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Molduras en instantes que se alargan

lunes 10 de mayo de 2021
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Textos y ensamblaje: Wilfredo Carrizales
Molduras en instantes que se alargan, por Wilfredo Carrizales
Ensamblaje: Wilfredo Carrizales

1

En relieve mutan los espejos y al final no sirve para nada. Las muelas huelen a cuarzo y no molestan. Por algunas huellas se coligen los enfados de las moscas durante la transgresión de los esquemas. La sucesión de las causas se torna en arenisca que pesa sus minutos. ¿Por qué no ir tras los cilindros en procura de pulsos para las yemas? A lo legal o a lo injusto, un sepulcro se escombra lejos de los vidrios. ¡Y maldito el futuro si se queda solo y reseco! Más golosinas con las fuerzas de las mantas; más salivas con el ímpetu de los rumbos. ¡Fastidios que provocan los resaltos y nadie se aviene!

 

2

Collarinos con los átomos parecidos a virus en cópula. Por el magín, un oficio de barcos y sus esbozos, mientras se precipitan vástagos librados de una tinaja que los cohibiría. Semovientes en lances de dados contra la estima de criollos y trenzados. A palos se atacan las amarilleces: esto es así desde la manutención de los tiempos. Luego se dice, entre líneas, que las mozas se saborean las pulpas y se deshabitúan los humos a sus improntas de ombligos. Hay mensajes ocultos bajo las mamparas, con los agujeros a su disposición y vasos de una apatía terrible y sediciosa.

 

3

Verrugas fastidiando a los rosetones y los optantes inmersos dentro de sus linternas sin comisuras. Hasta ciertos almíbares irradian sus obras de tres en tres o de mil en mil. Resurge la suavidad que raspa, la piada que indura, el teñido que relampaguea. Las tentaciones oscilan, más allá se apagan los colores y, a puntapiés, viran las nalgas que rabian. Siguen los reproches y las enfermedades se asimilan a sus pronombres. ¿Dónde habrá jarros faltos de jugos, con insignias de mentiras y sonidos para enarcarse? Todo es ajetreo en la clase del tranvía y aún no llega el ayunte.

 

4

Ánulos para jugar a disgusto, al borde de la ruina. Por tales días se dobla la cerviz de una manera harto gráfica. Además el punto no amenaza, el estiércol se ha vuelto aséptico. Ésa que se enfada existe por sus grasas y su imagen es todo un sistema. Entre vistas y revistas, un caudal de egresos y el éxito tan pintoresco. De través, las unidades del juicio y de la muerte y la subasta de lo imperceptible. En cambio, sobre los violines se pudren las estrofas, al momento de recavar las risas. ¿Y qué, de nuevo? Muchas armas, bagajes y balas para la salvación de las almas.

 

5

Nacelas para las molestias, reventazones de pellejos, candelas para los moribundos. A pedazos caen las orejas: ¡tamaña exageración! Sin embargo, llegan los requerimientos de los gusanos y los formalismos todavía vigentes. (Como terciopelos pican los zancudos y sus ronchas actúan a petición oficial). Vino la leche y se agrió (¿sobre el madero?); acudió la carne y se martirizó; apareció el huevo y se plegó, perforado; se singularizó el aceite y se pringó, salaz. Omnia tempus habent.

 

6

Descansos de las imperfecciones mientras miran las niñas desde su ingenuidad. Una obturación delante de la preñez del presidente y pasa sin advertirse, porque todos atisbaban las antífonas en el sagrario. Muchos pelos sepultados bajo la arena de desechados relojes de biblioteca. A poco de completar las patas del cangrejo, un mendigo se arruina y canta en pequeñas dosis. Y si no, el calendario revela su celaje y los individuos se escinden para constituir los méritos. Tal vez se insista en los pregones y los reos reciten sus versos al son de bacines censurados y rotos.

 

7

Un coito tras el tapial y alguien expone su belleza. Enrojecen las costumbres del libro y sus hojas saltan en tresillos en pos de lo etéreo. Mas de un rostro de madrugada se desprende un lamento de diablo y las estatuas de la cercanía atravesaron los umbrales con amplio terror. ¡Y ningún bizco trajo agua de azahar y aquellos blancos, sabios continuaron! Los padres jamás arrastraron las valencias y sus lutos fueron sin respuestas y el deletreo de la ignorancia cosa resultó de gran porfía. Así y así se normalizaron las lenguas para las texturas de las bestias y sus calzados de tristeza.

 

8

De las terrajas, las rentas de los arriates y las convulsiones sin lo humano que humille. Con las coronas para fajarse, los difuntos conciben sus pasiones al margen de la fortuna. (A lo lejos, un país se desagravia y se parece cada vez más a un aposento). La caridad es un diamante que cae de continuo en manos dañosas y mi novia no va a dejar de quererme por esta revelación. Los canes se relamen de las basuras que los asaltan y en las puntas de las noches se escuchan sus babas en tránsito. (Los dolores del prójimo, según las sentencias judiciales, siguen y prosiguen).

