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Sombras sobre pestañas

miércoles 6 de abril de 2016
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Sombras sobre pestañas, por Wilfredo Carrizales
Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

Viejo por ausencias. Huelga parir. Pobre asesinato del despido. Los fugitivos se benefician en los retretes. La partera fue primero criada de nosotros en el padecer. La leche se va vertiendo hasta que le llega la extrañeza. El nombre se hace acumulación dentro del creyente. Basta con escribir “iceberg” y ya se siente frío. No hay sucesos y la candidez me pasma. La pulcritud le va a las exequias, no al traductor. La injuria depende de los falsos títulos y de las manchas que se fatigan. Dulzarrón y me afecta en mi sintaxis. La imagen de mi campo y me doy de baja en la forma plena. En vano le hago la cama; en vano le seco el sudor. Agua en la corta distancia y la voz se la lleva el diablo en la boca que se activa. Mañana llega el alpiste y el canario canta y no se agita y, sin embargo, perturba la velocidad del ruido. Al alba se irrita a quien le desbaratan la costumbre. En un hilo, la aguja y su sardina y en la cabeza se pierde la brújula, su resistencia que pondera. La estatua parió su dinero y luego se colgaron los loros de las cajas hechas trampas. Usted y su inmunidad; la lombriz poco locuaz; el mamut en cuarentena; el reloj en el éxtasis del jazz; zigzag del santurrón con aliento de falsa eficacia; abril que atrae a los sonámbulos; el eructo que produce un transporte hacia la mediación de un esbozo grandísono.

 

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Sombras sobre pestañas, por Wilfredo Carrizales
Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

Anzuelos percutidos al fuego: legitimidad a todo trance. El descenso cuelga de los adornos de un espurio otoño. Con falsedad se acometen los pasos de las moscas.

Llámame a la puerta e invierte el cuento que no se corresponde con nosotros. Por alguna parte, la belleza con el pañuelo de tinta. Me molesto al caminar: si anduviese en bicicleta, las impertinencias serían las de un dios. En el columpio, encontramos las vacaciones de las insistentes fincas y de los mundos infieles. Trabajamos con el caldo y en el otro plano, las culpas acompañan a la bufanda. Por las estrellas propias, el ignorante se persuade del intento que defiende su vida. Contra un pariente, la categoría de la mentira. Recobramos la enfermedad y la culpa de la calumnia. Severo para un lance: lluvia con la suerte de la muchedumbre. Vacila entre la palabra y el robo de la fe. En algo, el empleo del gancho y la única línea en el apodo del ingenio. Vagamos por el mundo, zurdos, de piedras y esperanzas contra las mesas: al final, tres asignaturas para la miseria de la educación. El temor se menciona, se contrae y en la sala una tormenta se abate con escombros. Hacia aquí, un aprieto; hacia allá, un racimo por los aires. El hombre se traba a la manera del tiempo, a la norma de la criada venganza. La ciudad, en sí, obligada hacia la proporción de su sustancia. Desde la familia, la limosna y su paz: el tamaño del agua como interés que se zafa.

 

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Sombras sobre pestañas, por Wilfredo Carrizales
Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

Variedad de rastros de hormigas y vestigios de plumas que simplifican las superficies. Un periodo se encapricha y le brota una giba y una toma de agua borbota con afán detrás de las texturas híbridas. La fase más difícil se desholleja con el fragor de los dedos copulando.

Telillas o nubes hurtadas arrastrándose en el leve ámbito de la pereza. Estratagema de lo insubstancial; lengüeta de un reloj requerido en su sutileza. Lo conclusivo se orilla e instrumenta un destello.

Aquellos detalles se extinguieron allende las escaleras. Fue un hecho de estación y apagada chispa. Varios trucos se tañeron para limitar los hartazgos. Una secuencia de manchas se estiró al máximo durante el tiempo de los fallos purificados.

Hubo atavíos que se pudieron multar. Hubo requerimientos de suciedades en las uñas. Hubo lo que no hubo en anteriores inflamaciones. Alguien elucubró un último movimiento y sólo demostró la irrevocabilidad de las cuerdas fragmentadas.

