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Ruedan las notaciones

lunes 15 de octubre de 2018
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Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

1

Ruedan las notaciones, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Penetro al herbazal y los insectos lloran. Mis ojos se desvían hacia el jade de las montañas y encuentran a un cierto animal salvaje creciendo de sí mismo. (El corazón se me triplica en el origen del silencio). Ahora, donde coloque las manos siempre parecerá que son garras lo que se muestra.

 

2

A la distancia, el nido semeja sedas enredadas alrededor del árbol y los pichones que contiene, peces de un solo ojo, con las bocas abiertas. Mi yegua ha notado mi desconcierto. De prisa, busca un árbol de morera y me azota los flancos con sus ramas. No grito, pero pienso en mi cuñada, tan pobre en su aldea.

 

3

El camino se envalentona con el hombre que, hacha en ristre, avanza sobre él. Se insinúan curvas para docilitar a los vientos. Una venganza en cierne se mueve bajo la hojarasca, aunque todavía no tiene fecha de ejecución.

 

4

Debajo de un techo alguien rasguña tres rayas y resulta una calamidad. El daño se padece. ¿Cómo no? Nadie osa abrir la boca, empero de la última hora todos se acuerdan.

 

5

Una jaula para la confusión de las plumas. Unos apellidos que sirvan de pendones en los cambios. Muchos reflejos tiemblan en la bahía con las velas de los barcos. Momento a momento se zurce la alarma que encenderá al más inútil de los cielos.

 

6

Goza del reposo la golondrina dentro de mi pupila. Me la traje a casa y en un festín resplandeció la precariedad. Ahora arriesgo mis monosílabos y gorjeo para no hacer nada.

 

7

Ejecuto la música de las terrazas; pierdo aroma. Me hurto y no lo divulgo. Llevo una carga entre los no sabios. Mi destino me relaja y me doy de comer, mientras se fija el perdón de mis inexistentes faltas.

 

8

De espaldas al muro de los espíritus falaces abjuro de las generaciones por venir. Una ciudad célebre se oscurece frente a mí. Aprovecho y grabo su epitafio. Luego golpeo el gong y las aves pequeñas comprenden sus glorias efímeras y emiten chillidos hacia el laberinto que les dio nacimiento.

 

9

Lamo a lengüetadas el amor que me roe. Tengo derecho a una aguja de piedra y coral. Me basto cojeando, al borde donde se atiza el fuego. La cólera me acaricia con su cauda de esturión ceñudo. Me casaré en el destierro durante los funerales de mis enemigos.

 

10

Ruedan las notaciones, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Cedo mi asiento al murmurador. Escupo para compadecer a sus semejantes. En el interior de un cubo zigzaguean larvas de mosquitos. Muestro los dientes, mis dones postizos, y oriento mi rostro hacia la depravación del ambiente. Luego, me pregunto: ¿has comprendido? Y callo, sin fin, callo.

 

11

Me descorazono al comprobar que las cenizas ocultan su enfermedad. De algo prohibido –tabú o veto- escapan los objetos de la infamia. A borbotones, se suman cabezas y pies para producir un caos en el enclave de las viudas torvas. Socavo mi ventaja y me tiendo sobre mi sombra aireada.

 

12

El reloj de sol se devuelve, pero no se corrige. Los criminales confían en la duración de su suerte. Las almas en pena gimen cual doncellas. Mi cama se agrieta: mi régimen ha concluido.

 

13

Saciado, me abofeteo. La jalea dispara su música nacional. Paladeo el resquemor de los postreros meses mortales. Debo difundir lo que sucede en los rincones, mas las cartas encerradas aún no resuenan ni se dilatan.

 

14

De la escarcha se impone su avaricia; de la cadena, su arrogancia. Hoy tuve agujeros en los dedos y se me cayeron los turnos y los propósitos. Me he arruinado con los mismos calzados, con las mismas corbatas de viaje. Sin embargo, conjuré el peligro del equinoccio de otoño. En el presente busco apoyo de los errantes, aunque mi albergue perdió su frecuencia.

 

15

Entalladuras para el ornato de los ancianos. Si son abuelos se divierten; si no lo son, emplumecen y vuelan entre risitas nerviosas. Se aflojan las cuerdas y los argumentos quizá desciendan con su retórica de tregua. Al final, se zafan las cavidades donde los sones se cuajan en diagonal.

 

16

Ya se abandonan los pedúnculos, ya sentencian sus reales. En cierto resquicio trepida una sensatez y nadie es capaz de juzgarla. Al revés, se sientan a comer quienes no permanecen. Las noticias resultan un vomitivo muy enérgico y hasta las cáscaras se esquinan y sueltan sus circunstancias.

 

17

A esas volteretas correspondían aquellas torpezas. Los bárbaros se equivocaban con sus huesos largos. Los abultados no fumaban porque eran sordos. La cúpula los cubría a todos y así, felices y zumbones, cambiaban cereales por manojos de cruces

 

18

Neurosis de la carne durante el parpadeo del frenesí. Por lo que me atañe, coherencia y conjunción. Hacia el umbral, la salacidad; hacia el intervalo, orejas en punta y rosadas. Y un epigrama impone su regodeo, cual si se tratase de un algodón en servicio de urgencia.

 

19

Acompañan a las consonantes las costumbres del mobiliario y, en cada ocasión, un corchete se sacude y no se parte. Se alternan gramos y embalsamadores y algunos sacristanes se ajustan los badajos para ir a la delantera. Se mira la obra prima con el legado del magisterio. Magia gana pretexto.

 

20

Ruedan las notaciones, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Y lo abstracto que nos purga, que nos desperdicia. Al derretirse, el metal se oye en su irrisión y dura hasta convertirse en resoplido y causar disgusto espiritual. Igual ocurre con los zunchos al eludirlos la claridad. Y sin tapujos rodeamos las ramas del orvallo y nos atamos al molino de lo inestable para pulular en las formas de la ebriedad.

Wilfredo Carrizales
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