XXXVI Premio Internacional de Poesía FUNDACIÓN LOEWE 2023

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Extravagancias entre dos luces

lunes 24 de enero de 2022

Textos y dibujo: Wilfredo Carrizales

Extravagancias entre dos luces, por Wilfredo Carrizales

1

Se derrama con sapiencia y hay ojos que de él se prendarán. Por los momentos, miran hacia otro lado, tal vez despojándose de legañas. Quien lengua ha, la vuelve lanza y punza cual pezón. Luego vendrán bombones y no lentejas e imágenes para la libertad de las aventuras. Mientras tanto vibra y se extiende la virtud con rojez y vellos y de su entraña saca vino para que la victoria no sea huérfana.

 

2

Los que desean menos, anhelan más. La discreción es ahorcada sobre el árbol de la timidez. Por la puerta no debe asomar la muerte, sino la vida que no ataja. Dentro de la morada no existe tanta fortaleza como bajo la lluvia. Para el resfriado se consigue remedio; para la impotencia, no. El caldo se trueca en espesor si no se lo mueve. Por el fuero se las ingenia el huevo. Y la pretina adquiere fuego.

 

3

Baja el dedo del medio, después de la tenacidad del trabajo. Trae gustos, aromas y gemidos y busca una mesa para saciarse. El hartazgo nunca adviene y se ajusta a la dicha del cielo. Luego una forma de pájaro se elonga y le nacen varios ojos en uno. A pedirlo se acercan las escuchadoras y madrugan con haces de hierbas y lociones que eviten lo romo. La ventura es símbolo de fe y anzuelo con cobija.

 

4

Panes con aguantes de velas, en claridades con mudanzas. Refunfuñan los palos debido a su cortedad. Los locos se acuerdan de las locuras de los otros, no de las suyas propias. Piensan en sembrar consejos para regalarlos en las esquinas. La porfía ya tiene nombre: nubosidad entre jaulas. Las sentencias no pasarán agachadas: enero justifica los medios y no espanta las fiestas.

 

5

Lascivos hasta perder los sentidos. Saben mucho y andan mucho. No enferman por mor del qué dirán. Suenan si el peligro no les da consuelo. Mas siempre meten sus botones en los hoyos de costumbre. Su tiempo nace con los adecuados músculos y se obligan a una devoción con creces. Se mojan recostados a los muros que oyen y mientras más pueden más arrastran.

 

6

Ante el pez no hay debilidad que valga. Su culo no molesta, aunque le pique y no se rasque. Su ámbito lo engulle y lo vomita de continuo. De chico, forjó su carácter y después evocaba las lecturas donde tuvo cabida. Conoce de sanamiento de piedras y de prohibiciones de corrientes. Sobrevive con el cómputo de la audacia y la fluidez. Jamás se hunde porque se alimenta con lodos.

 

7

La mujer que ensancha su cabeza confía en sus secretos. Posee más muelas que los molinos del miedo. Abundante oro para su bondad y casa con asomos de mando. Entre las piernas, a veces, se arruina y lo ancestral le hace cosquillas. Por fortuna, no se le quiebran las piernas y lo celebra con algarabías. En la tina, pierde con facilidad el jabón y tras mucho buscar, lo encuentra en su abertura.

 

8

Mencionadas aguas mataban a la gente y a los canes. La alerta se filtró hasta la Sociedad Protectora de Perros y, al pie de la letra, sus afiliados clausuraron las letrinas. Mas las aguas estaban envenenadas y continuaron los decesos de personas, aunque no de canes. Corrió el miedo y también la sed. Al fin, el agua fue traída del mar y, entre amargores e iracundias, se bebió sin cesar.

 

9

Amanecieron las ceibas con dolores de parto. Pronto se sospechó del ingenioso que cebaba ganados. Él empalideció bajo el peso de las conjeturas. Las ceibas, día tras día, medraban. Sin embargo, el ambiente se tornó en bruscas amenazas. Hubo poco trecho por recorrer y las ceibas abortaron todas. El ingenioso huyó en secreto y abandono su cuchillo pegajoso por la savia.

 

10

Debajo, los cántaros; arriba, los cantores. En la fuente se asaban quienes iban de frente. Pelos y sayos siguen a los varones y fingimientos y cegueras a las hembras. La caridad no vino de antaño, sino de la ilegalidad del mundo. Por ello, los niños criaban luciérnagas para prolongar la eternidad. En los juegos de los dioses, las terrazas fueron jardines y los jardines, memorias sin clemencia.

