Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales
1

Un pájaro cree conseguir su triunfo dentro del nido. Por los momentos no lleva avería. Pero, ¿en su pecho no se mueven perdigones? ¿En su piel no se deslizan piojos? La sombra de una jaula lo acosa; su gorjeo renquea. El alpiste tiene sus artes de evasión. El ave es muy capaz de largar sus huevos encima de las calenturas de las hierbas. ¿Y después? Caza y vuelo.
2
El mensajero trae el hoy y ninguna noticia de la casa. El error no arrastra el ruego. ¿El regalo? Acertijo para el refresco. La paz se oficia lejos de las semillas del alfabeto. ¿Qué hechos le pertenecen a ella? Unos ruidos en la calle; unos perfumes de novelas. ¿Con quién hablar de chascos? Un automóvil se detiene; desciende una persona: no acepta otorgar respuesta. Llueve en la ciudad.
3
Estará él donde no estemos nosotros. Mientras tanto: ¡seamos! Tuvimos que querer la imperfección y dejarla debatirse. Habría sido comprado lo que no fuera visto. ¡Alegrémonos! Al anochecer se ducha el occidente y se oprimen los músculos. Los desechos no satisfacen con sus giros. El trasiego de las lecciones sigue el duelo o el desaire. Algo se entrega con el descenso de la remuda.
4
Un prisma previene; también embeleca. Ejercita los ojos, mas los acalla. La cuchilla en su estante galantea, seduce a los candados. Traspasa la raya el paquete y sus peligros. De un coro cuelgan imágenes con espinas. Sangran, insisten, se revisten de engaños. Merma en la bóveda los arrullos de vihuelas. Todavía un acometimiento puede imputársele al destino que embiste.
5

El zapato aguarda sin compañía señales de humo del alcantarillado. La desazón le aprieta el diseño y entonces se deshace del cordón. Debe hallar la manera de caminar sin moverse de su sitio. ¿Tiene que permitir que un pie se introduzca en su interior? ¿Cómo gastar los minutos de la espera y reforzar su carácter? Saca la lengua y rechina y se va arrastrando su moderación.
6
Acuden con tablas a la aduana. Entre espesores y anchuras sostienen la mentira que cargan. En la barrera pintan las maderas y las dividen. Arman su exposición ante los funcionarios. Que las tablas son para pisarlas cuando sean la escena. Que servirán para esbozar sobre ellas las perspectivas. Que se multiplicarán por sí mismas… ¡Salvaron una pieza y eso porque estaba fuera de la ley!
7
Rabo particularizado sobre la tierra. Antes aparecía colgando y provocando miedo. (La zorra tenía materia para sus befas). Hoy día va de apéndice desbaratando flores y hojas. También de los trapos se prende y refleja su confusión. Para terminar su impulso se aplica al viento que ya no anda de cacería. Se tapa con el ocre de los juncos y luego se dora en las riberas de su tamaño.
8
¿Se reduce la prisa en la prisión? ¿La angustia se torna en escaramuza? Consigno mi reclusión y me visito por caridad. No hago alarde de cuerdas y cadenas: corrección por libertad. A ritmo, velo y una muchedumbre de mosquitos traen sus bullas. Son más los apremios que los premios y las tallas de mis calzones se fueron al encierro. ¿Qué me acucia cuando la telaraña me hace su presa?
9
La extinción de las escamas anuncia su inminencia. La murria de los aviones será un estorbo para el amaraje. Me acuesto en mi colonia, en mi domicilio y depongo el abatimiento. Un poso me hace estornudar y pierdo las llaves para el cálculo. Nunca pensé en la elaboración de piedras y un cólico me refrena. La ruindad de un pisoteo en los alrededores me embute una atrofia que excita.
10

