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Empalmes que prosiguen el viaje

lunes 9 de agosto de 2021
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Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

1

Empalmes que prosiguen el viaje, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

EL HACEDOR de prodigios pasó por aquí. Ha dejado su testimonio creciendo en el muro, extendiéndose en pos de la longevidad de los callejones. (Yo me ensancho y quepo en su entalladura y me aplico a su mortaja sin envanecerme). El madero se adhiere a los grises y protege su rojez que le viene de nacimiento y origen. ¡Y cuánta resistencia para evitar la sublevación de las grietas! No ensangrientan las ranuras: salen de cantos y realizan su autoridad sin ser grotescas.

Se han encajado piedras dentro del amasijo de lodo y guijarros y nada se ha dislocado; los ladrillos se han retirado a tiempo para evitar el disgusto de los golpes. (En el entorno se espacian las sorpresas hasta el intento de blanqueos). Una fécula ha saltado de improviso y sus manchas se han afiliado con la coherencia de una goma. Otrosí de una demanda de huesos bajo la persuasión de la primavera.

La mirada se mueve denotada por el apagamiento de la cal que ha debido traer briznas y ya no se ven. Se avalan los ademanes de pájaros en acecho, ojeando sombras de insectos que brindan hilos. Oscurece por instantes en la cabeza de la pared y le habitúa una serenidad de larguero.

No es ruina todo lo que lo parece. Hay alburas que no se hielan y guarnecen de determinada manera que se enguedeja a lo antiguo y lo saca del desahucio. El colapso ni siquiera se nombra. Y es lo benigno que cede su altivez para seguir cundiendo hasta la atribución de las texturas que no caducan.

 

2

Empalmes que prosiguen el viaje, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

EN SILENCIO la arena fija su reputación. Allí prorrumpe una prueba para el humo o para el tejido. La extrañeza no amordaza, sino que comprime su horquilla. Fuera de casa, las márgenes del juego de la masilla vuelven a coger lo ralo. Y un rizoma podría vestirse de nuevo frente a nuestro desconcierto.

Las cagarrutas de ratones madrugan en levitación. Alguien leuda su visión con el propósito de penetrar en el misterio del entramado. Un masticar de mezclas se percibe en la unidad del esclarecimiento ¿Que algo amontona desastres no visibles? Quizá y no nos llega la pedrada.

Hay novedad, sin duda, en la subsistencia de lo que simula deterioro. Mas el rectángulo no se hiende ni se descuadra. ¡Juzgar de viso precisa no errar la puntería! Y el producto atestigua la marcha de los elementos embutidos. Se renuncia, al cabo, a encontrar residuos del reproche.

Esto y aquello explica el ingenio de entradas y salidas, repliegues y apretujamientos. (¿De modo simbólico una efigie de brevedad se insinúa a partir de un efecto?). Un tocamiento no puede asestarse por separado, pues devendría en vicio y en desgaje. Se mineraliza un hechizo desde una estufa escondida y luego se vara, pero no se hunde. Entretanto, se arrastra la costumbre allegada.

En los resquicios se entrenan diminutos seres reptantes: ¿orugas?, ¿gusanos?, ¿lombrices? Hacen trenzados y de ello no extraemos ninguna conclusión. Un entusiasmo de testarudez se agasaja por sí mismo y un légamo tijeretea y suelta sus aromas de tiestos y de lindes coetáneos.

 

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Empalmes que prosiguen el viaje, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

ACERCAMIENTO para retener, para borronear después. El polvo se achica y se agranda según los soplos. Un cosmético que estornuda escrituras. En punto, la fecha precisa y su hora de introito. Un impulso hacia un fondo que no acusa gasto, teniendo en cuenta el precursor de la rapiña.

En mis manos, un recobrar de tachones. Mi dentadura se sirve del modelo y reúne el herramental. Remonta la decisión de conformar la materia primigenia y reclamar el entarimado donde se abre el mediodía. Un sinapismo se ahueca en su foco y sostiene la defensa del todo, en total.

Un enigma se las da de pastoso y no logra su ensanche. La zona toma partido, se alza, dirige, triunfa.

¡Venga! ¡Que sigue allí! Ya no puede caer y me incluyo. Se repite la calma a través de sus conductos: los auténticos. Es verdad que existen correspondencias y se hallan vigilantes. ¿Ha de haber una bóveda que se encorva en un ámbito del imaginario? En rincón para claustro puede devenir un punto desprendido de lo celeste y el desear se acalla sin palabras, con poco aliento.

¡Grato benefactor de los ensamblajes atentos y no fortuitos! ¡Voluntarioso con instintos!

Emparedamiento de lo vertical con trozos proteicos que no vibran. Y el vacío consiguió su muerte. El ocre procura su octaedro y se apodera de la ocurrencia del recuerdo tácito de la mena. ¿Soy yo quien lo afirmo? De consuno conmigo, el mes asediador asiente y mi austeridad gana su estado de contemplación.