Así se satisfizo el apetito. Engordaron las planchas con sus concluyentes renuncias. Las cifras se ocuparon de las otras opacidades, de los marginales aleteos, de los pálpitos filtrados en andanadas.

Anzuelos percutidos al fuego: legitimidad a todo trance. El descenso cuelga de los adornos de un espurio otoño. Con falsedad se acometen los pasos de las moscas. (Mi sombrero y su umbra se inclinan hacia el fracaso). Se captura una máscara insinuada desde longeva época. Las categorías de lo callado encuentran los pretextos para degradarse. Las destilaciones resuenan y un viento se apura según las reglas de la perspectiva.

 

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Sombras sobre pestañas, por Wilfredo Carrizales
Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

Arruinadas arrugas sobre la herencia de lo desbrozado. Hábilmente se descarrila el diámetro y se separan las circunstancias de la dextrina. ¿A quién afecta la osadía de la desolación? ¿Qué diantres? ¿Algo excepcional? ¿Lombriz de iniquidad?

Un peine vuela sobre las rayas del murciélago en las horas previas al agobio. Lo remoto tremola con la diablura de los desmenuzados signos. A la escritura la traspasa el más intenso reclamo. La añagaza se posterga, a la defensiva. En honduras, algunas flechas se consagran al deleite. ¿Cómo se deshoja el indefenso cuando siente el rango del carbón que lo reduce? ¿A tientas? ¿Usurpado?

Un fogonazo se solapa y es puro instinto su estilo. Junto a él, la prueba de una metralla. El toque de inflamación se allega a propósito. En los flacos perdura un atisbo dulce. Más allá se cierran unos puños y se deshilacha un encanto que afloró.

De buen grado, la mosca se amordaza y desliza un nudo para formar un segundo piso. Ningún éxito aconteció con la maniobra del domingo; ningún auxilio se postuló para los viáticos del ordinario.

Un pie se arrebata e incursiona debajo de la anticipación de los ojales. Los intermediarios se aproximan a los arcos de los reflejos y juran por los terrores anteriores, aquellos consagrados por el extranjero del presagio.

Puesto que la prudencia se hizo extraña, las tenazas se obligaron a adelantarse en el proscenio. Allí, los ominosos antepasados del pillaje se dieron cita y cenaron mariposas nocturnas en escorzo continuado.

De una vez por todas, las huellas fueron mencionadas en el informe del caminante de páginas. La relación arraigó por sus fundamentos. Se destacó, sobre todo, la anticipación de lo inevitable.

 

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Sombras sobre pestañas, por Wilfredo Carrizales
Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

…Y vi flotando y rugiendo a un tigre con la luna llena adentro. Luego yací bajo los escombros de la bruma y me di cuenta de que estaba ausente, zambullido en el interior de unos ojos contrarios. Volar al cielo no era una vía fácil. Debí vaciarme y templarme en una huida con apodos y enredos. Ante el consejo extraje mis carrizos para los banquetes. Me sometí al naufragio de la necesidad y la noticia se divulgó entre todos los amantes de la elocuencia. Me sorprendí a mí mismo tras el muro de una ingrata llovizna. Resistí a la avalancha de preguntas y renuncié a rendirme y a convertirme en algo remoto. La viuda que me perseguía se transformó en pesadilla y ya no hubo quien encendiera la lumbre. Por un atajo, me dispuse a morir de buena salud, pero mi alma se encajó en una playa al descampado y entonces pude discernir una mañana de los demás fenómenos del expediente del tiempo. En un banco, me encendí de pasión por una muchacha que sufría de escalofríos en la sequedad. Me encaramé a un tejado y contemplé, sin restricción alguna, a los árboles que se disolvían al encontrarse con su suerte encajonada. Una península omnímoda mostró su superioridad entre los parámetros del refluir. Mucho más lejos, una paradoja se resalaba y continuaba yuxtapuesta y la prioridad no la tornó ilícita ante los accidentes que culebreaban. (En realidad, se debieron difuminar las intrigas y los sucesos acarreados a lomos de los tontos. Entre las esperanzas y las rocas, se propagó una minucia que sorprendía al carecer de sosiego. De la muerte, se hurtó su fe y el capricho de su viraje).

Wilfredo Carrizales
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