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La lluvia inconclusa, de José Napoleón Oropeza

lunes 10 de abril de 2023
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“La lluvia inconclusa”, de José Napoleón Oropeza
La lluvia inconclusa, de José Napoleón Oropeza (Rubiano Ediciones, 2022). Disponible en Amazon

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Este es el libro de la espera. O el de un encuentro en el que realidad y sueño se encuentran. Es el libro donde se fragua una relación, un acercamiento a un libro que se escribe en la medida en que se nombra. Esta es la novela de una novela que se hace libro de poema vívido gracias a la presencia de dos personajes que se enganchan en la trama.

Un hombre espera sentado en un banco luego de bajar de un tren. La metafísica de su paciencia lo entrega a mirar “mancebos”, “jóvenes bellos”, amores imaginados que pasan y se hacen celajes, momentos, miradas. Simulaciones. Ese hombre espera a otro y este otro conoce —por intermedio del primero— al que comienza a escribir poesía. El segundo será el lector no accidental sino invitado del primero a pasar su mirada crítica sobre los poemas del tercero. Un trío que proviene de un dúo que se reúne en un local donde trabaja una mujer que resulta ser la madre del tercer personaje.

Pero el encuentro es imaginado.

Creo que se trata de una novela donde la autobiografía juega un papel relevante. El narrador es también escritor. Los personajes acompañantes también lo son. Se trata entonces de una cofradía. O al menos del comienzo de la formación de un clan de “imaginantes”, de sujetos que usan referentes ficcionales para hacer que la vida sea menos pesada. O al menos para hacer que la vida sea la misma que crean en sus textos.

 

2

El título de la novela, metáfora de la espera, de lo que no termina de ser, o de lo que comienza y no se sabe hacia dónde conduce el destino, revela el carácter latente de un tiempo que se mueve al ritmo de quien observa: el que espera, el que detalla a los jóvenes, tanto los que pasan por la terminal como el que trabaja en el quiosco. Cada uno se hace personaje que seguramente formará parte simbólica de ese clan o al menos personajes que serán mencionados en algún sitio de la novela o en los poemas que serán leídos en grupo.

José Napoleón Oropeza, ya nos tiene acostumbrados, ha escrito una novela donde el idioma es también ancla para el lector. Escrita con sumo cuidado, con un lenguaje nada rebuscado. Limpia escritura en la que los personajes como los paisajes aludidos forman un cuadro revelador.

La lluvia inconclusa podría ser objeto de otras miradas, de otros puntos de vista, toda vez que se multiplica cada vez que se lee. Una novela puede ser (o es) muchas novelas. Es el lector quien las reinventa.

 

Toda espera es un encuentro. O con la ausencia o con el tiempo detenido. También una pérdida.

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La espera, la paciencia creadora del personaje, el proceso de creación de una historia dentro de otra.

El narrador cambia de estrategia: el punto de vista se mueve entre la tercera y la segunda personas, lo que hace más dinámica la lectura. Es un movimiento que lo permite el tiempo, esa presencia ineludible.

Toda espera es un encuentro. O con la ausencia o con el tiempo detenido. También una pérdida.

En esta novela el tiempo se congela. Pero igual traslada su densidad con las citas y textos poéticos que usa el narrador para darles vigor a los autores y personajes que habrían de encontrarse con el hablante/narrador protagonista, casi invisible si no fuera por su voz.

 

4

La imagen del pájaro, especie de versión onírica del poema que habrá de ser. O de la novela que va siendo. Genet vierte el epígrafe con la anuencia de lo que sería el después de la escritura.

La novela es —al comienzo— la llegada, el arribo a un lugar predestinado. La novela es —al final— una computadora, una laptop (otra llegada) que cierra el viaje, que cierra lo ya terminado, la novela escrita gracias a la presencia ausencia de quienes se pasearon como fantasmas por las páginas que el narrador ha dejado al arbitrio del lector.

Es también la escritura de un acecho. Un alguien invisible no llega. O se ha quedado suspendido en la memoria. En un recuerdo. Podría ser una recreación. Un asunto que continúa vivo en cada línea que se traza.

 

5

El gallo podría representar el tiempo, la misma espera. La ausencia.

La realidad sólo existe, ahora, en una laptop que se cierra.

El personaje llega, se instala luego en un hotel. Se encuentra o desencuentra con quien nombra, con quien habla de literatura, de poesía. Se novelan. Se disipan. Se borran. Se dejan esperando. Desaparecen. Quedan en la pantalla.

Los personajes han quedado atrapados en la misma espera, secuela de una suerte de espionaje narrativo que confirma la fortuna de una historia que se resuelve con el eco de quienes también son creaciones, como la novela o los poemas destinados a conformar una lectura más prolongada.

Alberto Hernández
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