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El hombre: entramado que pasa y se llama

lunes 23 de noviembre de 2020
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Textos y collage: Wilfredo Carrizales
El hombre: entramado que pasa y se llama, por Wilfredo Carrizales
Collage: Wilfredo Carrizales

De las hojas le vendría la conciencia de aposentarse en su antigua cabeza de buey. Su esfera se agranda y se empequeñece con sus virtudes y con sus vilezas, respectivamente. Pugna por buscar la idea de lo universal, pero con frecuencia cae en profundos fosos y su sangre se torna en agua y sus huesos mutan en cenizas. Si se arrastra, la tierra lo procesa; si trata de volar, el aire lo quema. Siente que su anchura se encoge y su estrechura se amplía, mas sus sentidos repiten iguales errores, similares desatinos.

 

1

¿Alguna vez fue gentil el hombre? ¿Quiso ser grande, ilustre, brillante, en tres vías simultáneas? ¿A qué mundo pertenecía el tal “hombre bueno”? ¿De modo llano, conciliaba sus actos mediando entre fuerzas contrarias? ¿Lo inherente al hombre lo encumbra por encima de las demás criaturas del cosmos?

 

2

A veces intenta sentarse en dos sillas al mismo tiempo y se cree sabio. Procura el manejo de lo brioso y demuestra a cabalidad su torpe jinetear. Con las armas, se hace la guerra en perjuicio propio. Desarma todas las piezas y luego no halla cómo volverlas a ensamblar.

 

3

Quisiera llevar barba con elegancia y prestigio y bigotes por Dios. Empero no impone nunca la moda, porque la norma no le prodiga relaciones superiores. De manera intensa, hala su bozo con un cabestro a ver si le saca adorno con bozal.

 

4

El “hombre de bien” no se parece a quién. Su honradez la cumple a la hora en punto y se obliga a no fallar en el hábito. El “hombre de bien” no se fastidia: le sobra humanidad para repartir entre sus congéneres y siempre pondera la demanda de los consumidores y la oferta de los notables.

 

5

Con los ojos ostenta toda la arrogancia de que es capaz. Se retuerce si no logra pronto su cometido y se embojota con las puntas de sus sustantivos para ganar color que lo desembarace de su ingénita torpeza.

 

6

Desearía usar inmejorables capas de lustre para que le crean versado en asuntos mundanos. Mas su cabeza se le aplana de continuo por falta de talento, por ausencia de perspicacia para ubicar lo fatuo.

 

7

Calza las nimiedades con harta comodidad y embeleso. Su rígido proceder le embota el entendimiento y sólo le queda ponerse a elucubrar mitos que lo saquen del tremedal.

 

8

Anda frecuentando campos del saber para los cuales ni está preparado ni su pobre cerebro es capaz de aprehender. Entonces se ejercita en faenas que lo alejen de la lástima, pero que, inexorablemente, lo halan hacia la locura: su razón de existir.

 

9

No profesa la facultad de llegar al fin de sus propósitos. A cada instante, se sesga y se toca su copete de supuesta autoridad. Luego se estima, mirándose largo rato en un espejo, y suspira por los inicuos logros obtenidos.

 

10

Pregona poseer un corazón magnánimo y generoso. Mas en cuanto cae en sus manos —por azar o por maniobras— algo de poder, su órgano bombeador de sangre comienza a latir como perro rabioso e inicia sesiones de mordeduras en contra de los más débiles que él.

 

11

Sus días son ancianos aun desde la adolescencia. Sus andares de provecto anticipado se reflejan sobre el suelo y le causan un terror sin igual al adelantarle la meta de su esencia.

 

12

El dinero es el único fondo de sus afanes. Yace encima de sueños de ingentes caudales; subyace su ambición debajo de fabulosos botines o saqueos al erario estatal.

 

13

A las ilustres maneras las falsea dándoles nacimiento desde lo espurio. Su distinción recae sobre el empleo continuado de dos caras intercambiables: una para la improvisada austeridad; la otra para la disipación.

 

14

En lo concerniente a su real estado, oculta sus negocios y muestra sus ocios. Su rapacidad le gana la postración de los individuos de baja estofa, de los tragadores de despojos.

 

15

Sus complejos lo llevan a ser belicoso, prepotente y abusador. Se torna sumiso para poder vestir uniformes que le otorguen “mando” sobre el resto de los mortales.

 

16

Consagra sus horas a la errancia sin objeto o a la pereza que lo envuelve como a gusano descastado. Se guinda de una interminable cháchara para llenar el vacío de su existencia de falso predestinado.

 

17

Es en la guerra cuando pone de manifiesto toda su tendencia criminal, amparada bajo la cubierta del nacionalismo o la defensa de la patria. La guerra lo torna más ciego, pero no le produce mala digestión.

 

18

Recibe y organiza lo sagrado con hipocresía. Cree cumplir con su deber al edificar majestuosas, solemnes e imponentes iglesias y catedrales y se convence de que su dios jerárquico lo recompensará con bienes terrenales perdurables.

 

19

Se precia de valentón y saca el pecho si logra ascender en la escala que él mismo construyó para competir con sus semejantes. Subsiste entre actividades licenciosas camufladas como “actos humanitarios y de solidaridad”.

 

20

No es nada y lo intuye y trata de extraer esa perturbadora realidad de su testa. Presiente que su nacimiento fue suceso oscuro, de pobre transcendencia para la espectacularidad del universo.

 

21

Lo que promete nunca lo cumple y en su rol político es cuando con más cinismo se expresa su naturaleza de mendacidad y engañifa. Su único postulado y certidumbre son los negocios, el capital, las finanzas.

 

22

Criatura masculina de veras, veraniego y de veranda. Echa la vista encima de lo que reluce y lo áureo le obnubila el campo visual. Comprende la recolección de tesoros y a ello se avoca con estúpida miopía.

 

23

El espíritu dejó de contemplarlo y ahora lo atisba con gestos de repulsión. Cada vez más el hombre se parece a un fósil, a un homínido. Anhela él que la bóveda bancaria lo aguarde para poder revolcarse, a sus anchas simiescas, sobre los montículos de divisas.

 

24

Individuo hecho con las facultades prestadas, instruido para los artificios, ingenuo a carta cabal. Con miserable alma emprende expediciones en busca de la fama, pero al descubrirse pusilánime, se asombra de su chueca astucia. Se promete medrar y selecciona su rincón y advierte que su mal no tiene remedio.

 

25

Pende de sus carencias, ya que la calidad de su moral resulta endeble. Lanza un dado y escoge un oficio: uno donde se declare vasallo o bufón, pero con traje medianamente encogido.

Wilfredo Carrizales
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