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Todo se definiría con una soga

lunes 2 de mayo de 2022
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Textos y ensamblaje: Wilfredo Carrizales
Todo se definiría con una soga, por Wilfredo Carrizales
Ensamblaje: Wilfredo Carrizales

1

TODO SE DEFINIRÍA con una soga en proceso de acordarse de los espantos en sus itinerarios de varas y medianías y los suicidas que se ahorcan podrían dirigirse al sol y reclamar el sojuzgamiento que sufren a posteriori. Sobre la dirección del paredón se reajustarían cristales, pabilos y botones sin contradecirse entre ellos y midiendo longitudes según los sufrimientos del caso. Los pleitos se trasladarían hacia las regiones donde los ladrillos menos molestan y aguantan la diversidad de variedades de colgajos, nunca alterados por la violencia de los elementos. Se crisparían los tizones que despiertan temprano de sus probanzas, en zócalos salvados de milagro o por sí mismos (misterio por resolver) e irían las líneas más jadeantes al pairo, con el otrosí de la no pesadez, porque la somnolencia no encaja dentro de sus atributos ni los enemista, en razón del lustre que las consagra sin necesidad de sacudirse los tachones, si los hubiere o se aplicaran a lo fortuito.

 

2

TODO SE DEFINIRÍA con una cuerda que respondiera al perfil de los relojes, poniéndolos en círculo para no estorbar y para que no anulen los ecos de los eclipses muy íntimos. Los retorcimientos temporizarían con las trepadoras, mientras duren los tatuajes sobre las almortas y así se sacarían adelante las plasticidades de las visiones. Desde luego que las orejas permanecerían gachas para frenar cualquier posible zumbido de las texturas que respiran sin inmutarse. En el sojorno se aguantarían criznejas y liñuelos, unidos por las expansiones que contienen, en un sitio y en otro también, efecto del engranaje, acaso, del estío. Y las vejigas deberían sofisticarse formando isocronismos, de los que se apaciguan a destajo. Se tirarían las espigas a mano hacia los barnices que despiertan la alquimia y las criaturas de guedejas cerrarían sus nubosidades, previendo irritaciones que bajarían la gravedad de los teñidos.

 

3

TODO SE DEFINIRÍA con una tomiza, olorosa por lo impresionable, encarnada por lo benigno, y unos cuantos perpuntes sonsacarían los disgustos de los hongos. Los trisamientos padecerían sus males junto a los trashogueros, donde los acecharían agujas y falsos reposos. Que la morosidad chocaría contra la superficie desplumada, es cosa sabida de antemano y para ello se cuenta con un soguero entregado a las tormentas y a los pellizcos de la atmósfera. Sobre montes se atisbarían las extensiones de los torzales, sin llamarse a engaños, enlazando toses y maniobrando cueros. ¿Y por qué no erigir un paramento para descubrir trueques de nudos, matutes de costuras? Siempre prevalecería la lasitud que castra y la arremetida de la caducidad. ¿Y qué hacer con las sogas que se encontraran en los baúles de los mozos que ululan? Se denotarían los pleitos a los que les sobran recuerdos y guindarían de los pelos las marcas de las rastras y sus cifras en maduración.

 

4

TOTALMENTE SE PRECISARÍA la sogueta en su función de fiesta rojinegra, opuesta a las sombras que se corren y se aceitan con sucedáneos de la oscuridad a las claras. Las burlas no terminarían nunca, pasando a un primer plano: el de los espectros y los flóculos. Y los oficios serán cabales si se sacan en firme, sin calderear lo heterogéneo de los tejidos. A veces, habría que bordear los textos en las enramadas y después se procuraría halar sus confines para que valgan sus intenciones ceñidoras. Sin embargo, valdría la pena pensar en los achatamientos que conducen a las maceraciones o, en su defecto, a las viscosidades que se explayan. Fluctuarían los templamientos y sus derivados, los sofismas, con ser, todavía, embutidos con cierta resistencia. ¿Y los hiscales de las colas de zorros seguirían con sus oportunidades de descolgarse en concurrencia? Allí, en los asertos —si los hubiere—, radicaría el desgarramiento de lo que pendula con retroceso y un atisbo de sutileza.

 

5

DE LLENO soplarían los ripios de los garrotes, requeridos por los presbíteros en el acceso a las escaleras del infierno. Las amarras estarían exoneradas de algunos gravámenes para tranquilidad de los obcecados y sus familiares. Detrás de los asideros de los resquicios se desnudarían las modelos en harapos y demostrarían su desprecio por los ochentones que las espíen. Los enanos se purificarían entre sus sombreros de grecas y, por añadidura, se les declararía prófugos si se les ocurriera saltar a la cuerda. La gracia de las maromas estribaría en sus reventazones del mediodía para abajo, de acuerdo a la cantidad de barcos y ferris que zozobren. (Darían ganas de vomitar ante el hundimiento continuado de la moral y los remos de utilería y salvamento). A la marinera, flotarían colas de peces confundidos entre las hilachas de redes clonadas. Lazadas las ondas, sonarían las sirenas de la lealtad, las mismas que se colman de refracciones y chicotes.

