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Px, de Reynaldo Pérez So: lectura de la agonía

martes 1 de agosto de 2023
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Reynaldo Pérez So
La poesía de Reynaldo Pérez So siempre ha estado signada por el despojamiento.

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Lectura del desamparo, del hilo delgado que nos acontece entre el silbo de la agonía y la muerte, ese “tener miedo / y te pido que me lo hagas soportable”, la voz postrera, la que cree apagarse en la sala del hospital.

Lectura sobre el lomo de unas palabras que han sido depiladas para poder encontrar el escondrijo del final. Reynaldo Pérez So, poeta, médico, nos entrega Px, editado por Ediciones Poesía (Valencia, 1996), diagnóstico donde los vocablos sintetizan el síntoma: “terminó sin darse cuenta / en la Sala A del hospital / como Px y tuvo su nota / de ingreso junto a la de sus dos hijos…”.

Por supuesto, se trata de indagar en ese que mira desde su lecho el desconcierto, la cara de quien sabe hasta dónde podrá llegar el tiempo en un cuerpo de ahogos.

 

2

La poesía de Reynaldo Pérez So siempre ha estado signada por el despojamiento: en Px asoma un estadio diferencial que nos sitúa entre la otredad (el otro alejado, el que nos mira para hacerse de almas ajenas) y la alteridad (el otro que somos y queremos entregar).

La muerte —o la vida prolongada en agonía— desata el lenguaje de una alteridad derrotada. El médico sucumbe frente al cuerpo inerte de su esfuerzo. Como la palabra hueca, como la noche sin fondo. En poesía la constante es y ha sido borrar los límites, y eso es lo que ha hecho Reynaldo Pérez So en Px, un libro en el que el poeta valenciano muestra al otro, se afinca en “un” otro que lo mira desde la opacidad de la muerte, desde el agujero vaginal donde se asoma otra muerte, la que se ve desde afuera, porque la muerte física siempre ha sido la fuerza invisible del espíritu. En la agonía se encuentran quienes han experimentado el dolor del silencio.

 

3

La voz del poeta se estaciona en el dolor, en la impotencia, en ese saberse indocto frente al próximo designio: “ayer se murió este / fue muy tarde / pero este otro está esperando darlo de / alta y vaya / a su casa / que es mejor morir viendo el cielo / y donde los gases arteriales circulen / silenciosos / dentro del cuerpo de uno / en el silencio de uno”.

Ahora —desde la lectura de la muerte— el médico está en la agonía del otro. La agonía de una lectura que tiene como texto el entrañamiento, el alejamiento de un yo en la medida de querer salvarlo.

En ese otro inerme está también la muerte de quien enfrenta sus cuidados y temores.

Poeta y médico, otro más, disminuido, lleno del que se vence o se resiste al silencio.

 

4

Aferrado a la referencia, recurro a Cuerpos y almas, de Maxence Van der Meersch, para saber de “las casas de la muerte (que) son / hospitales donde crecen los médicos / que observan signos y síntomas / sobre la mesa de la cama…”, para luego arribar oscuro y sombrío a “Tanatorio”, de quien fuera Carlos Contramaestre. O instalar la angustia cotidiana en las páginas de “Informe médico”, de Vicente Lecuna Torres.

Este texto de Reynaldo Pérez So nos aproxima a un lenguaje en el que el poeta asocia la ausencia con la mirada de quien sabe que esa ausencia libera un aprendizaje (claro, más allá de la lengua), que funda una poética, la inasibilidad, la desnudez y la inocencia de la agonía. ¿Acaso encontraremos los signos de la vida en una agonía que definitivamente nos abrirá el camino hacia la gran enseñanza que es la muerte?

(Este texto pertenece al libro inédito Crónicas invertebradas. La nota fue escrita en 1997).

Alberto Hernández
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