 

11

Ideas en torno a los abismos. Que si los alabados encontraron los cabos. Que si los pasionarios perdieron herraduras… Nadie escuchó las intenciones de las escobas, sus prédicas de limpieza y yantares. Los arteros se despojan de sus buitres volando y apartan sus cabezas sin historia. Algunos se quiebran las gargantas y pasan las excusas con borrones de azúcar y tocino.

 

12

Yerros y barbas que no callan. Escuchemos a los oídos para convencernos. La humillación se hace cosa nuestra y luce entre visiones. Ya se sabe: los gallos charlan menos y anuncian más. Se entiende que no hay extrañezas de por medio. El corazón puede caer en su proceso de levante. Hace falta quien enseñe a parlar a los loros del regreso o del ocaso. Un tonto lo piensa y sabio será.

 

13

Concurren coños en balde y no se humedecen. Acuden bigotes para chuparse, mientras las sardinas se siembran entre ascuas. Duermen los enemigos con las durezas que los desnudan y luego dentro de los pozos descienden sus nombres ahítos de pajas. Las vigas no son infortunio si con ellas se hace leña. La justicia se empuerca y ve sotas por doquier. En las cartas se funden los adagios.

 

14

Suenan los cuerpos vapuleados por los pactos. Trepan las escaleras del limbo y se adulteran temprano. Se cometen manchas y se evaden los gozos: los imitadores siguen como andaban. La claridad es aborrecida por los ciegos, quienes enturbian sus anteojos. ¿Y si los adivinos promulgan asesinatos en las fuentes tan lejanas? Las reformas traen embrujos para los malcriados.

 

15

Mendrugos que caen dentro del zapato: pleitos sin condena. De aquellos pollos no valían ni las plumas. Y entonces el poeta oraba y sentenciaba. Más adelante se deslizan los insensatos hacia las alcantarillas en pos de las dichas. Y el infierno resulta emperrado, con humos en abundancia y frutas pudriéndose. Así se amargan las rodillas y las arañas hacen fiesta en sus grietas que son peanas.

 

16

Se remojan las calvas para que no se posen las moscas. Hay esperanzas para el que tiene padrinos. Se visten y nunca los llaman al tiempo de los triunfos. En la calle se demudan ante la visión de una vieja con cara de diablo. ¡No es de extrañar que sobrevenga una tormenta! Sin embargo, en las tiendas sobran los sacrificios y los atajos conducen a la pereza.

 

17

La puta hipaba y era bachiller. Hilaba y comía a destajo. Alzaba los ojos y le bastaban los badajos. Enamoraba los arreboles con su piel de sábado y frescura. Su oficio le venía de sus antepasados, gentes de refranes y prolongadas osadías. Merecía lo que cobraba y aun más y nadie la escarnecía por miedo a sus uñas. La vejez la esperaba, a pleno sol, con sombrilla, tenderete y una cesta de pliegues.

 

18

Árbol partidario de la lascivia: su flor de purpurina se abre y se cierra según el viento. A quien se le arrima, arriesga hueso y cecina. Y sus semillas curan casi todos los males, menos el mal de la ruindad. Caso omiso hace del que con frecuencia incurre en boberías y sus hojas le pasan por encima y lo cubren hasta asfixiarlo. Árbol entendido y de vanguardia: apotegma de los días salaces.

 

19

Cállanse los boquerones cuando braman las corrientes de los mudos. Cambia la tempestad y se prohíbe el habla. Los caminos surten de camisas y de tañidos donde las campanas no existen. En las cercanías, los candiles sin mechas atajan las ceras con pocos lunares. Si se jubilan las colmenas, pronto la intolerancia aportará amarguras. Por cierto: ¿la duda cruje por cimarrona?

 

20

En la víspera, dineros sin guerra en puertas. Saltan los bandidos con armamento adelante. Ruedan los nervios y se tornan rucios y los efectos se motean. Se quiebran brazos y se tuercen piernas y el amanecer ya acude con su reguero. Los perdones no asechan, pero las almas enflaquecen y se imagina la tisis con gracia de andadura. El hábito se pinta de añagazas y se informa cual animal.

Wilfredo Carrizales
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