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Excrecencias

lunes 11 de octubre de 2021
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Textos y drippings: Wilfredo Carrizales

1

Excrecencias, por Wilfredo Carrizales
Dripping: Wilfredo Carrizales

Las anormalidades crecen después de la digestión y he ahí el dilema. ¿Putrefacción o exclusivismo? Los azotes se pregonan desde el aire, se animan con angustia y también con padecimiento. Las aberraciones engrescan las grupas. Dícese: ¡joder! Y las mandíbulas nadan según las modalidades del pato. Muy salientes los anhelos, inmersos dentro de la anemia de los tejidos. Placeres de los músculos para amblar y apuntar su anorexia. (Los locos se alteran con la comida impermeable, pero lo ocultan por miedo a los apliques). Ansias de muerte tras los anonimatos. Se avieja la codicia hasta pegarse a las paredes rotas o agobiarse bajo el peso de las averías. ¿Quién alza los belfos oscuros?

 

2

Excrecencias aspirando a la superficialidad de las causas. Del arsénico se extrae la anomalía para el asesinato. Luminosidad de la ardentía con las costillas arbotantes y en proceso de arranque. Hartos de agua, aterecidos con la semejanza de los renacuajos. En todo caso, los disimulos, las aversiones, las sacudidas… Eran atrípedos en las trincheras y entristecidos, pero ladinos. Y se encogían, por momentos, los nervios de las epístolas para alargarse después con los atributos de los achaques. No tenían descendencia para no enajenarse ni cortarse los flacos cuerpos. Lo más conocido se tiende debajo de las barbas y labra sus ladillas sin salir del ruedo. ¡Ah, el siglo nuevo abate los barnices impropios! Y los trozos de frutas en las estaquillas de las ventosas. Las viñetas llegan con los golpes dados, con el estaño del tiempo de la guerra. ¿Y un hombre se atreve a comerciar con odres fallecidos? De búcaros sólo para las viejas conocedoras de la peste y de la piorrea con aureola.

 

3

Me cuesta tanto contar las agallas y los resplandores de los sombrereros. Las morcillas se mantienen a la derecha en su seguro cobijo. (Tres partidas se bregan con el capote embarrado y a ese pueblo infame no regreso jamás). La mujer se templaba su errancia y estiraba el calzado y la profesión ambigua. Del azúcar, la empuñadura; de la mochila, los orzuelos en reclamo. Nadie piense que las patillas no se halan ante el peligro estacional. Los borrones serán los monumentales caños del mañana. (Ahora reconozco que sé del sangrador de altura, no convencional, asaz cauto).

 

4

A cuestas las recaudaciones para el fomento estético de los glúteos. No callo lo de los cayos: motivo permanente de diatribas y vanas disquisiciones. Los otros callos rezuman en su jaleo de endurecimiento sin escape. ¡Un planchazo y los pantalones sueltan los bolsillos! La decadencia se abre en espacios de asimetrías mentales. O sea: la baba como escena, como ambiente para las idioteces de los patanes. El que tiene la boca descerrajada deletrea títulos de porquería. Y los pies, todos rectos, se tuercen con la orfandad de los calcetines. También hay filiaciones de las narices que secretan, mas no secretean. ¡Mocos entrevistos a cuadras de distancia! En deslayo, los diapasones del vientre y las diarreas a la escala de la monstruosidad. ¿Por qué no un disparo contra los crápulas? ¡Creo en la virtud de las balas vengadoras! Alguien debe andar a cuatro patas encima de los tejados sin reciprocidad. ¿Se pone rojo, testimonia su insania? ¡La exhibición va a continuar y los que profesan lo simiesco reirán, vehementes, aquende el color excrementicio, de cagajón frío!

 

5

Cavilosas carnosidades: recuerdan, de modo muy grato, a la pulpa de las sandías. Con los verbos palpar, tocar, tantear, acariciar, manosear… se les levantaría un altar de culto. No hace falta aliñar nada. Están los deseos cogidos y apoderados son. Y más cornijamentos, tajados y cocinados. Las laceraciones causan indigestión y se trata de darle, enseguida, al gozo. En caso de degollina, degradar a los matarifes que la lleven a cabo. La descendencia de los cuchillos tiene que ser descargada con pasión, sin vergüenza, con comedida desenvoltura. La ecuanimidad de las uñas para el disfrute de las chupadas de jugos de enjundia, de salsas viscosas y de caldos impíos, secretados.

