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O en otra parte

lunes 28 de enero de 2019
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Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

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O en otra parte, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

O EN OTRA PARTE donde la invisibilidad sea patente y en donde algún fulgor determine el cerrojo de la umbra. Los cascajos albergarán el crecimiento de las espinas. Del seno de mi propio abismo se afirmará un haz o un vendaje. (Ya se escucha el aleteo del gavilán sobre los peldaños ahítos de soledumbre, de polvo relacionado con la derrota). Las grietas anuncian los hallazgos de una materia que se desliza hacia la putrefacción. En realidad, las ratas se incluyen entre sus morbos para secundar la flexión de un algo muy alejado del mediodía.

Mutan las paredes en espejos y las tentaciones se animalizan. Surge la idea de un reloj, de un recinto abotargado por claridades nada mágicas. Una música de gestos de severidad no se escucha, aunque se oye al margen de las retinas. Se intuye una muñeca debajo de los despojos de una extinta fertilidad. Y luego hay una tendencia hacia la mordedura de las formas aludidas en un neuma. Acaso un rayo desaparezca tras el fósil de la mente y la rutina.

Se levita, mientras ocurre el sacrificio de los agujeros. Ya hubo alas que se adueñaron del fuego y las cenizas y mucho después cayeron transcritas por temporales. Incluso les convino a las insignias de todos los niveles. Mis dedos apenas sufren, contenidos dentro del damero que pregona dualidades. Puedo recomponer la saga frente a mis ojos, pero no lo intento y aparto cualquier expiación. Mi desnudez va avanzando rodeada de vaticinios y saltos recubiertos de efigies. Con el auge de mi traje de destellos me acuclillo para ratificar el equívoco de los arcanos.

Mas las llaves derivan con la irrealidad del ocaso y es difícil que medien puertas y se unan a las manchas en su ápice de cristalización. Se nota la destrucción súbita de los huesos que no habían dejado de sangrar. Ahora el oeste aporta espíritus con las ponzoñas a cuestas.

Juicio significa anhelo solar, renovación de los atributos de las joyas del olvido. Dos cosas: dos posibilidades. Virutas y estropicios. E incluso los hilos envueltos en lo ígneo, a pesar de la antigüedad no tamizada. Y por allí, el rodamiento de las esferas no favorables para los termes, ni para las escisiones de la física de los gusanos. Y tanto así y las ocasiones para engendrar el séquito de una alquimia de calor y lado derecho y en peregrinaje.

Las horas imaginan múltiples idiomas de pájaros encima de sus nidos sin fórmulas de oscuridad o penitencias. Poco sé de los husos y los pilares y mi actitud es acústica y digital, teñida por los gases más exasperantes. Pienso y me posesiono de los adornos ya maltrechos y aunque los deseo terrestres, me exalto con la simple interpretación de sus ritmos sospechosos.

La etapa del niño que gateaba se incrustó en el interior de la estructura y desde ahí pregona su silencio, como si un error fuese su obra. Cuando retorne el alba, las cualidades de las líneas serán fonéticas y un primitivismo abundará haciendo de mensajero. De muchos rincones se exudará la orina, con el perdón de la inocencia del suceso y ajenos actos impondrán rupturas y el peligro se renovará bajo cubiertas de sublimación. ¿Y los esquemas de las flores secas se decantarán hasta el culmen de la hierogamia, comunión y encuentro de lo menguante? De los retoños se defenderán los tiznes con danzas y a mayor freno sorprenderá el avatar de los sueños.

 

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O en otra parte, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

O EN OTRA PARTE aquejada, estrujada contra los revuelcos de un albor que casi no susurra. Al final, un proceso afectado por la esterilidad, sin arquetipos ni rectoría. Incluso se atraviesa una circunstancia que respira a través de anudaciones dispersas. Una emanación salta de periodo en periodo y, por ello, nunca culmina, aunque se la anhelara. Y los rizos abandonan sus riendas en pos de la inferioridad que se disgrega. Además roturas implicándose en el paralelismo de fuerzas halladas en la transitoriedad. Nada rueda y la sed se anuncia con texturas de grillos.

Se infieren gradualidades bajo el aspecto de minutos sin nervios. No se activan los ritos del sonido, mientras se justifican los extremos dados por el antiguo dominio del centro. Los tatuajes se equivocan —de modo evidente— al percibirse las imitaciones de los yesos, el íntegro influjo de la maraña acodada a morfologías en tránsito. Una vecindad de pelambre se amura al respecto. Los discípulos de los diagramas, no muchos, pero tenaces, se detienen para discernirse y tijar.

Una silueta ha de volver con su alijo de puntuaciones y flecos de saliva humeante. ¿Alguien lo duda? ¿El espectador primordial? ¿El laureado de terrones y asquerosidad de batracio inédito? Se asoman previsibles arbotantes de la niebla apenas medida y ojivas y aberturas mencionan los compases para las peripecias de sí mismas. ¿Por qué no esforzarse en sentir las ondulaciones del detrito, sus azotes axiales y sus erguimientos? ¡Un báculo resuena sobre los peldaños del disgusto!

No cambian los sentidos, al tiempo que se devoran las gotas en sus oquedades. Ecuaciones, mínimos truenos, colgamientos en ventanas de eufemismos. Así se muestra la colección que alude a coincidencias del delirio. No hubo fuego, ni alcohol de temblor ligero. No hubo pudor, ni tampoco epígrafes replicados. Hubo separación de dientes entre deseos amorosos.

