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Posituras

lunes 24 de octubre de 2022
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Textos y pintura-ensamblaje: Wilfredo Carrizales
Posituras, por Wilfredo Carrizales
Pintura-ensamblaje: Wilfredo Carrizales

1

Puja el sol en su cuadrado, a la medida del lloro. Contrasta con mi gesto de lado a lado. Y la corriente que se me asigna no encuentra vasija a su conveniencia. Entonces, ¿habrá que fondear en la unidad del destiempo? Mas de hierro se frota lo visual y el conjunto va o llega de escozor y postula suelo.

 

2

De través y vuelto hacia las inmediaciones de las postrimerías. Cazo puesto sin elevación y se tuerce de perfil. Recelo de los recaudos del día a día, pero me asusto donde no puedo escapar. Sé que mi territorio tiene fiebre porque encubre la insolación al filo de mi cuchillo, al acecho del lechuzo.

 

3

Cabizbajo, paso sin mirar las agujas. Exequátur ni tan siquiera y un abandono de línea. Encima, los onces con ornamentos de sombras, mientras las orejas zumban y empalidecen. ¿Y ya no hay ñublos moliéndose entre carnes de juncos? ¡Caramba y las interminables moscas del fastidio!

 

4

En facha y tratando su vómito. Nitor dentro del mensaje del barro. De las cáscaras, cuando se plieguen las cuestiones. Y un manojo de nervios para alentar lo imputrible. De noche, lechuga conmigo y asaduras al margen de la belleza y me quedo de cortedad dentro de mis zapatos.

 

5

Menéanse los vértices y el guiso presume de su mezcolanza. Me figuro un incendio en mitad de los pronombres y una cierta manifestación de espanto. Pero, ¿no estaba en mi elemento, barajando la prótasis? A veces, lanzo tortas sin manteca, aunque tenga los brazos batiendo sumarios.

 

6

Boca arriba, me harto de los instantes postreros, esos que se cuajan entre reventazones. Otros rulos arrumban sus músicas al sereno, de acuerdo con las pautas de las ruinas. ¿Acaso existe una sola bala en el rodillo de la vulgaridad? La poesía anda sobre la tierra, imprudente, falta de sensatez y acierto.

 

7

Algunos sonreídos se han echado del aparato y dieron de bruces contra la acera. Sus cucharitas padecían de elipsis, aunque raspaban la caspa macha. ¡Ah, pero no hay como los velorios para vislumbrar orificios sin salida y antenas que exhalan venenos y vientres en concierto!

 

8

A contrapié, arroces y batatas y las semanas no transcurren nunca como antes. Mi tabla de astronomía se muere de elegancia y los abejorros pagan el disgusto. Bastantes defectos se me abalanzan, empero no me derriban y no tardo en organizarme y osificar mis blanduras.

 

9

Con los brazos cruzados me remuevo la forma que raspa. Un reproche en lo cercano me rocía y me sorprende. ¿Cuál sería, entonces, el fenómeno que no aclaró reglas? Más suave que un guante de boxeo percibo mi caparazón, el mismo habitado por prejuicios, por juicios y por perjuicios.

 

10

Algo tieso, subsano la dificultad del reino de la importancia. Mientras tanto, acumulo tabiques para separar las migrañas de los canastos y aprovecho para emboquillar los canutos con tanino. (Francamente lo ordinario me es atribuible sin que yo haya hecho nada al respecto).

 

11

Desincorporado, pero en jarras, observo cómo el animal que come carne asada va rumbo a sucumbir y a arrastrar en su caída a la bobalicona de su mujer. Y en la sala, sobre los sofás, se expanden los sedimentos de sus músculos y sus cerebros. ¡Ay, de la realidad cognitiva y las voces sin verbo!

 

12

Se menea el diámetro de la lámpara de la insensibilidad. Hay quien enripia los huecos de sus narices y luego lo participa al acuchillado. Desde afuera, opto por llevarme en brazos para destacar en un ámbito donde todos me odian, pero parpadeo y pongo jeta de haber germinado en la yerba.

