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Yo, el desconocido

lunes 3 de octubre de 2022
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Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales
Yo, el desconocido, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

1

Yo amo las vulvas, las válvulas, las vírgulas… Amo la erudición y las letras, el lenguaje sin melindres y la sabiduría de los antiguos. Amo la piedra que se amuela para filosofar y a los filtros del amor. Amo la alquimia y su empeño en derivar metales hacia el caldero de cocción lenta. Amo las hojas con filos y los confines donde delimitan los lagartos sus hábitos de parafina. Amo el fenecimiento de lo fijo.

 

2

Yo canto y hechizo y ando de esquina en esquina y no ostento ni me contoneo. Canto para alegrar, no para molestar y arrullo a las cantáridas. Canto, de vez en vez, en un cantil y atisbo el fondo del mar y oigo gotear sus ruidos. Canto y el recital cae dentro de cántaros donde croan las ranas. Canto en cantidad y las alegrías llegan a las cantinas y chocan los vasos en mi honor.

 

3

Yo amordazo con bozal a los perros altaneros. Amordazo el celo de las viejas casamenteras. Amordazo lo amorfo para reverenciar el misterio de natura. Amordazo las señas frágiles para que no salten en pedazos. Amordazo la viveza de los colores que me consisten a golpes de deslumbres. Amordazo el amparo necesario al pan y a la imagen de sus ángulos mordidos en el horizonte.

 

4

Yo bajo al bajel y no bajo la cabeza. Bajo de la escalera para que descienda la temperatura y mengüen las turbiedades. Bajo a atarme los zapatos y encuentro sentenciado al juego de naipes. Bajo la luz que se expresa colgada de un bajante. Bajo el cuadro de la acequia y bajan las aguas represadas. Bajo la voz y me apeo en la próxima estación ruidosa. Bajo el gallo y sus humos.

 

5

Yo quepo en la cavidad que me ase en sueños. Quepo en la parte del desayuno que me toca. Quepo dentro del pozo que se piensa y no encuentro su origen. Quepo en el espacio del sombrero que voló durante la tormenta. Quepo donde no he ingresado todavía y cupiera después a más y mejor. Quepo en el quepis de mi abuelo querellante. Quepo en el interior de las querencias, de cabeza o de pie.

 

6

Yo palpo la pulpa de la palurda secretaria. Palpo las tentaciones cultas de la lectora de diarios. Palpo los pálpitos de la mujer que se desnuda a la manera torcaz. Palpo el presentimiento del vocablo en agraz. Palpo mi vientre orientado hacia nalgas femeninas. Palpo los párpados que tienden a tornarse amarillos y quejosos. Palpo la hostilidad de los necios a metros de distancia. Palpo al paltó fugaz.

 

7

Yo vierto los giros en el vestíbulo. Vierto el agua en torno a las vértebras. Vierto los versos proclives a la inmediata rotación. Vierto víboras encima de las víctimas de los agoreros. Vierto mis travesías para que vibren bajo los cielorrasos. Vierto escrituras sobre los surcos de las vides. Vierto los extravíos en los cuadrivios que no aparecen en los mapas. Vierto del revés y la víspera llega visiva.

 

8

Yo rompo los malos vestidos para destruir las infames costumbres. Rompo las rutinas y las precipito en las afueras. Rompo las cohibiciones de los rombos y las rumbas. Rompo la naturaleza para que estalle con todas sus espumas. Rompo las aguas amanecidas y los ramajes no manifiestos. Rompo las criaturas que desenvuelven sus tripas. Rompo la espesura de la niebla para que consagre sus colmillos.

 

9

Yo llamo a las matracas entre clamores. Llamo a los nombres de las aldabas y luego escucho sus advocaciones fingidas. Llamo a las llamaradas para que exterminen las basuras reinantes. Llamo a las campanas carentes de badajos y declaro que los rebatos son procaces. Llamo a los veranos con los apodos de sus frutas enjoyadas. Llamo al trueno que no quiere salir del seno de los rosales.

 

Yo, el desconocido, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

10

Yo muero en la inmortalidad del moribundo. Muero con mortaja prestada o alquilada. Muero de morisquetas mortecinas. Muero de una oscuridad morisca. Muero muriendo desplomado y casi yacente. Muero de pasión expresa en el punto del murmullo. Muero en clave de morse con la mandíbula superior sudada. Muero de desvivir desde el principio de mis eras. Muero locuaz.

