
“Cómo puede ser mío el poema no escrito aún”.
Luis Barrios Cruz
“No es que mi ciudad haya sido destruida
No se trata de calibrar las consecuencias del desastre
Hacer el recuento de lo devastado
Enumerar y clasificar sus ruinas…”.
Gustavo Valle
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Dos personajes transitan por estas páginas convertidas en una ciudad invadida por la desolación. Samuel y Raimo se sienten perseguidos. Son fugitivos que se mueven entre la realidad y la ensoñación: entre un sueño compartido aparece el título de un libro que aún no ha sido escrito: “El sol de los días muertos”, suerte de metáfora que respiran a diario en medio de “cooperantes”, enchufados y fantasmas visibles en un paisaje urbano derrotado por la corrupción política de un régimen militar.
Mario Amengual nos relata desde la distopía en que han convertido a un país. Sus personajes son sujetos que representan la derrota, el miedo, la dislocación psicológica. Dos representaciones oníricas, porque parecen que se sueñan en medio de la realidad de un paisaje enmarcado por la pobreza. Son duendes de carne y hueso que recorren la urbe y viven agitados por la idea de estar permanentemente vigilados.
Samuel, de unos sesenta años, y Raimo, de unos treinta, comparten los mecanismos de una historia que se decanta en la penuria: el agobio forma parte de esta novela en la que se ve claramente la topografía de una ciudad donde el narrador ha vivido y ha soñado. Pero más allá del narrador, quien cuenta con facilidad por el manejo fluido del lenguaje, la historia forma parte de los quebrantos de quienes deambulan por esta polis peligrosa, trazada por la precisa sintaxis de quien la describe y la narra como si se tratara de otro personaje. Y también por la precisa mano de quienes han tomado el poder y lo ejercen con la gramática de la opresión y la inclemencia.
En esta obra de Mario Amengual se percibe la presencia oscura de una obsesión: el libro onírico, el libro del sueño.
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El sueño ha sido de ambos: Samuel y Raimo sueñan lo mismo. Y en ese sueño aparece el libro, el libro que no se ha escrito aún pero que debe contener los misterios de quienes lo imaginan, más allá de la realidad circundante, posiblemente un juego metonímico relacionado con el deseo de un país distinto al que los personajes viven.
¿Se trata de un libro que abre el camino hacia la libertad? ¿Es un libro esotérico que combina la presencia de personajes extraños, atrapados por la mano siniestra del régimen para espiar a los angustiados personajes, dupla de una síntesis colectiva?
En esta obra de Mario Amengual se percibe la presencia oscura de una obsesión: el libro onírico, el libro del sueño, podría haber sido vertido por la mirada de Carlos Ruiz Zafón, autor de El juego del ángel, en el que un autor “recibe la oferta de un misterioso editor para escribir un libro como no ha existido nunca…”. Esta idea, probablemente exagerada, tendría explicación en el hecho de que el libro no ha sido escrito, razón por la cual quien lo expone en el sueño a los soñantes los busca como autores, señal de que el libro sería la misma novela que Amengual ha escrito y quiere seguir escribiendo.
Algo kafkiana, la narración recoge episodios donde la ciudad, el entorno urbano, es un espacio maltratado por los gobernantes: la miseria, la corrupción, la oscuridad, el crimen, la impunidad, el misterio, los laberintos o callejones por donde discurren a veces Samuel y Raimo semejan las peripecias del personaje de El Castillo.
Los personajes de esta novela de Amengual viven como en un gueto. De lugar en lugar emprenden el retiro a una casa que, según ellos, los salvará de la realidad circundante, de los cooperantes, de los perseguidores. La casa, posible símbolo del exilio, queda pendiente en las últimas líneas de la novela.
¿Se van los personajes a la casa, a la seguridad de un espacio donde podría ser posible escribir ese libro? ¿Tiene el título que ver con la realidad de un país oscurecido cuyo cielo ha sido cubierto por la sombra del crimen y la pobreza?
Quedan estas preguntas que seguramente Samuel y Raimo podrán desarrollar como respuestas en una próxima entrega del autor maracayero.
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