Textos y collage: Wilfredo Carrizales

1
Ellas estaban donde se suponía que debían encontrarse y se acumulaban botellas, deseos y gemidos. Emanaba poca elocuencia y luz, pero se originaban encantos y se desprendían todo tipo de olores: sospechosos, rancios, aromáticos (enlazados a la retama), de sahumaduras, voluptuosos… Incluso fragancias que se sospechaba provenientes de hermafroditas. La cópula era de libre elección, pues lo carnal se consideraba asunto de adentro. Polos de las hembras y pelos en su henchimiento. Se atravesaban los fluidos y se llenaban de favores y atenciones. Hermosas rajaduras excitaban a las pupilas con sus purpúreos espolones y, sin cesar, crecían los sonidos articulados (muy lejos del padecimiento) de las figuras que levantaban las piernas y los brazos y extendían los talones y las rodillas y que no se resistían a las caricias cerradas ni a los lengüeteos que hacían vibrar el esplenio. Visualidad indemostrable, mas la intuición lanzaba sus derroches cual pedúnculos.
2
Ningún freno a la conducta de las leales erotizantes. Ni una de ellas ha caído en las redes de los moralizadores. Mujeres de toda laya insinuando sus pezones, sus axilas enrojecidas y ya depiladas. Es de exaltar la blandura de sus labios y de sus sonrisas transportadas, pero no sospechosas. Y se generan, por doquier, historias de amores en plan de superar lo débil y asirse a lo turgente. Claro que ocurren desfallecimientos que moldean las constituciones corporales y luego se ofrecen trepidando sobre ondas de sudor o siendo haladas por manos diestras y retorcidas.
3
Se cree oír exclamaciones junto a un otero esbozado sobre una pared donde se peca (según los prejuicios judeocristianos). Giran los muslos y con el rabillo de los ojos se disfruta de las excitantes escenas concitadas de antemano. Acciones que van de lo genérico a lo especial, de lo mordaz a lo vivo, de lo exasperante a lo tremebundo. Nada impide los goces más supremos: aquellos que se sumergen en los cálices recién retoñados y expandiéndose en un culmen de pulpas rosáceas.
4
En tropel, carente de tropelías, avanzan las mancebas hacia la ejecución de sus artes de contorsiones sobre muelles cojines diseminados en todos los ángulos de las salas expeditas. Diferentes tropiezos se cometerán entre parejas de hombres y féminas y, en paralelo, una persona asignada e indiscreta irá anotando los eventos con minuciosidad. Los focos caerán a la manera de barajas de múltiples usos hasta superar los obstáculos que se interpongan en su descenso. ¿Quiénes no se verán retenidos brevemente por los fulgores que acometerán compases inauditos? Empero el conjunto de humanidades entrelazadas tenderá hacia una complicación de los espasmos y las audaces salivaciones. Al final, se habrán labrado surcos a lo largo de las pieles.
5
Voces y volteretas, atrás y adelante. Los sentidos queriendo enloquecer en redondo, buscando contradecir el llamado “sentido común”. Zambullidas dentro de las sudoraciones; zafarranchos para desembarazarse de los escrúpulos. Zafiros alucinados expresando sus trastornos y sus descaros. Los corazones y sus pálpitos desorbitados no quedan a la zaga y el apoyo incondicional de válvulas y bombeos no sucumbe a ningún odioso interdicto… ¡Ah, la libertad eligiendo la variedad de sus complementos! Y en los muros las descargas de semen, con paciencia, se acopian.
6
Montaje destinado a la selección de escenas. Los músculos se distienden; se apartan los calambres. Todo resulta al modo de irrumpir en un museo de retratos vivientes, pero incompletos. Hay que atenerse a las paradas, a las pausas dictadas por el director. Desfallecen las actrices debutantes, atormentadas por los reflectores que lucen mustiados. (Un lenguaje canallesco y de burdel, bambolea, callado, tras bastidores). No se ha logrado estructurar algo que se pueda designar (humildemente) como “orquesta”. Sin embargo, sobran las batutas y los indecentes aspirantes a virtuosos y los quiebros siguen a las síncopas azarientas en la búsqueda de un leitmotiv que se deduzca de una fuga de los acostumbrados a la siesta prolongada.
7
Bienandanzas de los adefesios en sus apariciones al otro lado de las cancelas. De manera que pueden ser vistos sólo por quienes vigilan las formas de la inminencia. ¿Anteceden los antiguos a los contemporáneos o existe un cuidado para no resaltar al primer parpadeo? Los enfermos se visitan de manera recíproca y hacen referencias a las medicinas que toman y a las posibilidades de mejoras simultáneas. Los presos no se ofenden en público: prefieren los sitios alejados de las miradas de los custodios. La verdad se absorbe y en su lugar adviene lo vacuo y el enrarecimiento del ambiente y, de tal guisa, se acaban las alternativas y los guasones se burlan y evacuan felices.
