lo lee porque ya ha frisado el pasado que le obliga el futuro a desechar, olvidar, aunque el pasado, pesado o liviano, sirva para construir experiencia, pero es el futuro quien la traduce, la vigoriza o la destruye. En La edad de la templanza (Caracas, 2018), poesía de Cecilia Ortiz publicada por dCir Ediciones, el tiempo se funda en la memoria, es decir, en el pasado que se hace futuro, mientras el presente es sólo una estrella fugaz ante los ojos.

De allí que la poeta diga:

Momentos lúcidos / Olor a limpio / derramado en el tiempo futuro / que fue vivido / en la ignominia / de un pasado / Alegría de vida / como celaje / de un color divino / para seguir danzando / los aires / con cierta esperanza.

Este es el primer poema de este volumen. Y desde su materia la continuación de otros versos que afirman: “La fortuna de quedarme / en un solo tiempo”.

No somos infinitos. Somos un instante, un futuro imperfecto acusado de frecuencias pasadas.

La voz poética, la del futuro, nombra lo que habrá de venir: “Mañana / amaneceré con más fuerzas / para quererte”.

Es decir, el futuro será momento que habrá de ser espíritu, deseo, amor. No hay pasado ni presente. Y si hubo pasado fue quebrantado por el presente, siempre intrépido y osado por su fugacidad.

La voz del poema vuelve, no desiste: “Temí oscurecer de pronto / Floté en la brisa / Me conmoví de nuevo”.

Los adverbios de tiempo son su andadura.

 

2

El diccionario nos advierte de los sinónimos de templanza: sobriedad, moderación. En tal sentido, la edad congrega estos sustantivos y los incorpora a la gramática de las vivencias. Habla el libro de las palabras acerca de “virtudes cardinales, que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón”.

Esta apreciación a veces sucumbe ante el peso del pasado, el que no ha logrado hacerse futuro sensorial.

Así,

He decidido aceptar
lo que es
lo que fue
lo que será…

La voz se integra a una realidad inevitable: esos tres tiempos posibilitan que el yo sea capaz de ser lo que desea: “Yo quiero / Yo puedo / Yo tengo”, y así los tres tiempos se anudan en el poema, en la vida, hasta quedar asentado que “el uso excesivo” de los sentidos a veces sobrepasa el significado de la advertencia arriba destacada.

Y aparece una duda hecha pregunta: “¿Qué momento de vida y esperanza espera por mí?”.

 

3

Las palabras amanecer y soñar se atraviesan: se hacen parte del despertar de los sentidos.

Para enhebrar ambos significantes, suerte de desprendimiento:

Pronto llegará la hora del descanso
y el ensueño
me liberará del cuerpo
descansaré en ese bullicio
de ratones ensalmados
que saldrán a buscarme
para la fiesta del dormir.

Un salto en la lectura ata el poema anterior a este:

Después la sombra
de la noche
recupera el alma
Vamos de nuevo
A primera vista
comienza
Se endereza
el cuello de la flor.

Hasta “el abismo del otro día”, y así: “Volver a empezar”.

Todos los “recuerdos encontrados” refuerzan la templanza. La edad —un síntoma, como una patología. “No se puede callar (…) En el atardecer / donde florecen otros recuerdos”.

Cecilia Ortiz no ha parado de ser, de estar, de escribir, de andar y desandar. Su templanza, su moderación y sobriedad radica en estar en el poema vertida en poesía: su vida ha sido una permanente lucha contra el bullicio.

Dice: “El final de algo es su comienzo / En la ingravidez de mi andar”.

Sus sentidos, aliviados por la edad, la llevan a decir:

…voy desandando privilegios / consigo despertar / de tanto signo pasado / Solamente tengo que esperar / para volver al bien andado / entrar en la belleza.

No deja de plantearse la inercia de los días, de las horas, de los años, del todo como vida:

Traspasé la cortina / del tiempo / vi monstruos y cerbatanas / Me volví directo al presente / donde los gatos / no son tan pardos / como en el pasado.

Y agrega:

El tiempo por venir / Ya no desconcierta (…) No temo al adiós / Porque estoy nuevamente / de regreso.

 

4

Copio completo el poema que le da nombre al libro:

Quiero la edad de la templanza
El conocimiento precoz
que ronda al ser
vivo y amoroso
¡Cómo he aprendido hasta ahora!
Saber lo máximo
y dejar libre el entendimiento
para esperar las horas
Con la plenitud
de una conciencia ideal
Frutos selectos
Demorados y olvidados.

Dicho está: la templanza, la sabiduría, la selección de todo lo vivido. Hasta el olvido.

Un poemario para la reflexión, para las despedidas y llegadas. Para seguir sintiendo sin excesos.

Alberto Hernández

¡Comparte esto en tus redes sociales!
correcciondetextos.org: el mejor servicio de corrección de textos y corrección de estilo al mejor precio