Textos y collage: Wilfredo Carrizales

1
Una jungla de asfalto escarabajea en conciencia. Los gusanos se estrechan en libertad. No abdica el abierto resplandor. Soy el abandonado, el pedrizo. Los prodigios se cultivan en los acres para el ajusticiamiento. En mi estado de alquimia llueve y humea y los animales serpientes, las bestias osos y los bueyes de arrumacos, originan zigzags y yambos y cuitas. Me anoto sobre los pasados y los escasos presentes y fermento la elección de flores arbitrarias, alejadas de las liturgias y las literas.
2
De un volcán, las pasiones más levantiscas. Por donde salen de la cúspide las cajetillas para la lumbre de los días. Los gases han volado entre frases completas como nunca antes volaron las alfombras. Árbol erigido bajo la luz muerta, espíritu de lo perlado. La escena se artesona de asesinatos fúnebres y sus autores se recopilan en mitos para las escuelas. Véase. Los juaguarzos poco entienden de lanas y basta. Las aves protectoras avanzan bifrontes, mientras dos pichones maman o berrean. Encima del axis del mundo ocurre una gran visión y lo blanco de los barros muta en pan.
3
Pantano de refriegas y de trances. Se alzan los inmortales muy por encima de los agualotales. Aquellas pescas desnudaron peces que luego fueron adorados en sillones con octavillas. Los bofes de las mujeres formaron bosques en metamorfosis y el invierno azuzaba los cambios. Se derrumbaba lo cósmico sobre la epigrafía de los carneros de lata. Solas en el firmamento, las sequías se inundaban de grietas. Se comenta que sostuve un estandarte y que era de paz y de comercio.
4
El estero me lleva fuera, pero me aferro a las columnas del vendaval. Me trato con los asuntos de los códigos sobrehumanos, en medio del graznar de la estirpe de rivales. Desde lo celeste se acumulan ratones para el culto oficial. No obstante, acaece su expulsión. Vi dormir al decapitado analizando sus partes íntimas y le comenté acerca del derrocamiento de los tiranos. Tronó y adiviné su angustia y me fue concedido ser su padre y su hijo, al unísono. (A posteriori llegó la erudición).
5
Me atisba el boscaje: espía de la adversidad más temprana. Las estrellas arrastran sus domingos por las navas y el envés de sus racimos suelta ofrendas para alguien en huesos. Con notable usanza se novelan los dientes que una vez fueron negros y ahora ni conceptos enseñan. ¿No se animaron en cantidad los infanticidios para invocar las celebraciones de la espuria medicina? ¡Ay de la enfermedad que escala tras los espejos y los empaña y acomete! Caso con los antepasados y los encuentro poco difuntos, poco dispuestos al regocijo. No seré su intercesor ni su viva estampa. En los nombres del suelo olfateo inundaciones y líquidos maestros que gimen con extraordinaria fuerza. De mis manos menciono los mares por venir, sus oleadas, sus naufragios de manuscritos y documentos. Acuño una agonizante estación y dispongo un monte para su alunizaje verbal.
6
Ni que me salve la selva en su umbral de latitud sur. Entre mi noviciado y los arbustos, una obediencia que toca subterfugios del ambiente. Carrascos o esperiegos para mis flaquezas y un globo en el lagrimal mamario. Giróvago, parpadeo para darme cuerda y desentenderme de los anclas de palo y cadillos. La lobreguez de la esplendencia funda un mío país de chamanes de afición. De aljófar y periodos de los que nacen mis arenas de las soñeras. Vainas negras en la primera historia de los desmanes del hombre que olvida su contexto. Me cuezo y me despacho de peatón.
7
Me mohezco al borde de los balcones obligados. Ya en la porción compacta de la humedad que no zarpa. Voy más de los cortes que de las miniaturas: teatro que prefiere las ánimas dentro del infijo. ¿Es eso el olvido, la hazaña sin ases en tal plazuela? Muchos lucharon por hundirse en los fuegos del perihelio, mas los trajinó el hormigón en su adultez. Ahora los agujereados exponen sus plumas a los embates del ocaso. Doy aire a los sentidos y tórax tras tórax elucubro protuberancias y léganos.
8
Repajo a repajo y el inexorable estudio de mí mismo, de mi resignación de caballo que se nutre de hojarascas pensadas. La rebelión se refuta para el común, entretanto hacia el este de las esquirlas los recolectores de vendimias se destinan a un huello que se fragmenta de continuo. ¿Cuáles señores se amistan con lo acre y tienden a erigir tótems de actualidad? Por los panteones sucumben tatuajes burdos, esos que resuenan con gangrenados zoomorfismos. ¡Jamás los osen, los tienten!
