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Abrir en abril

lunes 19 de abril de 2021
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Textos y fotografía: Wilfredo Carrizales
Abrir en abril, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

1

Ya nada permanece cerrado cuando se dice abril y sería trabajo perdido poner potestad en la cabeza. Y las aguas de arriba volverán a ser milenarias y los panes saltarán buscando sus necesidades. Los vientos encontrarán sus marcos para lucir sus hermosuras sin que le saquen manías. Y el dormir se acogerá a todas las mañanicas para que la sangre coja sueño y abunden los hábitos del cerebro en la humedad propicia. Así el tiempo no aportará abrojos ni espinas dobladas.

 

2

Allá corre el toro tras la figura venérea y la signa cuando le entra su grado viril de trece grados y medio. Desde esa afortunada hora la calidad de las lluvias será más planetaria y de labrantía para la salud. Y salen y crecen los días sin evidentes peligros porque de las gargantas vienen las advertencias.

 

3

Y el mes en cuarto casi no desprecia la tierra ni el apetito germinativo de las plantas de los pies. Las espumas no aparentan, sino que son el furor para no mentir y para que en los cármenes las esencias del mar estén y ondeen en lo nuevo de su advocación y su noria establecida de provisiones.

 

4

La agenda no arrastra los idus de marzo y abril no finge y finaliza lo nefasto para que advenga la alegría. Y se vale decir que los abrigos no se oponen a los mediodías y que ellos se congregan para hacerse pobladores y para trocar las calenturas en arrimos y tropeles de fiestas largas.

 

5

De las dicciones de abril surgen las estelas para abrevar en ellas y calmar las ansias que abrasan. Y se tendrán las claves para las abrazaderas y las obras donde la madera casa con la piedra y entre los dos las querencias prosperan y a cada uno de nosotros nos vienen delicadas para reparar daños.

 

6

Más abriles que en las calles se proclamen con los ojos en herradura y abordajes de vasos donde el vino sea culmen y ni una pizca se pierda. Nos convienen las voces de las abubillas, aunque las muchas distancias nos separen de ellas y nos convienen los pozos y sus yerbas y el engorde de todo lo pintado y la embriaguez para alejar tristezas. Y la libertad tendrá su brocha sin límite para abrirse a las letras del entendimiento y el resto de maldad no juega en estas quebraduras y el cielo alza su cuello.

 

7

El abridor de las puertas se abrillanta con los dulces de par en par. Las abrochaduras ensanchan los tiros y en los canales los ojos se abren paso para frecuentar las burbujas dejadas en los testamentos. También otros fluidos franquean sobre sus manivelas y el curso atruena y desemboca bajo las mesas donde almorzamos con la distinción que no logra agujeros.

 

8

Y vanse agrietando los espejos como se rajan las plumas o los mantos que al cuerpo acucian. Mas estallan los grifos por falta de orientación sin que abril haya prestado su molde. Todos los balcones se han puesto cual recintos para expresar las jovialidades. Los paraguas andan de la mano de los abanicos y las brisas no se desvían ni las lloviznas tampoco. Desde el principio se graban los plazos del cobre para que transite hacia el azul y se someta a la pátina que es su artificio.

 

9

Notificado por algunos extraños murmullos de abril operé con las normas para mensurar todos los cielos a mi alcance. Pasó lo que suele pasar en estos casos: mi vehículo se desvió de su trayectoria y derivó hacia una gigantesca estructura destinada a concentrar a los fanáticos de las camisas ensangrentadas. Una parte de mi persona quedó sin propiedad y hubo que troncharla a mansalva.

 

10

Ganzuar las puertas a condición de preservar los sitios para el robo. Entre espigas de acero se apuñan los extravagantes de los atisbos. Y con el mes abrileño desplazándose con las atingencias previstas en las refracciones de los cuarzos posteriores. En los extremos de las visiones, lo blanco se asentaba con sus antiguos valores de plata y ninguna espuela superaba sus propias puntas.

