Servicio de promoción de autores de Letralia Saltar al contenido

Sólo sedimentos

lunes 28 de septiembre de 2020
¡Comparte esto en tus redes sociales!
Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

1

Sólo sedimentos, por Wilfredo Carrizales
Fotografías: Wilfredo Carrizales

Sólo sedimentos se afianzan, siguen en sus raíces. Les vemos la enfermedad que direcciona su curso. Un ciclo pide y es partidario de otro más bifurcado. Todavía se acepta la condición de sus reglas. Sin cambiar, sin intervalos, cuando cojan la seguida secreción y nosotros empleando un mango o una hoja de cuchillo primal. Se remueven y las consecuencias son funestas.

Sustancias de aquello que no termina de pasar. Las emociones se agrietan como obras de fiebres. Un estornudo y el espacio se remueve y luego se decanta, a pausas. Una anchura para un vapor de material con aros. Una exudación que aliente rezos breves, pero vibrantes. Una perseverancia hacia el crecimiento de huellas. Al levigar todo es una atracción, un encanto para hozar, para trazar.

Posos que apenas hacen un alto en su itinerario. Por momentos se fijan a la zaga. Acaso almacenen dogmas del cieno o de las derruidas suspensiones de imágenes de vasijas. ¿Qué conduce sus pliegos de gratitud hasta el término de los sentidos? ¿Cómo se retrasan si ocurren diferimientos? Derechas no pueden ser nunca más las líneas: ahora se segmentan a semejanza de costras con ribetes.

Los trasvases ulteriores no brindan sombras ni jaleos. Los sustratos señalan que duran lo que dura un riesgo y entre fortuitos frenos se riegan y que los tuerza la escarcha. Cuando era la tibieza la estructura tendía hacia el rastrojo y salía una saliva salitrosa. Un pegamento que se polarizaba.

 

2

Sólo sedimentos, por Wilfredo Carrizales
Fotografías: Wilfredo Carrizales

Desiguen los asientos haciendo consecuencias de las quietudes que no se asustan. Al raso, en las particularidades de los racimos de la hembritud. Aunque los valores trasciendan, las suturas se palpan con los bordes de los ojos. A una sede se le concuerda con el arbitrio que selle. Por todas partes, períodos de los auspicios en pos de los depósitos más que seguros y nada extraños.

Siempre sedientas las heces para sus amaneceres, alejando las desgracias de la turbiedad. En su caso, la creación conquista un paladar de venas esclarecidas. Con el moho aprécianse entre sí para no palidecer, ni de pactos ni de flojas razones. De flor de alarma superan los espasmos y parecidas a organismos de líos participan del vadeo de la música que las engulle en la mitad del deseo.

Feculentos de los tejidos en ventura, amortiguados bajo el arranque de alguna corriente peregrina. Zupias de los brebajes jamás tragados y unos lances de convenios para trabajar los basamentos. En medio de exigüidades se acrecen, adictas a los aparejos de los demás entusiasmos. Los susurros no se les desploman, mas no hacen alarde de eso.

Horruras aprovechadas para fundirse en los recodos de las escorias. Claro que si un espejo de laguna menor constreñida suelta una repugnancia (o unos grumos) engaña a las apariencias de la insolación. Quizá cuaje una mantilla y de eso enmudecerán las bacterias que intrigan.

 

3

Sólo sedimentos, por Wilfredo Carrizales
Fotografías: Wilfredo Carrizales

De secreto en sigilo, las enrunas acucian su condición. A la vista, carencia de adornos; de oídas, deslices de cáscaras. Entre guijarros de transparencias, unos gérmenes acomodaticios. Con los que pescan, serenidad tras la llegada. Lo sobrante se resume en cerco, en dominio sin su trato. La lengua desabotona el lodo que tramita vigencias y, al margen de la ley, socaliña y languidece.

No hay viento sur para el cargadal, ni chorro que raspe su piel. Son los sustos hasta las últimas consecuencias. Al encuentro de lo fortuito el lugar mojado forma columna. Luego trepa el fresco adonde se desconoce la fragancia y un reciente corusco se tiende hecho un fuego embebido. A maravilla se consumen las sentencias que, al cabo, sedimentan ofensas y letargos.

¿Puede acabarse el cándano, morirse, atenebrarse? Arrebata este tema sin arte, sin hechizo. Empero, ¿quién enuncia la cuestión? Un rito se abre paso con el ejercicio de antojos y de retorcimientos. Se echan maldiciones sobre el barro que no amanece de albergue. ¿Y qué escalona de azulverdoso, después de arrastrado el ocre cimarrón? Matices en pos de mezclas, de cacareos.

Cabezuelas consideradas desde la ronda de las cucharas y, mientras se va contando aquesto, algunas minucias se cuelan por entre los pliegues de los lapsos. ¡Se armarían tantos meollos, tantas tarabitas tuertas! A lo hundido que le plazca lo que lo roiga. Y dentro, muy adentro, un mínimo se expele.

 

4

Sólo sedimentos, por Wilfredo Carrizales
Fotografías: Wilfredo Carrizales

¿Sedición de los sedimentos bajo la incitación de ciertos insectos segados? Seguro el seisavo selector. En borbollando las espumas, se cree en brujerías, pero de haber hechicero apuntaría su aguja hacia costumbres de chapoteos. Los fondillones recuerdan a los antecedentes de las deformidades y donde adelgazan, azolves resultan. Bastantes de canto, ya difíciles de entender.

Limos persuadidos y recorriéndolos una energía de veda. ¿Cómo se han puesto pardos si aun edificados no sanan? Al repliegue bien están. Y serán y cumplirán su pertenencia. De los nochielos largos mejor es dejarlos marcharse. Y lo yerto no demandará su auditoría. La esplendidez instruye su aflicción tras la brisa afónica. Tales cosas las estábamos viendo venir. Y estábamos inhóspitos.

¿Para qué empecinarse cual pecinas, torciendo la austeridad? Ante el deleite de lo pegajoso derribarse según su habilidad y trascender conciso, en vislumbre y sospecha. Del suelo se objetarán los designios y las migajas se destrozarán de toda ambición. Las abluciones andan lejos, enamoradas de los albañales o las acequias. En tanto que nacen celadas imposibles de cabrillear.

También llegarán los sarros. ¿También? Del montón, unos arroparán sus defectos; otros hastiarán con obstáculos. Contra las salidas, ariscas piruetas y la inflamación de las esferas que no medren. Nada de acrecentar arbustos cercanos ni categorías de pus y palos. Sirvan las gotas en su excepcionalidad escondidas; sirvan los retiros en sus frotamientos de oráculos.

Morcas amordazadas en medio de los seranos, contiguas a los estragos, mas recalcadas por los rebordes que compiten. Y tan lustrosas las vías de agua que fueron, que cedieron. Residuos de hiedras que nunca jamás instauraron sus sombrajos dentro del líquido amable en sus dimensiones. Lo impregnado acaparó transiciones y las parvas ensayaron sus acuosas motilidades.

Wilfredo Carrizales
Últimas entradas de Wilfredo Carrizales (ver todo)

¡Comparte esto en tus redes sociales!
correcciondetextos.org: el mejor servicio de corrección de textos y corrección de estilo al mejor precio