9
La frondosidad al lado del hebdomadario que me hostiga. Los destellos de los ojos de gato ronroneando, pegados a la carrocería del automóvil que no me deambula al mínimo. Un gran contento faltaba hoy y los que estaban incipientes se hicieron de presencias de osamentas andantes. Me requerí, horro, vestido de señales bellacas y mis falanges se declinaron, sustantivadas. Los drones mariposas infestan los estadios de la melancolía y tuercen las fases de los lunarejos. Fuscas van centrales en el avión que reparte boletos, cerrojos y abreviaciones. A la larga, me desbasto para el porvenir que anuncian los satélites caídos sobre el césped. (¿Qué hora es dentro de un milenio?).
10
Bajo el arco en rosca, decaigo de mi superstición. Me beneficio de la imitación de la algaida, yo que en calma participo adelante y con los codos hartos de simientes. Donde se mencionan derroteros, desemboco; donde se revuelve lo taheño, concreto un asco. Los incultos sellan las telas, regresan y se asesinan. Según el abur se queman los insectos y luego se aburren. Se decían amarilleces en medio de la luminosidad de las películas. Mas al minuto presto, se sentenciaba un matiz enrarecido. Aunque la contingencia también se afanaba en las burlas. Soy, de modo imperfecto —por si acaso—, un ázimo sin mendrugo en la gruta. Una eminente roca, allí, en la cornisa, me aguarda para catapultarme y sumarme sombras. (¿Amado el ciervo con su dardo mercenario, con su pezuña gil?).
11
Era en serenata de pétalos sin frenos y la exclusión no pagaba su peso. Y no me hacían daño las escondidas con jalones de versos. La recluta iba en pos de las terceras personas y yo me componía en la cuarta y clamaba y aun reclamaba. Pedía setas y los culos de las liebres. (Lástima que el bus, por entonces, ya andaba en poses de sifilítico). Valía un platanal las misivas sin gravedad. Del sostén o de la barra, los pescuezos araban sus lenguas en veda. Sin serlo, accedente, me afiebraba.
12
Follaje también para el coito, descollante y sin foco. A los zagueros les está prohibido el disfrute. Yesca después de la molienda y un trapo quemado luego de abrazarse los simuladores. En tanto la cal se distribuye entre sesos y cesuras. No estarán las blanduras porque habrán sido malversadas. Golpean los engendros del subsuelo, tras las consolas, delante de las suertes no encadenadas, encima de las pasiones que se tornan ultrajes. Pero, ¿cuál crespo se añade más a su merced?
13
Sus errores lloraron los impenetrables y los apretujados se estiraban contra el muro fortuito. De seguir, se sigue con las secesiones de los semblantes y los sebos implicados. Y los cerrojos se ciñen a las cerezas. Titilan los copetes alrededor de lo que los circuye. Poder de las tinieblas en las excursiones al sereno, con migrañas y un complot de sibaritas. Las consonantes y los elementos que las atraviesan y una ambrosía derrotada y sin sosiego. A ultranza, lo deforme se macera y rasga.
14
Tupidas las calles y flojas las calzadas. La religión quiere asearse con los boletines al filo de la medianoche. Un fenómeno que no explica todas sus partes. Según me parezca me conformo al éter y cumplo el menester para no volverme añicos. Más porfío en razón de los medios de maniobras. Siempre dejo la molestia de los escalones atrás, muy al costado. Más tarde tanteo con el habla los invisibles rastros de la rotura mirona. Me simplifico aún no enjuto, propugnando intrigas entre los ciegos sin báculos ni boinas. Me someto a la cauda sucedida de instantes y desviación. ¡Espérame! Ya pienso licenciarme, ganar mi mecánica y mis juramentos y tratar a los fatalistas sobre otomana de mejoría. ¡Mal campo para la tristeza con el síndrome guindando de garfios! Sé que alguien se ocupa de bañar a los espectros en las tinas con relatos sinfónicos. Conozco dónde se ofrecen las antinomias sin ventajas. Va transcurriendo el desarrollo de las horquillas, cuya profusión se mezcla con las consejas. Mis detalles han sido proteicos bajo la dominación de los moquetes.
15
Al servicio de las rozaduras me ablando para ser extracto. Es una contravoluntad, un anhelo de pervivir sin la piedad de los límites. Por mis hombros cruza la morbidez con su tisú descolorido, pero de raigambre. Las misceláneas se hermanan con los últimos días de los testimonios cóncavos y se superan en estancias y en símbolos con rabos de peregrinos. Oigo que las fuentes se acampanan en sus instintos y eso me amodorra. Me oriento con el mosqueador y lo aplico a las impertinencias volátiles. Hay muñones hechos de prisa —anuncia la radio— y los perseguidos se esconden entre sus fósiles. ¿Heredaremos los murciélagos y todas sus vocales de vocación? ¿Verteremos dentro de los cuartos de las muchachas los granos de la empatía? Quizá y mi escala salta a mayores.
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