 

11

Una carta en los cajones sin bálsamo y nadie capaz de localizarla. Y toda la culpa se le achaca a las cuñas de abril. ¡Siempre lo más fácil azuza la ignorancia! Mientras tanto el calor comienza a pellizcar y la brega amenaza con tormentas para la consumación de los egoístas apetitos de los enfilados.

 

12

Abrí la boca y se despertaron las hambres dormidas. Los sajones me lanzaron sus cobaltos con la intención de gozar de sus picardías. Empero les respondí con convulsiones y muecas y espumarajos que salpicaban y debieron ahuyentarse en desbandada. Mi dureza pertenece a la raza de los desacomodados, de los que echan escayolas al aire para beneplácito de los farsantes.

 

13

Las plazas estaban abiertas a barretazos, aunque los calzados seguían no francos. Las botellas de licor de tercera circulaban de mano en mano, a cual más mugrosa y abundaban los escupitajos entre toda aquella hez traída en autobuses. Los vientres se desplegaban a sus anchas y regalaban sustancias emparentadas con el alcornoque. De allí su pestilencia y su innato vestigio. Bajo cuerda, los presos eran conducidos a perecer de desperdicios y mataduras.

 

14

¡Ay de los abriles que no se abran y prosigan cerrados! Los que blasonan de atrevidos compran escudos de armas y los exhiben sobre sus automóviles. Los tiempos convulsos están por venir y empieza a desembrollarse la madeja. ¡Vayamos con los estrenos sin boato alguno!

 

15

Henderse los muros frente a las carreras de quienes trotan mal. ¿Los cíngulos al alba para ceñir los cuellos esponjados? En gracia de las musas sobrevivientes sólo los carentes de hostilidad. Por hoy no hemos terminado ni por ayer ni aun por los mañanas. También los sentidos necesitan ampliarse y la danza de los complementos ajustarse a sus venturas e intimidades.

 

16

Entre marzo y mayo días para abrocharse a las lozanías, en muchos lugares del país de los países, y confiar en las treinta acciones que siguen y mil abundancias del ingenio. ¿Cuáles aposentos para las afusiones y ardid de agachadas con el alboroto del amanecer con los gallos crucificados? Las sonoridades del corazón para oponerse a los mudos y la validez que acendra las celosías.

 

17

Mirandas y abriles extensos contemplados desde lo alto de la imaginación. Vamos viajando, peregrinando sobre motonetas. Y las lluviosas perdices podrían acompañarnos hasta el fin de los fenómenos. Y lo pluvial haciendo estrellas de época. Diremos que veníamos con el almanaque pegado al costillar y la rosa de los vientos delante de sus atributos.

 

18

Nos ocultamos en las aberturas para atisbar las brumas y de los barcos el oleaje cultísimo. Lo que sucede de improviso se objeta: la defunción de las anclas, el pesar de los peces, el resuello de las minutas… Luego estábamos lanzados hacia la subasta de horóscopos y canciones y, despacio, con gusto, encaramados encima de la mensualidad que más hace apogeo y se rodea de merinas nubes.

 

19

Entré a los aperitivos cuando los giros daban esguinces y las espuelas ejecutaban destellos de muerte. Unos sujetos se adhirieron a su metamorfosis y se larvaron, dilatados. El nuncio, desde luego, fue abril que no se podía cazar y pendía de un tahalí asaz justo. Junto a los frisos, yo me hacía constar y mecía las borlas, sin las cuales me precipitaba en un cauce de contagio.

 

20

Intervalo para tutelar el primordial vivero y el calificativo lo trae florido desde abril y más propio abril. Las buenas noticias las eleva el aya, ausente en su azar. Se abren entonces las cancelas a los meteoros sin lapsos y las oraciones menudean entre las personas absolutas. En las yemas no se notan yerros mientras se halan las palomas hacia otros sitios de estancia. Todo sucede igual que a los iconos cuando son barbas para mesarse y apercibir la eclosión en el despliegue. Más en la madurez fundamental de las guayabas precedidas de la nidada de abril y su prestigio.

Wilfredo Carrizales
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