 

6

POR ENTERO se deslindarían las bagas y los bagazos, mientras que a los hollejos se les empujaría hacia los costados para que encuentren sus insignificancias. El desaliento abatiría las simpatías de los neuróticos, quienes azuzados por los levantiscos, querrían lograr el secreto de los algodones. (Dentro de los jardines se comprimirían los bramantes por el denuedo de sus estruendos). Los celestiales celajes desentonarían con las cortinas salpicadas de elíxires y eyaculaciones. Y los impíos devendrían en hienas con los cabellos implacables, por donde se deslizarían migajas y mierda. Ni por esas se taparían los camuflajes de los zalameros de chaleco y saña. Habría solapas sobre el pavimento, en mitad de los zaguanes, al lado de los mingitorios mixtos y desaseados. Y de los toneles brotarían turbulencias de calina, sollozos de proxenetas, todos atados por la maraña insostenible e insolvente y que, en un espabilo, se exprimirían los cordajes del aliento y los cuajos.

 

7

DE MODO ÍNTEGRO, el que más o el que menos, resolvería las deformidades del claustro de las briznas y las lajas ladroneras. Sería un placer enorme el apareamiento de las modorras en boga, al amparo de pantomimas y raros rasguños. Se derrotarían a los señuelos y a su dominio nada apático y un conjunto de nuevos tópicos entrarían en vigencia al margen de las abrasiones. Salvas y fogonazos pondrían a tono las chamusquinas de los sacos, de los calcetines y los pañuelos de la persistencia. Y en las rebatiñas de cables, los pájaros más malvados defecarían pensando en sus nidos revueltos y hediondos y mucha caducidad se sostendría con el sólo hecho de sacrificar los matices. Unas corrientes de pelusas acometerían por debajo de los hilvanes, burlando la vigilancia de abuelas y comadres. A fin de bordar los cascajos a los pliegos de los coletos, se secarían previamente los aguijones que pertenecen a los ahondamientos de los sustos.

 

8

CABALMENTE no se tergiversaría el sentido ni la dirección de las huascas, esas abultadas tentaciones que halan a los desprevenidos y los entumen. De los puntales brotarían los derechos para arrollar cabos y rabos, destinados al ejercitarse en las simas instrumentales. También se sustentarían las cadenas provistas de presos y exangües transgresores hasta que equivalgan al porcentaje de sus respectivos resortes. Se prenderían las mechas de las almas y se pulsarían sus humos hacia los coseletes que no se curvan. De los dogales se diría que se prestan a glandular los cuerpos que rumian en sus cierres. ¿Se atarían los galapos sanos, los que no se tuercen ante las constelaciones? Nadie se solazaría con una respuesta positiva. Aunque de noche se apearían los estrobos de los umbrales menos florecidos. Y lo mustio, cundido de estreques, se saldría de su ámbito de mestizaje para volver a relacionarse con los cuernezuelos y plegar su destino. Otras betas particularizarían sus fárfaras recién hacinadas y, en lo simultáneo, un resabio se olvidaría.

 

9

EN LA GENERALIDAD se esclarecería la gruesa soga que iría al cuello para cercarlo y luego trabarlo y apretarlo hasta que se asfixie. Nada de reprensión con aspereza: los sofistas no son sabios. Sobrarían arándanos de la paternidad de la guadaña. Ayer se rayarían las hebras por venir; hoy se rallaron los círculos de los metales en discusión. Partirían las multiplicaciones con hipos y proverbios: donde caiga el que se arrastraba no volverá a haber sombrajo. Los canes se tomarían por perros y se les ataría con suavidad para que huyan y así poder justificar sus posteriores apaleamientos, sus consecuentes martirios. Se detendrían a las embarazadas que mienten por indiscreción y se les afrentaría al poner en evidencia sus llagas y sus lastimaduras. Se exaltaría a los ahorcados venturosos, porque sus pupilas hechizarían a quienes los miren más de treinta minutos seguidos. Las querencias se aprovecharían con total desahogo, sin diferir ataques ni raspaduras que se quiebren.

 

10

TODO SE DEFINIRÍA con una soga sagaz, sirgada y somática, salvo que una insolación la descalabre. Tardaría, de modo incierto, la lengua en parecerse a un resumen de soguería. ¿Se encordaría o engordaría el cuerdo, análogo al colmado? Sus tripas serán musicales, con tendencia hacia los ritmos de bastón y gas de uñas. Y en la aparente cima de sus montañas de cuero se acordaría, el prudente, de su cordón tan cansado. ¿Saldrían las muelas recortadas del corazón, cuerpeadas a fuerza de excoriaciones? Sin mangas, se divertirían los gaiteros con corazas y cacareos de pavas viejas y la cuestión se saldaría con cuescos, aquellos de ruidos incomparables y eternos. Cundirían los liatones precipitándose hacia los retículos de las libélulas. Se amancebarían la sogalinda y el cazurro de los muros de adobes. Se purpurarían las tejidas superficies de una heráldica domiciliar y siempre, de principio a fin, se tolerarían los herrajes medianamente soplados y pimpantes.

Wilfredo Carrizales
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