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A vuela pluma

lunes 30 de octubre de 2023
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Textos y collage: Wilfredo Carrizales
A vuela pluma, por Wilfredo Carrizales
Collage: Wilfredo Carrizales

1

La lluvia de octubre se desliza por encima de mis pies y cada trueno, por encima de mi cabeza sin protección. Relampaguea dentro de mi pecho desde nubes alojadas en un cielo que se voltea con intermitencias. Mi vista se llena de reflejos doquiera se posa. De modo temporal, la ola de calor ha sido vencida, pero en cualquier momento retornará con aumentados bríos.

 

2

Vislumbre del idus del octavo mes. Colindan los ídolos empapados con el borde de mi casa y su agua entre matojos. Me niego a divorciarme del connubio que surgió de las migraciones de los remolinos y las chispas. La tempestad parece que viajó en naves un tanto serenas. Me elevo para diluviar debajo de la regadera y luego recoger las espumas a intervalos.

 

3

Nada semejante al nácar vino en la víspera del ocaso. De ritual en ritual, se turnan las formas del gnomon. Olfateo brisas de mirra, cuya procedencia se ignora. La pesadumbre hace un pacto y se aleja por incontables momentos. Se escuchan palmetazos en jardines vecinos. ¿Acaso las hojas tratan de ponerle correctivo a los tallos que no crecen? Un reparto de savias surgirá seguro.

 

4

Ruidos de las pequeñeces en punta. Periodos de los adornos en los recuadros. Se mina el terreno alrededor de los brillos de los dedos. Lo arraigado tira de sí y no se queja. La ropa es tendida buscando lograr un mayor tamaño. Trashuman los grillos evitando lo perplejo en dirección de los senderos que se tuercen a escondidas. (La vida persevera y se colma de derechos).

 

5

Ladrillos con historias andadas con ausencias de relojes. Existencias encarnadas en seres que se despiden. Después se imitan los cofres que contuvieron láminas y pezuñas y si alguien llama a la puerta se le atiende y se le aprende. A cualquier sonido se le corta y se detiene su movimiento. No hiere lo escabroso si se le cansa. No se debe incitar al pestillo a que haga de las suyas.

 

6

Punzantes las espinas, pero no quebradizas. En su inmovilidad, la mecha del cirio engaña a los huéspedes. También pueden prenderse las telas y desperdiciar la combustión. Lo contemporáneo, asimismo, posee su profanación y su falta de pureza. Los atributos de las cosas se enuncian entre locuciones no atendidas. Los papeles perdidos se ajustan a la quietud que les afecta.

 

7

Rajaduras consentidas en los muros frondosos. ¿Y para qué? ¿El conjunto no agrede las mentes? Mejor sería contemplar el salto de los fuegos tras las fortalezas indefendibles. Pienso en los organizados paseos a través de cercas en derrumbe, donde antaño sacrificaban reses para embutirlas dentro de la tierra. Hoy —creo— se cuajan otros ritos, otras evacuaciones.

 

8

Acechan los aceros; acertamos en elegir el don de la casualidad. Los crucigramas se han clavado encima de las cáscaras destruidas a cuchilladas. Un hombre ayuda a estornudar en el refugio del acimut y recompone el almidón cruzado por verticales. En mi regazo hay cabida para todo tipo de significados. Al mismo compás de otro personaje sin nombre impelo a mis zapatos a ajustarse.

 

9

Conversación junto a un automóvil indigno de alabanzas. (Suben los cuernos de la luna y los meteoros se ponen a la defensiva). Me recojo el pelo y las mangas de mi camisa: temo que un inoportuno estallido de átomos destroce mi albedrío. (Un enorme escándalo se acrecienta en las calles y su función inquieta a todos). Amanecerá con los ventanales faltos de ligereza.

 

10

He vuelto a encontrarme con el basilisco de las calzadas. Continúa atribuyéndose el monopolio de lo fabuloso, pero el último reyezuelo lo acosa para que desista de su presunción. Yo sé que el reptil aniquila con su mirada y por eso le doy la espalda mientras lo abordo. Antes de marcharse, el saurio me ofrenda parte de sus escamas y yo le regalo una verdura de los sauzales.

