Textos y dibujo: Wilfredo Carrizales
1

En los tajos se insertan hombres como señuelos. Así se cubren de clavos, padecen sus agujeros, se igualan sus filones y se sientan sobre los estribos de las barajas. Alternativamente cavilan o intrigan. A beneficio de domicilio salen del paso, expresan su origen y se avituallan por referencia. ¿Estará en vigor la erudición?
Cien vueltas para prevalecer y lograr el dominio de la virtud. La guerra y las vacaciones e insertar una cita, un encaje, una cadena… El rodeo resulta excesivo y se engasta al pujador. De paisano, de levita, de médico, todo favorece al candidato. ¿Tendrá paciencia? Lo negro se acercará a su cara. Otro tanto haría un ambiente de cambio. ¿Incienso y adulación?
Entre los hombros, el compromiso de lo doméstico. A usted, ¿nada? ¿Sólo meter la llave en la cerrazón? ¿Incitar al tiempo? ¿Inducirlo a entablar un combate? Estado de verano sin dificultades y el aburrimiento se cubrirá de achaques. Un rapto de la modelo para desfigurar al pintor. La embriaguez y la gloria: dupla ejecutada con brillantez y galanura.
La reputación a la vista. ¿Y si se vela con sarro? ¿Se entablará un proceso? ¿Sorprenderá una incrustación? La sepultura podrá ser tachada de nulidad y vaciarse para conveniencia de los armoniosos. (En otra parte, la venta del país, no para luego, no para después: a continuación). Los entrantes y los salientes: se trenzan, se transan. Se aferran al entusiasmo de la idea, no quedan in albis, se reputan por intermedio de sus corotos. Sus manos superan los estorbos. Se ponen de acuerdo: la patria les pertenece en exclusiva; es su burdel y su resquicio.
2
¡Buena la han hecho los prohombres de la república! ¿Explicarán el retraso, el tema del partido, el vencimiento de las penas? Actas de violencia al extremo. Disimulo y carestía. La fascinación me desploma. Yo que soy arisco y poseo hoja de movilización y harina y una ilusión en la familiaridad. Engancho a un pez y mantiene su fetichismo.
Al alegrarse se bajan las persianas. Fiestas para guardar las férulas y jaranear con las nalgas de las madres. Dichos de singular materia en la efervescencia de los espíritus. De siete leguas para agostar y fiarse de los excrementos. Alguien fideliza en una cuba y el eco rebota sobre las estrellas que ya no titilan.
No duran mucho las manos encima del fuego. Un azogado causa sorpresa en las plazas con maneras ficticias. Dícese que la ligereza se cumple escrupulosamente y también que debajo de la fronda un cuco arregla los caracteres de la comedia nacional. El triunfo de la vida, en sí mismo, pierde el hilo y deviene en estropajo. La noticia se telegrafía a través de alambre de púas. ¿Los fines son corrientes, furtivos, enroscados?
A veces, los años transcurren para siempre. En otras ocasiones, si acaso, se atascan y se cubren de muñones. Se inflan los globos y a mandíbulas batientes se proclama la nueva era que (¿seguramente?) vendrá. Estamos sobre aviso y nuestras espaldas dejan crecer malas hierbas. (El olor de la grasa quemada se toma como paradigma). Algunas verdades resuenan en las gradas. Los tarugos son devorados ávidamente.
3
Siempre se meten en líos los hambrientos. Históricamente se demuestra que todo es un plan de broma. ¿Por qué no hablar de éxitos, de hit parade de las maravillas, de los invernaderos que nunca acaban?
Las mañanas nacen del ayer y los ayeres de las excusas, del horror y la jerarquización de la maldad. Excepto las piezas de relojería, todo repugna y horizontalmente las hormonas se alejan de la vista. Un cheque se convierte en secuaz de la decencia.
A su antojo, me dan con la cachiporra verbal y física. Ahí y allí. Aquí abajo. Donde los iconos identifican la miseria. ¿Qué ocurrencia! A mi parecer, ¡que son prejuicios o mala fe!
Me entrometo en mi condición de mueble. Fácil de imitar. Me imagino grabado a los sesenta años y corriendo tras tierras ignotas. ¿Inmigrante sin memoria? Me forjo quimeras. (Ya se sabe: la necedad acosa, acusa).
Por el mar me manejo a mi capricho, pero, ¿qué mar exento de esquilmo? ¿Esquimales revelados con la bajamar, con fuelles y cardaduras y fealdad a montón?
La orden de detención no tardará. Mientras tanto, el teatro prosigue, la lengua vive, el oriente programa un sol levantisco. Por el porvenir se mueve un entierro y los ratones emiten chillidos con soltura.
Los hablantes se entregan al reparto de las palabras. Caben en un palco. Con viento en popa, viran en redondo; con viento contrario, halan las correderas. El ojo echa la codicia y entonces la exageración fuerza la ley y cae un ocio de putas. Decírselo al de las luces, ¿incomoda?
Mortifican los cadáveres no oficiales. Continúan mascullando sus aflicciones. En gran alarde de precauciones se les contiene y se les invita a desaparecer. Toda la gama del espectáculo traspasa las barandas y termina por ingresar en la morada del factótum mayor.
4
Me echo a las calles. Arrastro miasmas y maullidos. De la manera más ventajosa, me coloco mis espejuelos de asno. Mi vestimenta se resiste a lo militar y en los semáforos pujo por cruzar en rojo. Reverbero tras las estatuillas de metralla y yema oscura.
Yo tampoco merezco mensualidad. Puesto que sobrevivo cual molusco tengo todos los ratos perdidos. En consecuencia, se me debilita el horno y se quema la cazuela. Me precedo en singular y no amaino el forraje del verbo. Por ahora, busco a un héroe de cartón.
Padezco de moneda débil. Ya no visto como un señor. Abrevio el gentío que se perdió entre el púrpura y la engañifa. Por todos lados se fomenta la desventura y se fragmenta el pan antes de llegar a la boca. Se desembuchan los trozos acometidos por los suelos.
Mis músculos y mis entenderes se acoplan bastante bien. Traduzco las misas de difuntos para no aburrirme. Siempre hay una sombra castrense acechándome. “Volvamos a nuestro asunto”, le ordeno a mi alter ego y trepamos al púlpito. La sangre pica y se riza.
Me amotino con la música que baila suavemente dentro de mis zapatos. De cabotaje citadino navego entre fantasías de guisados para certificar mi hambre que no cesa de agrandarse. Ataco los nervios, pero no me niego. Una chicha me felicita desde su sustantivo y siendo yo no conformista, me especifico en un imaginario confort.
Escucho ojos de gallo y me los trago. Huelo ciclos de enología y los absorbo. Palpo arbitrios de tortillas y no los desmerezco. Me miro de alzada, prófugo no eficaz de lo famélico, y compenso las deficiencias con una dinastía de sueños en opíparas mesas.
¿Será cierto que, muy cerca, se ha fundado un régimen de hampones, una cueva picaresca moderna que, insaciable, lucha por redimirnos y ataviarnos con sus roídas banderas?
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