8
Sus concubinas los destetan y ellos ya no osan vegetar. En el ámbito conexo se aplica la veda a la bigamia y el clímax se enrarece. De la merienda de carne móvil y circunstante comienza a sentirse su paulatina desaparición. ¿Valdrá la pena esperar un relevo, un subterfugio o un placebo? Mientras tanto conviene la viciosa adjetivación y el desahucio de la ingrata sequedad
9
Vellos púbicos altaneros, aun persistiendo bajo las noches con causas borrosas. Se animan las cremas y el chisporroteo de las velas. Las madrastas cambian sus inclinaciones salaces por falsos cantos de golondrinas. (Si no se especifica el cereal se sobrentiende el extravagante). El mosto de las cubas moja las almohadas y luego se desprende un humor que pervierte las gargantas. Las hormas de los zapatos se desarman y los juanetes quedan al descubierto, de modo irremediable.
10
Ventaneros que destilan intimidades y olfatean en las ampollas y estropean las bisagras del decoro. Se buscan cadáveres muertos para subsanar las respiraciones tardías y salen los malparidos y esputan dentro de los agujeros del viento. A alguien lo matan y no muere porque no trasciende y otros prodigios van señalando los desprecios que provocan entre la población de fortuitos aventadores. Que emerjan pues los que piensan en acequias y en desgracias. Que surjan los que hilan sus males con ventajas. Que vengan los que suelen vengarse con los pies torcidos y los dedos vendados. Que se emplacen los zoófagos y tiendan hacia la zonza voluntad y el tránsito de las hormigas de las maderas.
11
Ensilladas y ensiformes las muchachas viejas de lomos deprimidos. La acción destructora de las palabras circunvecinas patrocinando la barahúnda que acabará con la molicie. Por extensión, cánones empezados y nunca acabados. En los tiroteos hay que pensar en las dispersiones en locales clausurados. Y si se echa encima el compromiso para el estropicio, ¿qué recriminar con ensañamiento? La esfera frontal tiende sus forros deliberantes o un círculo la descuaja y la congrega sin persistencia. ¡Todos serán juntados y el arreglo de los mensajes atraerá discordias!
12
Por aquel entonces (es redundante especificar algún lapso) las sombras se marchaban de pronto y apenas unos flecos se insinuaban. Mas el gusto por las mujeres arbitrarias se mantenía a todo trance, contra cualquier parcialidad o imponente arbitrio. De excelente carnosidad se esperaba el componente más apropiado para dientes cabalgantes. Muchos quisieran encargarse de acudir y vestir a la hacendosa que prefiere ser castrada. No obstante, algo cegador acude en su ayuda y de arriba hasta muy abajo del ombligo surge una corrosión que destalla y paraliza.
13
Y se llevó a los cielos inmediatos a una novicia de deseos recíprocos, con bolsa de fortuna y alternancia de estímulos escrutadores. (¡Qué intromisión mental pensar en vagancia sin bagaje y un desplazamiento con la grupa sin salvaguarda!). Se enfatiza: era una cámara, de antiguo, bóveda y alcoba, espacio para la función de desgaste, esencialmente, libidinoso y los vestidos aporreados por las cinturas con un criterio nada restrictivo. Lo exacto del cronómetro daba acceso a un drenaje de signáculos, pesarosos y trasmutados. (Estuvieron los periodos de residencia listos para detener las estatuas mascullantes, empero la aprensión de fantasías no hermoseó el hermetismo).
14
Indesmayables las granujas del panorama silencioso. No corridos injustos ni monitorios. Aunque una pájara sea una monja, no hay razón de peso para ortografiarle el pubis. (En sentido amplio se delinean las conjeturas del aparato reproductivo). No deberían existir únicos culpables de un reclamo de cuello y culo. Eso no cuenta en un discurso sabatario ni en uno con astucia a trastienda. Y, ¿por qué no? Descubriéronse vahídos en plena rojez estacional y quijadas hartas de sosiego y un pesar que descendía raudo hasta los úteros y propiciaba nónuplos de fecundidad.
15
Pretender que las fulanas exageren, que se opongan, a ultranza, al contacto germinal. En cierto momento, las particularidades con suspiros fuera del relato. Por ejemplo, un centelleo sobre el piso ritual del lustre. Y los chorreos de vulvas acuosas en pos del paroxismo más elemental y remordiente. ¿Se sabrá de delitos sin sacramentos, de sexuados reglones traveseros? Una gritería residual se impone a la reverberación que simula cristales. ¿Acaso transcurre el péndulo con su procacidad de epónimos y sus renqueras de repugnancia? ¡Óbitos todos objetados y el trémolo de entrepiernas armonizando con sus apoyaturas para pulular entre lamentos y maldiciones!
- Transitoriedades - lunes 4 de diciembre de 2023
- Sol y sombra - lunes 27 de noviembre de 2023
- Laxitudes y visiones tras ventanas inexistentes - lunes 20 de noviembre de 2023