De la rojez a la vidriera y conviene que se viertan aguas y se salden polvos. Me entorno para ser parte del recinto y transparentar en ese ámbito. Me provoca despedir al dintel, pero lo mascullo mejor y fijo una reja que propine golpetes. Sé que se ventilan asuntos de gravedad a través de las aberturas. Asomo un respiro: se frustra la celosía destinada al fisgón. (Vence la ventana a su vez).
11
Locos arrojándose lodo en la esplendidez de la calzada. El furor no se pliega de ninguna manera. ¿Se les secará el cerebro, a pesar de la helada? El trastorno provoca una facundia que se eslabona sin cesar. Los chalados lanzan verdades por doquier. Si están tocados del ala ya no podrán volar de nuevo y deberán conformarse con planear a oscuras. ¡Orates con honra y raptos de tornillos!
12
Juegan los caballeros con las alcancías al uso. Sus inteligencias tardan mucho en darles alcance. El alcanfor preserva poco sus trajes y en las alcobas duermen con un olor de servicio. Algunos de los tales son alguaciles y las moscas los convencen con sinceridad. Sus alhajas provienen de la antigüedad y sus secretarias las enredan para significar la complejidad de sus vidas.
13
Ditirambos entre copas a montón. Las bebidas no se borran y el problema radica allí. Entre tonos y tajos la serenidad se espanta. Luces de los ebrios que alumbran hacia el fondo de las esponjas. Los sahumerios no curan la contentura y los curdos apuntan a sus bocas. Juntos se empapan en el almíbar de sus frases de pegote. Los cromatismos los cuecen hasta el nivel de las cerezas.
14
Una historia emergió debajo de un plinto. Ciertas figuras labraron sus estampar para el porvenir. Sus animales comían de sus plantas y hozaban y sus hocicos iban en pos de la negrura. La narración halaba los acontecimientos, aunque con flojedad se mostraban. Quien escribió los relatos no contó con dibujantes y la verdad se largó para asegurarse un futuro en otro hito.
15

Basta que los sacos dispongan de la bastedad de sus telas y así no se sacuden. (Se comunica que no todas las naciones equipan sus talegas). Un señor se contentó con guardarlos en el almacén y los bichejos los perforaron. ¡Habráse visto tanta barbarie! Cerca de las romanas la cortedad de los costales no existe. Hay gente que pernocta dentro de ellos y se ejecuta.
16
La suntuosidad se inquiere en la mesa. La gracia es su intermedio. La moral de dos se cuadra y se sientan a manducar. La conformidad proporciona laxitud. Un orden aguza sus hebras y anuda hambres y siestas. Un mediodía carda y el gusto será para mañana. No se ahorran los pucheros ni se reparten raciones. Los criados merecen las comidas que se arriman a las paredes.
17
Cuando tenía pies rodaba encima de las esferas. No envejecía y parecía una esfinge. De la redondez de su rostro creaba pelotas y las distribuía por el orbe. En las planicies se convertía en el ludópata que se restregaba. Durante los equinoccios circulaba entre el cielo y sus reflejos. Su coraje hacía pedazos columnas y portales. Por su cuerpo lo traicionaron y lo compelieron a menguar.
18
Los occisos coleccionando carámbanos en el remate de la madrugada. El de nombre que se rompía entendía de cristales y de pedruscos de hielo. ¿Para qué negarlo? De los tejados colgaban cirros y a los niños se les mojaban los cabellos. El invierno torcía los templos y la fortuna peregrinaba hasta la crudeza. La muerte yugulaba el agua y el rocío partía sin licencia.
19
El contradictor con la sartén y el acertijo ardiendo en el estío. Sátiros cada día más jóvenes. El sarro nada a través de su naturaleza. ¿Y en cuál hombre cayeron los versos del sacrificio? Un símil se ofertaba en el barro y nadie lo regaba. El error no se incubaba en vano, mientras los sarmientos se comprometían a soldarse y aprehender las uvas. La porción de malicia debió desviarse.
20

Los de la gallina picotean el grano y no les gusta que se los depositen en el suelo. Si anuncian estar cluecos no se los lleva el milano y se perpetúa su aparición. Al consumo los llamarán por la asadura. Ahora no se mudan y acuden a las clases con sus plumas de primera. Siguen a los pollos un sinfín de miradas, unas ansias de banquete y unos lazos que poseen correderas para el guiso.
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