A todo se renuncia y el misticismo refulgió con palideces de alquimia. Las babosas se revolvieron dentro de sus imágenes de corrosión. Y nació una porción de viaje momentáneo y adquirió un contexto por alusión. Los apéndices estuvieron siempre dormidos, inmovilizados en la oscura pasividad, penetrados por una realidad de tradición o mala fe. Más temprano, se supuso que una abertura habría hablado, ardido, trasladado sus bagazos hasta el ábside de la peste sin fondo.

No se entrevieron las migraciones de inexistentes aporreos. Nadie bufó. La historia y la relación purgaban por igual, al margen de sumisiones poco universales. ¿Brotaría algún emblema de la necrofagia? Sería ocioso indagar acerca de esto, dada su pulsión al instante. ¡Ah, pero no se olvidan los cabellos, locuaces en su fracaso por erigirse en entierros de decoración y rectitud!

Sólo pude tocar la potestad de la sede y sus anexos de pobrezas contrarias. Me anticipé al equilibrio de mi calzado y a la calavera oculta bajo el escalón de las orugas. Ayer retumbarán campanas hasta el límite de su caos y enseguida no me daré por aludido. Mi capucha, tal vez, se impondrá a la escena, en medio de ruidos cenicientos. Los estratos: mis máscaras sin emoción.

Y la edad indefinible me castiga con su bronce de infancia trunca. Podré continuar con la moneda encaramada al gris de la costumbre. De los seres que trasiegan las sombras obtendré las figuras de mi procesión. ¡Lástima que las efigies se hayan desvanecido sin aguardar el crecimiento de los árboles enanos! Ya no se producirán más creencias: las venganzas lanzaron sus nubes. En el seno de las pérdidas, una punición se plantó para amedrentar con su rayo. De la duración, la clava se consagró y su bebida confirió ardor a los labios que musitaban y pretendían ajustarse al dominio de los vocablos colectivos.

 

3

O en otra parte, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

O EN OTRA PARTE escarcea y uno tiende a albergarse con un almanaque de improvisación y acude a un itinerario de precocidad, temeroso de verse envuelto en la rutina de un enantes. La austeridad de un eremita flota con un instinto de serpiente. También se coagulan escamas en la obra dura y en su hipérbole. ¡Cuánta necesidad de una mandorla profana sobre el templete con escasa luz!

Espacio, escudo, estado de ánimo y unos rastros que ganan en amplitud. Me elevo ante la vista de las contingencias y resulto fácil en mis direcciones. Abro el espacio y el esquema de su identificación. Atrás, adelante y viceversa sin redundancia. Un espíritu se asocia a la llama otrora apagada y la sacude en aras de conseguir un metal de creencia. La verdad celebra con sus manojos lentos. El lugar de actualidad especial se encierra en el nacimiento de la hermenéutica.

Incluso cuando se restringe la angustia aparecen harapos y toca con fuerza articular el encanto de una hipótesis. Si el oferente bien lo juzga se surte la simultaneidad de víctima y herida. Los heraldos de las minucias aciertan y aúllan más allá de las cuadras y libran a las murallas de mohos no ratificados y acometen el levantamiento de columnas para hidratar a las golondrinas.

En el horno coinciden las hormigas con el resto de bichos vivientes dentro de la fluidez del suelo. Lo ignoto se inserta en la frecuencia de las ondas; lo que le circunda bate los élitros y resume el concepto de tinieblas. Vale la pena decir que algún injerto intercede y se torna blanco y pugna por transgredir allá abajo y lo logra hasta orientar el foco y la raíz que escribe.

Ambos segmentos del mineral que suelta complejidad se cohesionan en torno a la malla revelada por la geometría. Un hombre lacerado se turbaría ante el cuadro que apenas cuelga. Cambios en las caligrafías del ambiente y propensiones hacia los ligamentos de las horas y una tal lechuza que posee la canícula y se ha adherido a la diurnidad.

Los disyuntos han emigrado, empajados y equísimos. Después de su retiro se han extraído fonemas de un suave aroma, según las latencias en uso. Cuesta animarse en la acción de las espirales, a pesar de lo que se plasma en el intermedio de omega. Luminaria como ascenso y descenso y una rampa que zigzaguea de continuo. Esto prima y libera.

Ha comenzado el perfeccionamiento de los manchones y lo cosido se imagina en un llanto que vence cual leontina. Y las vetas se portan vitales, pues retornan a la nada que las identifica. Y mucho importa la clarividencia para no morir en lo acústico. Mas el alma se despeina e involuciona sumergida en el aserrín y la carcoma. La brisa asimila los colores sabios del rostro y deriva hacia una sospecha con carácter diestro. ¿Se perenniza el martillo volátil encima de la escalera o vegeta para la prosperidad de su orden? Una mariposa profetiza y escupe anagramas sin vacilar.

¿Finaliza pronto la iniciación? Quizá si se aparenta ceguera. Los polígonos hacen época y se funden en sus texturas de matices lunares y se absorben los recuerdos de las sandalias más exhaustas. Por maravilla, el dominio de la brevedad devastada en quimera y grandiosa tras su fase de dentellada o, mejor, de huella de rasguño no neutro y empotrado como arco inaccesible. Empero puede sobrevenir un estiércol que se preste a la melancolía y concite a la destrucción sin tregua.

Wilfredo Carrizales
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