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Escrituranzas con pajareles

lunes 16 de noviembre de 2020
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Textos y dibujo: Wilfredo Carrizales
Escrituranzas con pajareles, por Wilfredo Carrizales
Dibujo: Wilfredo Carrizales

1

Unos pajareles que se me desemejan. Se han salvado las granzas y se espera que adelante suenen y resuenen. Alguien inflorece pegado a una extensión de escrituranza. No se puede salir hacia un espacio cual si fuese un patio. Entre la polvareda y las tablas los mimbres transcurren con el significado de la renuncia. Por debajo de un muro se abulta una ilusión de leche.

 

2

Se desprecian las concavidades. Las corrientes se ocultan y se encrespan. Al proviso quedan las letras del oráculo. En una joya se condimenta la prez para la espiga. Una enormidad vence a los elementos que se desatan. Ha de formarse un cielo de espumas o de lomos con grietas. En legajos se afirma el cariño de las vigas por la urdimbre que nunca se desenrolla.

 

3

¿Quién cuenta las lástimas bajo las columnas del rubor? ¿El renegado? ¿El confluente? Sin pétalos la escuela no aúpa ni centona. La rebatiña distancia los sentidos, los vuelve confiados. Un considerando para el espectáculo de los lagartos y un atabal, pero sin hemisferio. Ya las falenas han gastado sus quilates y ahora sólo enfilan hacia la piel de la respiración. ¿Puede haber mejor defecto?

 

4

Destocan a las máscaras antes de los destrozos. Algo circuye los polos de la conciencia. ¿Qué caso y conjunción? Las infusiones se remozan durante las tertulias, ambientan su desnudez. ¿Cayó un pie o su alma? ¿Calló el azulejo en su pintura? Por encima de la mampara, un atrevimiento de parásitos. De lo que se sella, una correspondencia para esparcir. Y una gárgara toma tierra y la empuja.

 

5

Cierta jugada se oye con el carpintero en la troja. Sobre una cúpula, una piedra y una clave. Lo rosado registra un zumbido de mosquito: insignificancia que apenas alza vuelo. Una varada y sus variantes en el lugar del tallecer. Las umbelas claman al viento y nadie se atenúa. Lenguas de zaranda para univocar las licencias. ¿Pierde trique y detrás sigue la rescisión?

 

6

El contrario se escabulle. Se murmuran sus momentos. Luego se prestigia su índice de espanto. Existen cosas que se recuran, cosas que resuellan a disgusto de los residentes. Mas, ¿qué empleo tiene el cansancio? Por algún motivo la vela se apaga sin soplido. Un individuo rota en su ventanal y obtiene votos para su atolladero. ¿Sale de pobre quien asocia agujeros?

 

7

Una mancha en la frente del naranjo. Incluso se muda en un vuelco. Estancias que se hartan con el tósigo de enseguida. Vense los trastulos al margen de la cuaresma y otras veces, al retiro del siglo. Perseveran las sombras y sus ciclos y en las marchas las pisadas ritualizan lo ruano del lodo. ¿Fue adrede el acoso para irse de anomalía el gandul o vulneró rastrillo y banda de orante?

 

8

Padre que tenía al macho de la muerte. Padre causado con el apellido sin física. ¿Por qué entró en la plaza con cenizas y salió de antepasado sin soberanía? Después con cuello de pajaruco se bañó con el precio de las mercancías y se hizo acompañar de ladillas y piojos. Hoy se envuelve un pincel y es más elástico y logra su retrato hasta la mitad de la vejiga y lentamente lo pilla la minuta.

 

9

La obradura se arrima a la transparencia, con lenguaje incluso de barbas. ¿Son los polipétalos accidentes  no afectados de síntomas? Una distancia se pesquisa desde el borde de una negrura sin derecho y, por extensión, se aconseja predicar los géneros. ¿Jaez de la raya en lo increíble de la frecuencia? De los rebotes se alteran los clavos y, al final, obedecen a la calvicie de sus cognomentos.

 

10

Recejos y acechos tras las súplicas del lechuzo. Tales mermas para hacer renquear a los reumáticos por indecisión. Otras tribunas se revisten de hiedras, de actitudes que calientan las rigideces. Retozos cuando se sueltan los trapos al desaguar de los valles. A poco, se sacuden los sepultos y las brújulas se contaminan. La inocencia de los aires apenas saluda. La sequedad salva su camino.

 

11

Apuestas al codo con sangría y las sanguijuelas empiezan a organizar sus párrafos. Las enfermedades también portan sus oraciones, en sucesión o en la retaguardia. Quizá lo infalible es un pájaro que se indemniza temprano. ¿Dónde aprieta la semana con mayor franqueo, con mayor dentada? Por una almendra semiabre su testuz el camaleón. ¿Qué seña nos arroja después al paladar?

 

12

A tal descansador, un saludo de cipo. En un instante, cedas admitidas en un compás de los brillos. Travesías de los símiles divididas para el bienestar de los figurantes. Con su presencia, lo cenizo se piensa y aplaca la coda. (En ocasiones, nos zahiere alguna centella y aullamos por precaución). Las roscas se encorvan, se agazapan adentro de sus dulces y adjetivan a las hormigas del pomo.

