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De hojas y del mundo

lunes 19 de octubre de 2020
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De hojas y del mundo, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales
Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales
De hojas y del mundo, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

De hojas

1

Ha caído la hoja y aún transpira y es su síntesis en la neutralidad. Otorga el nervio que luego viste al testigo de papel. Establece su serie con números de la metamorfosis, impresos en lo que consta de savia y holganza. El lunes resulta su herramienta para temblar y doblarse. Pronto la brisa la abate.

 

2

Se levanta para no llegar a ser dos mitades. En su espalda, un mapa de venas; en su frente, el limbo que una vez verdeó. Los años descansan sobre su forma hasta tocarse los extremos. De la hoja depende el ciclo de la espesura que se insinúa. Cualquier delgadez la borda de galones.

 

3

Avanza de corte en corte para afeitar a las yemas en el tránsito de la actividad más callada. Se afana por relucir con lo que la recubre desde antaño. Cuando se encuentra entre tablillas, un cálculo la alterna y la sostiene. Del color del ocio se aleja por lerdo, por echarse fuera del surco.

 

4

Con sus caras se asienta en el gancho menos escurrido y, al otro lado de su talle, se estudia con sierra en préstamo o con dientes sin artificios. Flanquea los lutos y en sus labios puede aparecer una acidez semejante a un tolondro. Empero, ni se amilana ni se acoquina y los pliegues la refrescan.

 

5

De hojas y del mundo, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Por alusión se enrolla en las pinturas del parral y no caduca en esa ruta que le aguanta méritos. Se suelta ante los pámpanos porque son de su condición y porque así las llamadas sensibilizan las axilas por las esquinas. En su taller no rebosan las agujas y los hilos se vuelven zarcillos para ensayar.

 

6

Si trabaja en su reducción, lo hace a la sombra del oro que no sobra. Cambia para cambiarse de sitio con la entropía  de alguna zaranda. Recela de las grietas y de las arrugas y no le hurta el ánimo a la imagen de la moneda que entona sus gajos. Se vuelve hacia el envés de la luz y se finge falleba.

 

7

Guinda de un hito, todavía. Por la enfermedad de la hojarasca no hunde su sacrificio. Oye el deshojar de las horas y se hace tomar notas para ensartar los límites de los matices. Sobre todo se mueve al compás de las texturas que la nutren. Lo vacuo la prueba hasta la desnudez y cierta lasitud.

 

8

Le basta su propia miel de entibiar, de entonces y de siempre ahora. Muy sobada nunca está ni quisiera estar. Se duplica en lo que se labra y esa maravilla se le extiende de golpe y le menciona la posibilidad del dorado. Tras una hoja viene otra de invención bruñida y cuanto antes emana.

 

9

De una hoja se desprenden todos los otoños. Ella alude a los batientes para salvarlos del oropel. A la vuelta de los días guarda unas blancuras cual tremor de azogues. Sigue el ejemplo de los dobleces de los trajes y se torna una con esas inmediateces. ¿Y qué pasa si confunde a un botón con un insecto?

 

10

De hojas y del mundo, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

En las ramas apalpa el esplendor de los espíritus escribientes. Hojea para bien de los pecíolos y no se seca ni aunque le rindan homenaje. Se clava, en nivel de estadía, de los conos de cartón y con ellos gira a través de los paisajes que son carbonadas sobre las suspensiones del aire.

 

11

Las jornadas le acercan pétalos que sólo son legibles bajo una intensa claridad. Su exiguo país la evidencia ante la madera que le viene de fatiga. Acaso un cuadernillo llama su atención y con él se entrega al jugueteo de plegarse y desplegarse. Al cabo, su anchura acaba en fineza.

 

12

De pedir asilo, se lo pide a ella misma y, presta, arma su tinglado de varillas, bien sobre una mesa, bien dentro de un cajón. La congoja no la apremia y si llegare a presentarse, la empuja hacia el vértice de la añada. Figura en lo argénteo sólo si la enfeuda la resolana o su empalme.

 

13

Estalla en el espacio antes que sumergirse en el limo. Su itinerario la declara de témpera y ella anda y vibra enfoliada con un fuego que es la discreción misma. Durante el meridión se tiende a sestear y las sorderas se mueren entre languideces de fuelles. Un bufido de llovizna suele fastidiarle el reposo.

 

14

Ni su vitalidad ni su tríptico de ranuras caducan con promesas de volantines. Su porte va haciéndose biombo al compás de la necesidad del deleite. Fascinada se moviliza de la duda al discurso que se ojea por mandado. La ven quienes suenen, no quienes solapen murmullos. Y los eclipses la tienen sin cuidado.

