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¿Estaba la nieve descansando o era ya camino?

lunes 6 de agosto de 2018
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Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

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¿Estaba la nieve descansando o era ya camino?, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Nievo. Nevé. ¿Me llevará el viento? Me ubico y me dirán que es verdad. Sólo de mí depende la veracidad. Ven conmigo y cantarás la canción fría. De ti esperaría un recuerdo. ¿Murmurarán los setos, los bardales? Bien me pueden llamar dichosa y llevarme al norte a través del este. Llegó la tarde y así lo divulgué. Quien me quiere no tiembla en mi presencia. Cayeron sin estrépito unas huellas y señalaron cuanto podían. ¿Qué es eso? —me pregunté y no se quemó el aire. La geografía inmediata se refería a la mía propia. ¿Quiénes transitaron? Nadie y todos. ¿Cúyas aquellas líneas?

Alguien bosquejó algo sobre mí. Luego resultará un enigma. Nada se opone a mis designios. La ciudad la inventa la distancia y aquí gobierno yo. Ningún ente puede obrar contra la facultad de mi ámbito. No existe un día cualquiera, sino el día que yo concibo. Ni el sol se atreve a tender sus rayos ni su lumbre. Por montes, cunetas y campos cunde mi ejemplo. Las aves y las bestias van despertando con mi blancor y después no vuelven a dormir. Natura se inclina ante mi oficio y el pasado se hace presente con más futuro. Temía que surgiesen postulantes de fronteras con sus hitos y sus marcas, pero sólo aparecieron unas formas oscuras como herrajes vegetales. Unos sucesos son mis causas, mas no todos. Me he hallado extendida y quepo en lo que me concierne. Mi duración no se estará perdiendo con la admisión del tránsito. Adopto el accidente y no me quejo.

 

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¿Estaba la nieve descansando o era ya camino?, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

He de andar. Valdrá por todos los itinerarios. Bendigo y no maldigo. No suelo balbucir sobre el terreno. ¿Te congelas? Ve temprano a la cama. ¿O seguirás conmigo? No hay que temer las consecuencias y alegrarnos. Ninguno antes se ha aburrido. ¿Quiénes dicen que suplicarán al cielo? ¿Para qué? Deberían enfermar y renunciar a tales despropósitos. Tal vez amanezco nevando de nuevo. Me gustan mis copos revoloteando por doquier, a la ventura. ¡Sépase! Defiendo las leyes del invierno y estoy a su merced. Sin embargo, quiero y puedo ser un ejemplo de autonomía y sorpresa. No permito que se aprovechen de mis debilidades y me pisoteen. El cansancio no califica en mí. Llevo tendida dos días y me he aprendido proteica de memoria. Me visitan miradas serenas.

Me voy amoldando bajito. ¿Y si invoco a los ancestrales dioses? Aquí los insectos no tuvieron tiempo de corregir sus cuerpos y perecieron. Acaso ahora esto se considere un agravio y yo sólo pienso en fiesta. Me hollaron unas botas y pretendí oír una tormenta. (Cuando la noche se uniformiza, de mi sustancia emergen unas estatuas de gelivación). Mi adversario sale corriendo al recibir la noticia de mi temperamento. Estoy escribiendo para agrupar mis cristales y triunfo. Encima de mí, un paseo es una declaración de independencia. Desfilan ante mí inveteradas historias de nevadas, trineos y perros. ¿Qué hora será? Tendré pronto la edad de cuajar.

 

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¿Estaba la nieve descansando o era ya camino?, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

He escuchado un desfile de chamizas. Cuando hubo silencio comenzaron a manifestarse las desinencias. ¿Dónde cabrían las malandanzas? Quizá dentro de un recodo estropeado por la abulia. Hay momentos en que me provoca recitar los versos hibernales de los más antiguos bardos. Como no soy piedra, me entrego a la cura de mi niñez. Voy acorde con el ritmo de los elementos. Aguardo a que el gallo portátil no se desplume y cante a rebato. Cierro con fidelidad al lodo y a su padre y les frustro la intención de ensuciarme. Sería un soberano necio quien pretendiera meterme en sacos. Si algo así llegase a suceder, quemaría al intruso a gusto, a mi medida. De preferencia, escojo callar y aunque no me oculto, me vuelvo puente de rastros.