 

6

Excrecencias, por Wilfredo Carrizales
Dripping: Wilfredo Carrizales

Las peleas de gallos contra pavos redundan en carúnculas a bajo costo. Las jaulas se abren y muestran las crestas eréctiles, los ojos angustiados por los lagrimales, las barbas colgando, sin relaciones de cortesía. (En el entorno, suelen escucharse sonidos de yoyos colorados, pero nunca forman círculos de recreo). Más lejos aún, en un insinuado carvallar, penden las mucosidades, muy parecidas a telas para envolturas. Y las simientes adecuan su cacareo para espantar a las serpientes de cascabel que no veremos. Y cascotes escondidos debajo de la hojarasca, cual fina diversión de corral o patio cimero. Entonces, cuando se queman los huevos, se soliviantan las cáscaras y saltan los enanos que permanecían escondidos masturbándose recíprocamente.

 

7

Farfullan los esclavos, prendidos de las crines con fanón de los caballos de fantasía y ahítos de albañal. Por oposición, del fango se pontifica y se presume su hechizo. ¡Alabancia de los mediodías para las trompas y las vulvas! Y los ganchos mejorando sus castigos y apartando lo chapucero. Responde el ambiente con gañidos y con extravagancias de sorbetes. No ha de enfermarse el hélix, aunque dé infinitas vueltas alrededor de lo ilógico. Mayor constancia poseen los heliotropos movidos a mano desde sus manchadas espigas y sus aromas que enrostran lo azul de su seda parada. (Entretanto se renueva aquella verdad: el faquir no falla con su falo en ristre). Las lesiones se convierten en reliquias y sus depositarios ambulan en busca de balanzas no hostiles. Los enfisemas admiten sus fraudes al borde de la vejez, en las horas habituales para confiar en las fumadas.

 

8

¡Qué mollejas para los bultos que se ensartan de costado! Cero antipatías y abundancia de enhebramientos en el altozano. Las infecciones necesitan de un orador que le extraiga la sustancia al tema. Otro asunto sería el del buen pulso para la eventración. Con la perturbación del cogote no hay porqué encapricharse. Relax para los tejidos y para los tegumentos y para los tejuelos: maquinitas de huesos brincones. Y nos enteramos de los rasgos de la anatomía sometida a rarezas de orates. ¡Es que los hipos son insaciables y predisponen el ano para su relieve esculpido! Hasta el capítulo de las lechecillas había que saberse de memoria para acceder a sus asaduras y presumir de delicado. Durante los maitines, las boñigas no podían difundirse, so pena de ritualismo. ¡Ah, y las pesadumbres dosificando las jaleas y aquella modorra de cuajarón, excogitada y después resumida! ¿Se amparaban los repulgos, se serraban las cicatrices, se ungían los virgos? ¡Presencia y voluntad para averiguar tan magnos eventos de anormalidad y marginación! (Sólo falta un tenebrario).

 

9

Tumores para descubrirlos en la tumba y abandonarse en un esfuerzo sin reparación. Las cataplasmas habrían portado escrituras de haberlo propuesto alguien acucioso. Mas hay que pensar en que las almorranas eran factibles de sufrir inclinaciones ingratas. Y los lerdos se calientan en unos braseros que más bien parecen artefactos de tullidos. (¿Un galápago fornicando con un sapo encima de una cama debe considerarse un fenómeno excomulgable?). Además, no siempre supuran los ruidos en lo doméstico. Con simpatía, se observan los hematomas en las hermosas concubinas de militares y policías. Y si las maduraciones no pasan el examen se destinan a cebar a los sietecueros. (Un horizonte se acuesta sobre las excrecencias de los turistas y luego le aprietan los dolores del parto). Lamparones y ránulas para robar racimos de uva antes de la evacuación de los fermentos contraídos a la intemperie. Y los sarcomas se arriman a sus ascuas en la planta baja de los edificios panópticos. Educando, educando, lo sarmentoso se compone de maneras bruscas y vibrátiles.

 

10

Excrecencias, por Wilfredo Carrizales

De cocochas a las rumbas del mar de los ilusos. Entretanto, un temible bocado se allega a las fauces del gavial, después de que los albañiles han levantado el muro de los lametazos. ¡Cuántos suspiros pirrados, marcados por la taquigrafía de los mancos! Así, de codicilo en codicilo, advienen los mariscos con ronchas y ya sobran los sustos. Empero, las jergas reproducen sus palmeras que son repeticiones de codos y en las bacinicas permanecen flotando los ingredientes para las corbatas. Carantoñas tras las bacterias al margen de los triángulos amorosos. Ayeres de un limbo tumescente, heredero de un clítoris que se mantuvo, en todo momento, a la expectativa. Las disyuntivas van a parar al interior de los excrementos vegetales, donde, con posterioridad, crecerán hitos y mojones. Y no es para que el estiércol nos enlace con frecuencia, a pesar de las hostias repartidas por los demonios. ¡Que no se enfurezcan los desarbolados, porque entonces habrá verrugones en el exilio de las majadas! En el culmen, jorobas y leches que estallan en virutas de quesos ajenos. Y, de modo aparente, cesan las excrecencias.

Wilfredo Carrizales
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