 

9

Me descamiso y muelo los chocolates para fastidiar a los vecinos. Las fragancias (la mía y la de la pasta) se retiran y, a escondidas, se funden. ¡Hasta la victoria de siempre! Con el macho de los años armo mi portal con bisuterías a mi merced y con vuelos de vermes veo encumbrarse a los lauros. Los de las alianzas se tratan de “reyes” y de “padres” y yo no me hago ilusiones con mariposas sin fajas. Otros acontecimientos me heredan por el camino, pero me les reparto entre múltiples tiempos y, al cabo, me otorgo y gano. Las estampas las dejo cayendo y, a su modo, entran en su infortunio.

 

10

Los empalmes excitan a los guantes, a pesar de un desdén y otro desdén. La furia de la arcilla, en contra, y el silencio ofendiendo las herramientas que me piensan. Los propósitos del estilo se descuidan en provecho de un remo que ni siquiera se eleva. Mi estómago se rebela, empero la tos apuesta doble. Nunca escucho al laberinto entretanto se frota: asunto de un cromatismo supersticioso. De las manchas suelen partir los ataques y las ideas se deslizan a través de su negligencia. Ensayo el surgimiento de estímulos y el ajedrez se enreda en mitad de los anzuelos.

 

11

Solidaridad de las maderas que me asisten y me exaltan a transgredir el agua amarga. En público, los metales no me ejecutan, mas en privado prueban sus torturas y sus rigores de estufas. Estoy nutrido de lo no compacto y ello es mi jornada para errar. No ando con la ansiedad de besos, aunque me moleste lo nublado. Me hablo a mis espaldas y no tardo mucho en contestar. Y arriba, en el tejado, unas cuchillas prescriben sus acciones y a ellas me acojo. Estoy con los hermanos de las virutas que viajan lejuras y después y pronto me traen las lloviznas del cobre exentas de vicios.

 

12

Las escopladuras han entrado en la variedad de paquetes para el atractivo del nocherniego. Una velada y un santiamén y directo se alcanza el fiasco. ¿Por qué demoran las puertas si las maestras hace rato ya que duermen? Los prohibidos se reúnen cuando las pernoctas amenazan con ser muy frías. Y pensar que las querencias transcurren asertivas y neutras, también. Parece que maduran las ondas y se cargan de paréntesis como ejemplos para cambiar empalizadas. Unos centelladores —según consta— avanzaban quemándose entre perdidas prendas y, a la sazón, los perseguía un gorjeo.

 

13

Causa congoja los estragos de las hipertrofias. En los parietales, esmaltes de inusitado ardor. (Nadie destina a las calandrias los trapos que envuelven sus sequedades y, por eso, no acreditan su trino). Ofuscan los oficios de las gargantas lanzadas hacia el desenlace de una época que no les atañe. O se mantienen los tópicos ante el deceso de los obispos o los caballeros se desentienden de las palabras que apenas poseen. (Nuestros cráneos podrían vibrar enfrentados a unos moluscos de colas tersas). Los testimonios nos laceran tanto como las maldades de la escritura y, no obstante, sin rictus.

 

14

Quijeras y realces durante la simultaneidad de la impaciencia. En las propias hinchazones que se revuelven dentro de eufonías de ocasión. En pleno: sólo un resumen de nomenclaturas. Lo importante capitula, en gran medida, hundido en el interior de correderas de la sobriedad. Ni hallándonos sobre imaginarios pajares, ni situándonos encima de ínsulas pretextas, podríamos salvarnos de los balbuceos de la vida. Al vino no hay que dejarlo: se le debe presentar pelea y estimar los testimonios para las veces de los discursos y la propagación de los ocios.

 

15

Impiedad de las mortajas: nada más cercano a la utopía. Las auras ya no se aconsejan, oriundas de los relieves alterados. Ahora no existen visiones que desasosieguen, que profanen los diarios negriles. Las hechuras del oro se cuartean al enfermarse, haya guerra o paz armada o refriegas de almohadas. La materia se rasga y se expone su magia de ponzoña. Lo austero tarda y activa la somnolencia. Innúmeras resinas escamadas y las ratas calientes al primer asalto. Más se interpretan las cenas con tan obvias condiciones; más se tercia en las estupideces joviales. Los truhanes tendrán sus casas junto al mercado y ni la honradez los atormentará. Esperas y cortes para las cajas; gastos de los lirios, asaz recios, y una longitud que merezca un barrial. Entre las calles, las escorias al menudeo; machacas y fastidios y las agujas amoldadas. Con el mal traer, palos y jorobas hasta sentir los estorbos pinchando. Pues, ¡con carambas todo se vale y los tapajuntas arrebatan por lo hermético y por lo referido de sus corchos!

Wilfredo Carrizales
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