 

13

La fayanca no contradice mi fealdad. Por el contrario: la afirma, la resalta. Gesticuloso, encuentro la horma de mi zapato y esa concavidad vierte adrenalina y la consumo. Me desconozco en tal rasgo, mas no desaparezco. Aún aguardo el carato para que me alivie la enfermedad tropical de siempre.

 

14

Vertical y me doy de pote y la pugnaz puta asciende sin licitación. ¿Qué ha hecho de mí lo inocuo? Un gran deseo me acorrala, bicéfalo, y el clavo ardiendo constela en lo austral. Me bulle la sangre con los tintes de las cosas y mis canillas se resienten por el abuso de las hojas envainadoras.

 

15

Mirando echado los pro y los contra y las dudas no se precisan. ¡No, no y no! Amanece con la afección temprana para la cual no hay consejos. Lo que me niega, me especifica y así giro la palanca. ¿Quién alza a mi prima por encima del guardarropa y después la deja caer en el olvido?

 

16

Posiciono mis cilindros y mis corrientes. El no va más se curva y los escrúpulos retribuyen su horario. Ahora que me llega la corbata al ombligo y la niña de enormes pechos no lo sabía. Y, ¿a continuación qué? ¿Un derivado de leche, una hostia con canela, una márcola en retirada, una papaya sin padrino?

 

17

Compenetrado con el umbral de la mundología veía inundarse lo trascendido. La oblicuidad calentaba mis pies con prontitud y despliegue de prodigios. El imaginario alcanzaba la ilusión de lo terrestre, mientras mi impaciencia sangraba vahídos de una errancia sin pautas.

 

18

Fui orientando mis aspectos más cónsonos con la materialidad. Anejos, los isópteros masticaban sus nombradías para volverme fosforescente. Esa travesía se venía construyendo desde una legitimidad espuria. Quise apelar a contraseñas, buscando detenerla, empero la geodesia se opuso.

 

19

Se forzó la elegancia sobre adoquines de usura. Dentro de una alberca holgaban las llamaradas de la envidia. ¿Habré escuchado el ruido de las tripas al romperse? La tardanza de mis practicidades fascinaba a los sujetos de la involución. Con todo, mi angurria reparaba en un éxtasis de calambres.

 

20

Reclinándome, reclamaba la cantidad de ácido que me correspondía. No sé quién me tiró de la lengua y sólo obtuvo bagazos. Azorado, busqué con la mirada a un pedagogo y su ineptitud me soliviantó. Menos mal que aún titilaban las luciérnagas en el portal del henchimiento.

 

21

Ajustes y portes de último minuto y los oyentes insistiendo en sus llevanzas. Había excesos de yerros, alegatos del menoscabo y… ¿algo más? Por principio, reproduje las blasfemias escuchadas y exigí satisfacción. Mas únicamente recibí uvas pisadas y un mosto que corría tras las cortinas.

 

22

Envites a cuatro pies para los noctámbulos justadores. La controversia se dio, de modo inexorable, por las reliquias de los beodos sin séquito. Un escándalo, muy suyo, se jalonó encima de tablas de la ley. Con ventaja, las cerraduras ganaron notoriedad por su fácil derrape.

 

23

De escorzo en escorzo, los chambones conectaban sus desgaires. Bajaban los atardeceres, según ellos afirmaban, con un sistema de antagonismo. Y en las inmediaciones, las diarreas de los galgos era cosa de desvío y cambio. Y lo dañable costeaba con rúbricas de golpeteos.

 

24

Tratados como flojuchos, aunque lo fueran, les disgustaba a cabalidad. No obstante, sus actitudes eran de contrastes y desacuerdo de pelos. Vivos, les dieron vueltas y revueltas; muertos, fueron revolcados dentro de tumbas como herraduras. (De sus huesos, no se tuvo después ni idea).

 

25

Postónico, al bies y señas de a tanto. Segundas figuras de las cuelgas universales y un desaguadero para las ofrendas. Debajo, amenazas de vasallos y cagarrutas sin ponderación. ¡De veras que desquicia los ensoñadores póstumos y los falibles fálicos que galantean sin costo!

Wilfredo Carrizales
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