 

4

Empalmes que prosiguen el viaje, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

PALADAR de las sustancias disueltas en las savias que cuelgan y se balancean. ¿Acabará un último toque? ¿Acabará de una vez? Dependerá de lo infinito, de la escogencia de una cita futura. Está lejos lo que se ignora. Y mientras, migrarán las cenizas, sus impedimentas que rasguñan. La dimensión de lo gríseo no se abandona a las frecuentaciones. Una cuerda de nudos y lloverán conchas.

Velará lo verde que se cuelga de las comeduras, de sus entibadas intenciones. ¿Bajada de granos? ¿Descenso de una temperatura con viento blanco? ¡Nulidad en las nervaduras, espiritualidad del parapeto! ¿Dónde el sitio de la confusión? En parte alguna y menos si del orto de la ortiga.

Almillas de nervios sin salitre, ausencia de entramados de grillos, tenacidad en la referencia. El encuentro con los galces y la retícula que se describe en contra de lo previsto. No se arriba a la saturación: el magnesio no está para baños de estancia. En el seno de una secreción: una sal cegata.

Secuencia de armazones exentas de males comunes. (Me amparo con mi ropa sustraída de un sótano y preveo). No son precisamente ruegos para la resistencia los que se escuchan: son murmullos sin ecos, agrestes capotes para sobrevivir. Y un sistema que funde la arcilla y la tabula.

¿Se coligan el algodón y la madera? ¿Los ensucian los clavos? ¿Para qué la suerte si las culpas no están en discusión? Del tejado moquea una chinche y su rabo de batik aspira intervenir la fachada de carpintero y alarife. Mas, ¿a expensas de quién? ¡Esa idea fue un antojo muy negro!

 

5

Empalmes que prosiguen el viaje, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

UNA RISA con dientes pétreos. Y si no ocurrió ayer o ahora, sucederá trasmañana. El trasluz ha traído sus arrebatos, sus números para la hipotermia. Cualquier cotana y la incandescencia inaugura el inicio de la oquedad. (Por las ventanas que no existen no puede haber avances y los bosquejos se echan con voces cetrinas). Entonces se quebrarán las hachas y el sudor rendirá sin coraje.

Obras de las precisiones y de las cargas. Talante de la geometría en su afán de ancianidad y permanencia. Las guijas escarban en busca de raspaduras para sus ceñimientos. A la vista, un hipo de bastedad y lances que parlan. Excepto la humedad, todo grazna, todo es aullido.

Tentar y comer adoquines junto a las chispas de las virutas. (De lo bruno del espejo porto un segmento para bruscas ocasiones). Los retruécanos zumban entre la argamasa y transportan imitaciones no rendidas. Por separado, se enjuagan las alianzas a perpetuidad.

Pluralidad de los carbones a la espera: su índole los aúpa, si llega el caso. Unos tacos se elongan y se diseñan de memoria y desde la cintura. Y los sustos les dan hambre y causa de voracidad.

Fardas que presumen, pero no mascullan. Surtido para completar durante la holgura y las funciones. Y un asueto oblicuo con un sol que se place en ser vano. Y lo menor del caqui encasillado al antojo de un pegote que no lenifica. Por el interés se allana la premura y la máscara se recoge.

 

6

Empalmes que prosiguen el viaje, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

EL PRODIGIOSO hacedor levantado en su palanca, zunchando los alcornoques fósiles. Eslabona los ladrillos con precintos que gañen. Rompe, si es necesario, para seguir las huellas y poder basar su iconoclastia. Ya quisiera para sí una persiana destrozada o una juntura de tarjetas rasgadoras.

Se desconcha lo susceptible. El temperamento del caliche se cansa y comercia con el quiebre. El arcano del solar pasa por el cráneo de la electricidad y de una sola hebra se aprieta y despacha.

Muro para las navajas y los colmillos y los listones a tiro de leche. Bruscamente un ruido y se anima la acedía. ¿Habrá compás del cadmio sin originalidad ni elegancia? El limbo allí se lacra.

En el giro estriba la quijada sin sosiego; en la inercia, el mensaje cifrado y los guarismos. La circunstancia promueve las cigarras y su segura electroacústica. ¡Ah, y el arte del cemento blanqueándose! Una cadencia sin lástima para el concurso de lo concreto y el mortero sucesor.

Retorcido el albur en la marginalidad del desarrollo. Casilla sin inquilinos y sin diatribas. Oyen las tardes emparedadas los nacimientos de los cascotes y se amotinan con mordazas.

No más fuerza al borde. Las ranuras nacen de su propio desdén. ¿Por qué no ocupa un nido el sitio antes nimbado? ¿Ave tonta expectante? El truco amaña su chocolate y lo pinta fuera de serie. De momento no redondean las venas y el berrinche posee sus reveses y sus revestimientos.

Wilfredo Carrizales
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