 

11

La gordezuela se abotarga por la unanimidad de la sedente tendencia. Ella se redondea y piensa en guijarros; se enfrenta a su rostro y se pone gafas oscuras. La dama de la grosura suda gota a gota y se adjudica una breve riada. En cada sorteo de grasa, gana con ampulosidad y se ceba a conciencia y pronto adquiere la silueta de un botijo y, no obstante, no la detesto y le encuentro cierta gracia.

 

12

Sueña para dormir y lo soñado encuentra su local en lo que se eterniza. La soñadora no es ilusa ni por asomo y la realidad de su sonrisa sorprende a los extraños. Ella se adecua a su imaginación procurando que no se falsee. El ahogo no se aparece en su sueño y si algún día despierta, la ventura será posible y le agradará sobremanera. Y en la soñolencia irá su convicción insomne.

 

13

Peces y preces y nada la inmensidad reducida de los colores. Agua para los saltos y naturalidad en las aletas. No se precisan peceras ni prolongaciones de corrientes. Visión de redes con anzuelos colgando y en los flancos, pectorales desarrollándose. (Piadosamente sucumben las rémoras y el aire se hincha y la pez no se destila). (¿Sucedía el cardumen a las huevas o el desove era caviar?).

 

14

Liebre merodeando contra la correntía de lo silvestre. Objeto de caza en escenarios carentes de madrigueras. El lepórido brinca y un lebrel lo pierde y sobreviene el conflicto. Mamífero costeando a veces los lagos y no pierde la cabeza, aunque sea cobarde. ¿Dónde sus orejas? ¿Adónde sus dientes ocultos? Si se alza entorpece los anticipos del provecho y la buena mesa.

 

15

Camello canónico de circo de camino. Rumia por todo lo alto y cavila sin cesar. No joroba al por menor y siempre queda aguardando a los mayores. ¿Podrá flotar con su baba gruesa y devenir en garañón con amplia artillería? De su estiércol obtiene la droga para acumular espejismos, él, extremoso a conveniencia… Y del arte de conducir caravanas es más que un aficionado sin yugo.

 

16

Un pie presta su dedo gordo para atornillar los sabañones. ¿Cómo colgaban los pies de los carruajes antiguos? El pie ejecuta lo que se le antoja porque tiene derechos inalienables. ¿Y serán los amigos sin pie quienes los patearán? En pie de igualdad no hay manera de que un pedestre sojuzgue a otro ni le pida piedad ni callos imantados. Volver pie atrás sería quedar cojo o rengo.

 

17

Reminiscencias para contemplarlas mientras disminuye su intensidad. No acaban nunca de llenarnos los sentidos y las citamos para ensayar las memorias flojas. “¡Ah, eso está muy bien!”, asevera el dispensador de alertas y no permite que nadie lo remolque. ¿Hacen remilgos los recordadores de pasajes olvidados o los reiterativos en estilos que jamás agradaron?

 

18

Hállase una herradura entre cientos de clavos y se acomoda según sus extremos. La herrumbre es su combustible para la supervivencia. (A los lados todo hierve y la heliolatría resucita). Ella henderse quisiera, mas la detiene un herbario que le grita. Y al herradero van a dar los pedazos de latón. Y así se guarnecen los orificios que se deshierran y un aceite se lastima porque no brilla.

 

19

Verme componiendo dibujos sobre la verja. Verme yo considerando la cualidad de la cancela. Quémese la casa, apártese el humo, pero no afirmen que es inverosímil. Lo confuso se adjunta a lo escurrido y después se anuncia la predicción que asusta. Los sucesos se preparan desde molduras estrechas y los capítulos se hilvanan sin emplazarlos y acaso ocurran disparos de cartuchos mojados.

 

20

Hedores de las guerras. Casus belli a la mano. Banderas negras contra banderas blancas y los muertos movilizados por la ley marcial. Las bombas lanzan sus alaridos de paz y la deseada tregua hala más mortandad. Los guerreros no parlamentan: todos desean la alborada de la victoria. Al fin vencen quienes fabrican las armas: estrategas de las ventas, de los estragos y las degollinas.

Wilfredo Carrizales
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