 

13

¿Quién acontece en su media vida, sobre la delicia de su aspecto? Énfasis en el asilo de los domicilios. Ponemos las manos hasta allí, donde el instinto las trastorna. Las mujeres se retrasan llorando y en el allegamiento las almas las envuelven en fiestas. Dos almanaques germinan sobre las herraduras; ambos se cubren de coincidencias y son sus rúbricas para herir las cuencas.

 

14

Almizcle en mitad de la almohada. ¿Qué vencido sábado exudó tal batalla de plumas? De las cercanías al extramuros un ingreso de frutos de la cerámica, aunque un destilado turba la impresión. Dada una espalda, cualquier alucinación sobre su relieve es válida. ¿Viola de fuerza a cuáles horas de las madrugadas? Pero que se inmolen los caracolillos pariendo sus respectivos aludes.

 

15

Abandonar los reales para alzar los gallos amacerados. Siempre se exponen las lluvias a la cobardía de los brutos. Los amaños descargan sus rastrojos encima de los beatos mientras se encharcan. ¿Qué personas se alindan y deparan cornisas para la huesa que se hiende? Desprendiéndose están los serafines del encanto, aquellos que cabeceaban sin tablones añejos.

 

16

Como se equivoquen apearán y tragarán espuelas. ¡Entre las cinco esquinas ya se sabe! Entonces, ¿para qué mojar el pan, padecer su coyunda? ¿No anuncia esto el vértigo de un clangor? Por las médulas se deslizan las curvas similares a la esteva y nadie por ello intriga. ¡Y los melones continúan rodando hacia el estiércol de las yacijas! El bálsamo no lleva a ninguna senda. Tampoco la capa de roca.

 

17

Se hace constar lo que se va yendo del tabaco, su humo de pretexto, su rasadura para el sextario. La margarita brega su tabardo en tales y cuales capítulos. ¿Y qué comentar de la soledad que apenas se despierta furtiva? Desde la salida están acabando con los hilos que arroban. ¿Para cuándo el perfume del junco que cubrirá la empuñadura? ¡Céfiro rendido, pero no vencido! ¡Róbalo, tez!

 

18

Presente en la convicción de las adelgazadas cosas. Sartas que exasperan y un tejido para el disgusto. Ejemplos en los tirones, consignados a favor de los féretros. De prisa en los entrantes; de lentitud en el régimen de salida. Leer con la persecución que nos toca: barruntadores con las ventanas derrocadas y rotas. Las gárgolas no se resarcieron de sus desagües y objeto visto.

 

19

La caléndula se guisa con el pimiento de su retiro. Quema de veras el papagayo con su oratoria de abordaje. ¡Dijeran eso diciéndolo! De un brazo pende una asamblea de mariposas y muchos insufribles envidian su fuero. Un estampido detrás de una fotografía y el reino de la diatriba se estanca. ¿Cualquiera recuerda la diástole del colibrí, aquel pájaro mosca de los nódulos?

 

20

En los montoncitos de odres la pellejería resulta con arrugas de un animal de usar. Por corpulencia no alcanza la claridad y los vinos se fichan en su estado no civil. ¿Cómo las vestiduras con las colas de largueza y sangradura? ¿Y el producto por intromisión no se agacha? Pues, ¡en la viña no se comulga! ¡Ay, que una subasta afluyó a las piernas de las mozas y después sosiego sin remate!

 

21

Tocamos el tiempo, su marcha de estancias y crones, su ciclo de despejes que se pierden. Tomamos el virar de la visión de los gusanos como una empresa de asombros. Gusto en la insipidez de las uñas durante el levante de las losas. Salimos de un mar con un saco de tierra y la ausencia de almejas era notable. ¡A tales consejas, corresponden tales tratos y penas por los abrigos ya sajados!

 

22

Barruntos de un paisaje con aves del frío. Presunciones de unos corchos flotando en sus delirios. En sucio, las hijuelas de las ramas y la ventura de a poco y no basta. Enfermedad de los cajones, sus trastornos de mieses. Por el horizonte, una escribanía de una sola traza y unos tipejos que silban unos compases de apelación. Al otro lado del rescoldo, se injertan  punzadas y advienen moquillos.

 

23

El humo se enardece, aunque lo gane la senilidad. Por el oriente, un néctar que obra adentro de su metal. El oído huele la efusión del espectro, mientras los cazadores de cortezas se pegan a las maderas quietas. ¿Así ven pasar las flechas de la extinción? De lo castaño adquieren su  peso y el abusivo tránsito de la podre. De largo, la diversión recoge su paquete de hojas tonsuradas.

 

24

Lleva péndola y le guía la mula sin riendas. Se sospecha de sus suspiros. Cuanto antes el pensamiento no examina. Aquel adagio tan colgado de su cicatriz. Fue nombrado por lo que no nombró. Y sus oraciones ocuparon el barniz del hábito. Y rió al llorarlas. ¿De cuál expresión deshabitable procedía? ¿Quebró su papel al fatigar lo sacro de su ortodoxia de entierro?

 

25

Se perdió el hipo de la perdiz y hubo que trepar a la guadaña en su búsqueda. ¡Que nadie cometa la indiscreción en el pajar! Los granujas parcelan sus plumajes y se tornan niños en las aberturas. Pocos tontos oscurecen los acantilados y sus cabezas arriendan arrendajos. Después de los nudos, sacudimientos de estrellas y torceduras de alpiste para los de sueltas alas.

Wilfredo Carrizales
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