 

15

De hojas y del mundo, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

Consignada, se expide a la ligera, sin conatos de alas de pájaro. En sus confines de labor se amalgama a las tablas trazadas por pinceles o por tizones y entera acude a su secta. De chica, la asiste un escote que la riza en dirección a los polos. Su descenso es ocasión de liberar hipérbolas.

 


 

Del mundo

De hojas y del mundo, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

1

Una máquina de elegancia ornó su creación con excesos de justeza. Todo en su existir es constancia y los ámbitos están en la vocación superando la nada. Sus circuitos pregonan lo cósmico  y el mar se ordeña a profundidad y la tierra se ejercita en las muestras de labranza y en las ponderaciones que se ocultan. Las primicias le atienden con multitud de fenómenos y así se persigue en redondez.

 

2

Se mune de licencias y no prescinde de las revelaciones en su teatro de nerviosidades. ¿Qué lo toma con intención de secuestro? Las crisis y los devaneos. Empero coinciden sus mociones con los aciertos de los ejemplos que reafirman. Se sabe portavoz de fallas y no se resigna. Desde los grados de afuera va destruyendo la ordinariez y los hombres lo ven hacer y callan.

 

3

Murajes del mundo para encapsular las soledades y las remembranzas. Él habita todos los comercios bajo las circunstancias de lo secular y no segmenta su paradigma: el baúl de donde emergen rayuelas y azares. Aquellos globos navegando son suyos y esas cercanías que se distancian y flotan, por momentos de infinitud. Las almas muertas le constituyen una pesada rémora.

 

4

Duran sus períodos porque comprende su antigüedad, su vetustez de despertarse. Desde su centro se rodea de horizontes y arriba sobre encrucijadas. Al revés y al derecho trueca los meteoros para que humedezcan laureles, dejos, iluminaciones. Se duele de la no ejecución prematura de las cosas: del anochecer, de la calma que pende, de lo versátil… Y otorga sus lecturas y las hiende.

 

5

En cualquier parte se destierra; además se admite. Se echa a la crianza de los tratos y pone en su lugar a las gentes de la mala entraña. En abundancia se comunica con la generalidad de los seres y les hace saber las alternancias de la fortuna y los sinos que no introducirán novedades. Si un cataclismo se le coloca por delante lo supera con su corte de muñecas y maniquíes.

 

6

Se va y regresa sin mareos, aunque medio ausente en su concierto. Tras sucesos adversos no renuncia a sus bienes: la normalidad se impondrá con sus fueros. El fenecimiento de los asuntos no le concierne: bastantes impresiones que lleva grabadas sobre el pellejo de correrías. Así se aclama, se engrandece y mira mucha lontananza, harta amplitud. Una esfera se le planta y lo existe.

 

7

Los recuerdos historian su humanidad, de modo básico, pagana. No ventila la redención del género humano: no pierde su tiempo en falsas munificencias. Su ambiente no se le corrompe en charcos de discrepancias. Se amuniciona y liquida las chapuzas. Con realismo, se rodea de símbolos de poder y los usa con discreción, pero sin tapujos. Se descubre en lo que ofrece y no gana disgustos.

 

8

De repente, abruma los poblados y los acosa hasta hacerlos desaparecer. No le cae el arrepentimiento encima. Se anda con su edad, sabedor del cúmulo de épocas longevas que transportan sus hombros. Por un agujero amplía las esperanzas y por un hueco las reduce. Este espectáculo le aflora de su valle ecuménico, el mismo que lo regimenta hasta convertirlo en una múltiple unidad mutante.

 

9

Su quintaesencia descansa en una alcora, ya demiurga, ya astróloga. A pesar del caos que le es ingénito, procrea un orden que le opugna. Orbita colgado de las visiones de torcidas utopías, por el mero placer de balancearse al compás de la fatuidad y las inacabables ilusiones de los mortales, sus engendros en promiscua carnicería. Con botas de munición embarulla las sesiones del fastidio.

 

10

Vale cada vez más por su repetitivo nacimiento. Cuando se ríe, tiemblan los hemisferios y el pavor hace mugir a los bípedos rebaños de prójimos semejantes que vociferan. (Su acontecer durará lo que duren diez mil eones y sus actos seguirán siendo crudos, con estridencias de fárragos, y su decadencia irrevocable acaecerá nunca también jamás). Se encontrará en estancias superiores para su solo disfrute y armará sus combinaciones para casarse con los más fieros y suprimir a los débiles, pues estorban. (De esa precipitada mezcla, el mundo parlará de su síndrome y ganará, a buen seguro).

Wilfredo Carrizales
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