
I
Veintisiete años después, Roberto Bolaño escribió Nocturno de Chile, donde la muerte no es una jugarreta literaria, no es una ficción, sino la muerte, la verdadera, la provocada por la sombra de aquellos diecisiete años de crímenes provocados por la dictadura.
Dejar atrás la piel de un país que te pertenece, la muerte de los que te acompañaron, es morir igual, pero no completo, lo que es peor.
Bolaño, quien vivió en México durante su infancia, regresó a su patria un año antes del golpe de Augusto Pinochet. De manera que sólo pudo disfrutar de su tierra poco tiempo, puesto que se vio empujado a regresar al extranjero. Esta vez, España le abrió los brazos y allí decantó la obra que hoy todos nombramos con confianza aun cuando no la conozcamos en su integridad. El premio Rómulo Gallegos sirvió para que la curiosidad de los lectores venezolanos se inclinara sobre los tantísimos títulos que diera a conocer este afanoso escritor chileno, muerto a los 51 años.
Más allá de su obra, de la cual se encargarán quienes más la conocen, dejo en esta crónica parte de la miseria sufrida por quienes tuvieron que abandonar el mapa de aquel país mordido por el frío del Polo Sur.
II
Aquel agobio, este exilio, porque dejar atrás la piel de un país que te pertenece, la muerte de los que te acompañaron, es morir igual, pero no completo, lo que es peor. Y así, el exilio, fenómeno que se hace parte del receptor del perseguido. Un exiliado es mucho parte de quien lo recibe. Se es exiliado cuando se conoce la historia del otro. Y así sucedió con Chile sobre todo, porque la tragedia provocada por Pinochet hundió una daga profunda en todo el mundo. Un inmenso dolor cabalgó los Andes y en todas las lenguas se expresó el crimen.
Por eso Nocturno de Chile, por eso Roberto Bolaño, un sureño que abandonó su patria a los 20 años y dejó para siempre el mundo a los 51. Fue un eterno exiliado que se hizo universal por las páginas que escribió, seguramente pensando en su tierra y en los otros exiliados que no pudo conocer.
¿Quién no recuerda las imágenes, los llamados por radio de los militares? ¿Quién no guarda en la memoria los presos amontonados en el Estadio Nacional, la voz entrecortada de Víctor Jara? ¿Quién no tiene en los ojos las imágenes de los cadáveres apilados en la morgue, tan dura realidad que fue motivo de una película producida por los norteamericanos: Missing, en la cual Jack Lemmon hizo un extraordinario papel? ¿Quién no se dolió de tanto dolor e hizo de Chile una cruzada contra el crimen y el odio?
Imaginamos que por esa misma vía, o peor, andaba Roberto Bolaño, quizá su temprana muerte tenga alguna explicación en esos hechos tan terribles, si se quiere los más tenebrosos de la América Latina contemporánea. Por eso repetir los mismos errores podría parecer una suerte de provocación al terror.
III
Hace treinta años no era fácil tener los ojos secos. Luego nos tocó recibir a tanto chileno golpeado, lloroso, con la mirada perdida en el mismo extravío de su país. Cuántos no fueron recibidos con el abrazo para tratar de aliviar la punzada que también nosotros sentíamos en el pecho, y un poco, entre esos, un muchacho llamado Roberto Bolaño, a quien le tocó aterrizar en España, donde seguramente también le hicieron sentir que regresaba a sus orígenes luego de la tragedia fascista.
Si luego de tres décadas este continente no aprende, estamos signados por la tragedia.
Los signos de aquellos días merecen ser tomados en cuenta, porque por aquello de los extremismos se pueden confundir los deseos. La pasión suele traicionar a quien se ciega con ella. Aquellas horas de la Unidad Popular fueron de traiciones, sumadas al hecho de que el gobierno de Allende no quiso o no supo negociar, mientras los talibanes de la ultraizquierda hacían lo suyo para terminar de provocar lo que luego aconteció.
Si luego de tres décadas este continente no aprende, estamos signados por la tragedia. América Latina tiene que saber compartir pensamientos. Una idea fija, puesta en los mitos de revoluciones imposibles, nos puede conducir a un terrible agobio, y luego al exilio.
Nocturno de Chile significó una larga vigilia. De eso supo Roberto Bolaño. De eso supimos quienes descubrimos la muerte en los ojos de muchos de ellos.
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