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Escritos desencallados

martes 3 de mayo de 2016
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Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

1

Escritos desencallados
Fotografía: Wilfredo Carrizales

El tejado gotea del agua, mientras me pongo en evidencia al quitarme unos guantes de una actualidad sin liberación. Un artista con sueño se desentumece las piernas durante las vacaciones que esgrime.

Difícilmente se mitigarán los domingos. Se hundirá un frasco en el fondo de la bastedad. Ahí habrá un relieve de una nutrida lluvia y de un incendio que se dilata al compás de los corazones.

En las últimas, un prisionero extrae la raíz de la exuberancia y luego una rabia satisface un capricho. (Un animal feroz deambula por el túnel de la imaginería y se alimenta con pasas y marchitas berenjenas).

A falta de un libro, he tenido que enterarme de todo a través de mi propia ociosidad. Recibí, a posteriori, una torta rodada, terriblemente incomible, de mi más chistoso vecino. Algún día lo degollaré y con hilo de hilvanar le coseré la oscura garganta.

 

2

Fe de patos y pelos rubios en la sopa. Una estrella se fuga en el ínterin y forma figuras semejantes a cuchillos de carnicero. Sólo caeré en una trampa si me lo propongo con adelanto y sumisión. En mi detrimento, me haré soplo de aire, red sonora o cinta que cuelgue de una higuera.

En pleno verano, trabajaré encima de la verga y sobresaliré en locuras y un montón de gente se pondrá de mi lado y sabré mucho de los toros que comen castañas y se ponen fuertes para combatir en el redil.

 

3

Escritos desencallados
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Nos citamos y perdemos la costumbre de odiarnos. Entre el perímetro de sus caderas alucino y me relato como abejorro. Después del toque de acoso, me prometo ser pescado para una guardería infantil. Pico en mi anzuelo y al rato, vuélvome lonja de una sentada.

En otro tiempo, frecuento un lugar por donde ella anda y desanda sin decir quién es. La atormento con recuerdos y le lluevo a cántaros hasta enchumbarle el entendimiento. En condiciones de inferioridad, destruyo el regalo prometido y en medio de esa dificultad me vengo a ras de la noche.

 

4

Ayer nací bisoño e inmediatamente llegó la colisión. Elevé una bandera de contraste otoñal y miles de virus prepararon una durísima jornada. Sin embargo, salí ileso, mas no iluso, y encaramado en mi autenticidad grité ¡arre! y el día se espantó y salió despavorido.

Supe de abucheos en la lejanía, pero clavé los codos dentro de un lodo poco sobresaliente. Con hipo, entonces, tuve una idea más grande que una ocurrencia: hipócritamente le rayaría las piernas al idealista del club más próximo.

 

5

Escritos desencallados
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Incandescencia y flores con lunares sobre la época que se inclina y no llega a caer. Los desconocidos portan sus entalladuras e interceden por las casas de las mujeres de tácitos deseos. En el interior del país, se asoman a las puertas unos gamberros cubiertos de alabanzas. Unos falsos fantasmas enarbolan unos cucharones y sirven una sopa de ojos de loba.

 

6

Trajo las luces y fue accidente sin consecuencias. La lucha del mar ganó en lubricidad. A través de un agujero relució un vapor que mordía con sus nudos. Conforme, lo hube leído.

Me llevo consigo a rastras. Nunca falla, aunque es un chaval. Al atardecer, de puntillas, habla con un ojo tétrico y con el otro alquilado.

Lumbago con resplandor y ensalzo el terreno de la potencia. Un bizco de mala fama me bordea y me aturde. Más tarde lo cato de lejos y le envío por correo una imagen de una guillotina de segunda mano.

 

7

Escritos desencallados
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Se macera la mariposa en agua de comunión. Líricamente hablando, resulta una delicia. Para no andarme con rodeos, mastico mis cabellos y pienso en un fiambre de antaño, de memorable recordatorio.

Arribo abajo y entre mapamundi y maquetas me trato como a un autor de caballas y lombrices a la fuerza. (Presiento que los astros ya no se mueven o que apenas circunvolucionan. A fe que tengo la piel jaspeada). Me llega el aroma del orujo y circulo lentamente en busca de mi salvación.

 

8

Dejo motas a la desconocida marquesa, aquella que se perforaba las orejas con tachuelas. Ella se hacía la menopausia y legaba sus huellas a un manicomio señalado con piedras blancas. Yo anotaba sus gastos y ella me recompensaba con una sonrisa de mala facha.

Al final, le regalé una mascarilla mortuoria, un sacudidor de plomo y un aroma de disimulo. Quienes la vieron por última vez, de fragua y aldaba indetenida, aseguran que la superchería la volvió aun más bella y que en su cabeza una peluca disimulaba su desquiciamiento.

 

9

Escritos desencallados
Fotografía: Wilfredo Carrizales

La mención de los peces siempre fue inútil. De luengas tierras, en todo momento, arribaban hombres con sartenes al hombro. Eran costumbres de reflejos cambiantes y por los caminos, el valor de las cosas se convertía en moho.

Doblemente, las mitades se hacían más pequeñas. La suavidad de las yemas se recogía en vasijas de principios de mes. La voluntad, raramente, se debilitaba y la molicie únicamente arropaba a los pajarracos.

En absoluto, flotaban las monedas, aunque hubo personajes que limpiaban los bolsillos y se encumbraban como maestros, con escuela y todo.

 

10

Cría de arándanos en la mitología en boga. El destino se trasladaba sobre ojos vivarachos. Los hocicos se amordazaban para evitar insultos mudables.

Ya se ensombreció el orinal. La vieja con su verbo imperfecto no sabe contestar sí o no. Por eso, sus herederos pronto se autodesignan y se reparten las sombras de los haberes.

El poder cortó todas las cosas. Esos enemigos se volvieron bultos. Los papeles comenzaron a emborronarse y desaparecieron pelos y señales. Sin alcohol, algo resulta que acaso.

 

11

Escritos desencallados
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Atravesábamos los espacios que se nos consagraban, con nuestros pasos y nuestras morisquetas. Así sentíamos el éxtasis del acontecer sin mucho ruido y pocas cuitas. Más aún se imponía una mudez que ya nos cargaba preñados.

La suciedad se aparejaba a gran distancia, en el lugar destinado a las incongruencias de las moscas y sus avatares con los escarabajos.

 

12

Alguien, simbólicamente, deshilachaba la pelota de la erudición. El mes que viene, el gobernador se echará a un lado. De una vez, se arruinarán las escaleras y las palabras empeñadas. Extravagantes alaridos se escucharán en el sentido opuesto de lo humano.

Esas campanas y entonces allá la fealdad o el laconismo. Además, la piel vuelta y el vidrio cardado y una susodicha habitación para el meneo de nalgas y de ardides.

A mitad del pedernal, un diente que se afloja y pone orden. Desde la hogaza se insinúa un maullido y las barajas especulan con la moda. ¿Quién me propuso que compartiera los riesgos, unas manzanas y el aderezo de los diamantes? Di mis primeras zancadas hacia la pifia de rosca. Luego, anduve a gatas, con cebo y nula paciencia.

Wilfredo Carrizales
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