 

11

Yo quemo quedo y cremo después. Quemo la cautividad de los occisos. Quemo con la ardentía que me cautiva. Quemo las arraigadas querellas hasta el nivel de las cenizas. Quemo las quejumbres, las querencias de los quelonios, los quevedos en la quincalla. Quemo los guardarropas hediondos a ampollas. Quemo las torres sin transparencias y los plásticos ofensivos y crueles.

 

12

Yo bebo las palabras de los brindis y no me embriago. Bebo de la fuente que me entiende. Bebo el flujo de las particiones de las hembras del elíxir. Bebo los vinos sin górgoros, a boca de jarro. Bebo muy lejos de los beatos y muy cerca de las trasegadas novias. Bebo recordando los belfos rojos de los caballos de la avidez. Bebo el caldo de las becerras y las infusiones de las matronas becadas.

 

13

Yo parezco un atisbo de escultura antigua. Parezco un parangón de lobo en las vías de asfalto. Parezco un madrugador ubicuo en busca de sitio con atavismo. Parezco un apedreado por los vecinos con mal de ojo. Parezco un redivivo en flagrante contumacia. Parezco un canjeador de vislumbres, un retrato en paralelo. Parezco una imitación parcial de un atrabiliario en cierne.

 

14

Yo engendro los nacimientos de las raíces. Engendro los fluidos del granito. Engendro los gestos de adentro, donde no hay microbios. Engendro las gomas para la creación. Engendro las gemas de los epígonos englobados. Engendro las gavillas de mil en mil, de mes en mes. Engendro los seres adheridos a los engobes. Engendro los acurrucamientos de los engranajes difíciles de la fatalidad.

 

15

Yo siento las opiniones y los acuerdos. Siento los votos sepultados bajo las mesas. Siento el significado de la sequedad de las jofainas. Siento el señorío de los individuos sin consignas. Siento las identidades de las entrañas en su amargura. Siento los lamentos de las hierbas, la pesadumbre de las abejas. Siento los accesos de la emoción hacia el ámbito que no se inmuta.

 

16

Yo voy adonde mi vaivén anda conmigo. Voy circuido por la atmósfera que me hermana. Voy de entrada larga y convidada. Voy contra los irresolutos y les halo sus necedades. Voy delante de las exclamaciones de júbilo. Voy hasta la divisoria de la vista. Voy trasladado, peregrino de los acercamientos. Voy de vuelta y corrección y con las pupilas conjugadas y en desfogue.

 

17

Yo danzo con el arraigo de la impudicia. Danzo la zarabanda a la luz de las estrellas. Danzo en medio de tabernas inverosímiles. Danzo el fox-trot de mi incumbencia. Danzo la lambada entre pasillos alzados. Danzo boleros con negras de trenzas y encajes. Danzo la cumbia con la dama que me hace daño. Danzo la milonga y también la pavana y rastreo las rayas de las figuras y las mudanzas.

 

18

Yo valgo lo que mi vigor impone. Valgo aunque esté malo y estropeado y mi valija acude a la convalecencia. Valgo el esfuerzo del rito de los quilates. Valgo de la médula al jugo sublevado. Valgo y no sueno de balde. Valgo dentro y fuera de casa, con dinero o sin él. Valgo en la búsqueda de la estratagema de lo absoluto. Valgo con la validez que me aúpa. Valgo según el curso de mis pasos.

 

19

Yo reconozco al enfermo en su recaída. Reconozco las circunstancias de las quejas y no las extiendo. Reconozco la pasividad de la escena, su falta de opalescencia. Reconozco la posición de los avasallados, de los amigos del beneficio fácil. Reconozco mi firma aun siendo un niño septenario. Reconozco al fisonomista por su rostro rehecho. Reconozco cuando los resucitados miran hacia atrás.

 

Yo, el desconocido, por Wilfredo Carrizales
Fotografía: Wilfredo Carrizales

20

Yo zambullo los féretros que se lleva la corriente. Zambullo las brusquedades de algunas sílabas malsonantes. Zambullo los barriles en lo hondo de las sentinas. Zambullo los pollos en sus escondrijos de oportunidad. Zambullo las manos dentro de la leche con zancudos. Zambullo los retratos de los zambos que se burlaban de todo. Zambullo las grullas en las zahúrdas.

Wilfredo Carrizales
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