Suavizo mis pasiones para apegarme al diseño de la atmósfera. Imagino una casa construida con mi materia y con un jardín de carámbanos que refuljan sin cesar. Mi pecho es el lugar donde se aprieta la resonancia del alba. De noche amo a los buenos fugitivos ausentes. Ignoro si lo anterior será virtud, pero, en todo caso, ayudo a transgredir los umbrales de lo agreste. Desde el alborear más remoto comprendo el tema de los juramentos. He estado y me he dispersado por villas y villorrios, aldeas y aldehuelas, poblados tristes y vecindarios de posadas y en la mayoría de ellos he recibido abundancia de sonrisas y bienvenida. Por eso, me sobra vitalidad y aparto el ocio.

 

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¿Estaba la nieve descansando o era ya camino?, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Los obstáculos no me arredran. Me deslizo por debajo de portezuelas o salto por encima de empalizadas. Predico y genero mensajes con pureza. Discurro tras la fortuna que me guía. Luego vago un largo rato hasta que me afianzo con gravedad. Siempre llegan los presentimientos de breves remolinos que me envuelven y me trastornan un poco la cabellera. No olvido que soy un paisaje que se contempla para soñarlo después, aumentado e íntimo. Por fuerza me presento como instrumento de condiciones extremas. Empero me atenúo para atenuar los contornos. Mi cuadro no se vende ni se regala: sólo se disfruta teniéndolo sin tenerlo, con el reposo de la mente.

Puedo también ser agua para beber y suscribir este compromiso y cumplirlo. Por mis acumulaciones se saca la crónica que me conforma y estructura. Tras los bosques intuyo tumbas y sepulturas; detrás de las montañas presiento pagodas y monasterios. Mientras se redoblan las continuaciones, yo enaltezco mi permanencia. Les agradezco a los animales menudos su compañía y su plática. De la enfermedad que me hará morir no existe nombre. Ansío flores de un quebradizo hielo y ni por error lo considero un drama. Otros atributos no me provocan prisa. La libertad preside mis actos, mis afanes de destreza. Entre pausas, avanza mi destino; entre intervalos, una musiquilla complementa mi cresta. No lamento que mis juguetes deban rehacerse el año venidero.

 

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¿Estaba la nieve descansando o era ya camino?, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Razono: la cerca no desea ser derrotada y se aviene a mi voluntad. Los árboles asienten y todos nos entendemos. La ceguera no ejecuta su paliza. Lo agradable interviene, nos interviene. Jamás renunciaría a mi pretensión de vestirme de albura y compartirla. Me expando, tan apasionada, con tanto alborozo y arrojo esperanzas de plenitud. ¿A lo lejos se repiten los sufrimientos? No, porque no lo quiero. Lo que pareciere, se declararía empeño de porfía sin pesadumbre. Y ya y búsqueda.

Se habían atado las suertes. Y las ramas no enunciaban sus maneras de gemir. Los remiendos del suelo penaban por no ser vistos. Arrastraba mis divisas como en un desierto que ocasionara andanzas sin límite. Lo notable en mí se hizo patente y no era simplicidad, sino abreviatura de agudeza. De allí extraía las omisiones. Y mientras tanto, ¿dónde moraba mi lucidez? El claroscuro la albergaba en su imaginario de pendones. Me retorcí y desde un nido cayó un trino congelado.

¿Desnevar como posibilidad? ¿Con cuántas voces? ¿Con cuántos apremios? Averiguo y no escaseo en juntar testimonios. Debo alzarme, confederada, y denegar la sima de la fundición. Ahora que en mi llaneza se afirma el conglomerado de muchos orígenes, no me hundo en mis favores y pacto por continuar fuera y dentro de mí misma. A estas fechas no hay búhos y sus vahídos no se huelen ni pueden importunar. Decía —digo—: me aprimo y exhorto al período que alcanza mi acento y vibra.

Wilfredo Carrizales
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