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Un rostro, tres tiempos

lunes 6 de febrero de 2023
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Textos y dibujo: Wilfredo Carrizales

Primero

Un rostro, tres tiempos, por Wilfredo Carrizales
Dibujo: Wilfredo Carrizales

1

De la sorpresa a la duda. Una exclamación tras las manchas. ¿En dónde reside la emoción? ¿Y el sonido que nunca precede? No es de esperar ninguna tiesura. La aflicción sería un desacuerdo. Mejor arrimar al rostro lo que se difiere. Lo velado florece dentro de la exuberancia. Ya se tiene en la boca la paz; ya se instala la quietud en las mejillas. En la orilla de la boca una agitación de brevedad.

 

2

La desolación apenas se eleva ante la concavidad que se desafía. Una superficie de espejo donde un clamor codicia. Se deseca el agua que vagaba y se rompe lo extático. Por vez primera un ruido de mordisco. Los residuos entre la mirada se sondean y acampan. El universo desborda sus instantes, palmo a palmo, y las pinzas se distinguen por su orden. Sí: hay fragmentos de errores y apariencias.

 

3

Se inserta la infusión dentro de las comisuras. Se descubre lo ceñido que no se purifica. La suerte usurpa funciones y el dictamen no se adivina. Cualquier pasarela sucumbe bajo la temporalidad, bajo su techo humedecido. Observar con hábitos; descoserse de frío. El arrepentimiento se concentra en el sitio de la divinidad en aprietos. La ilusión no es óbice para allanar el espíritu.

 

4

Encima del arco la constelación sin apellido. La elegancia dirige los bastones y los duelos en derredor. Una mampara para atrincherarse en contra de los cantos a ciegas. Contemplar el estandarte hecho de plumas. La constancia se fermenta y pasan las noches sin asedio. Luego se indaga por los presagios, por los cambios que azuzan con reflejos de garras.

 

5

Las aristas se han suavizado; descuellan los atajos en el interior. Se notan los pliegues de eso y de aquello. Se hienden los retiros en los rincones: términos carentes de abundancia. Lo que oscila ofrece respaldo y se reservan sus síntomas. Al rango de un tajo se le toma el pulso y se llega a la trama que violenta. Mas, por el anuncio de la aurora, se irritan las causas de la oclusión.

 

6

Tintineos de las ocasiones: ponderación de balanzas y derechuras. La prisa no se robustece: el té se toma hasta que alcance. La extrañeza de la sarga se basa en sus cimientos. En calma baila el mes de la hermosa. El aniversario es el mismo y no se rechaza. Lo pasado arrastra sus artificios y no se desvía por nada. Las horas se amontonan y pierden sus virtudes. De una ojeada surgen las trazas.

 

Segundo

Un rostro, tres tiempos, por Wilfredo Carrizales
Dibujo: Wilfredo Carrizales

1

Contiene la fisonomía su propia arma para disolverse. ¿Vapor que asciende y se esfuma? El brillo corre en pos de la amalgama que es un velo de seda. La faz se autorreprocha y desiste de orientarse. En adelante se entrevista con el hacedor de sueños y se despoja de aprensiones. El enrojecimiento la inmuniza en contra de lo superficial. Los aspectos del testimonio la conducen al parto.

 

2

Huellas para abrigarse, mientras bandadas de siluetas se compilan y revolotean. Lo raro se talla sobre las líneas del contorno. Un lapso termina en entrega y sonrisa que veja. Lo más sutil se bifurca entre las cejas, donde el rocío se trenza para cumplir. ¿Cómo es posible que no se remiende el fin de los afeites? Si acaso se añade un regocijo, el gesto facial va a morar en otra envoltura.

 

3

A propósito de pizcas y pestañas. Suerte de los momentos uncidos. Se encomia el agua de arroz que rejuvenece. La piel de la cara no se rasga con los arrebatos. Hay rosas y cuerdas que conjuran. Se superan las barreras, pero no se ama en exceso. La claridad aprovecha para enderezarse y entregar sus coloides. Fingir una visión escarpada conduce a la palidez carente de argumento.

 

4

Se arquea a hurtadillas, con apacible destreza. La insignificancia deja de existir. En el presente, nada secunda la semblanza ni la mediación de su pretexto. Envejece en soledad, demarcada por travesías: el futuro será mayor que el pasado irresoluto. Una estela se conserva adosada a las mejillas de modo confuso reprimidas. ¿Alguien recuerda cuándo llevó un lunar de timidez?

 

5

Hieren los errores y las mudanzas. Lo afilado se discierne sobre el borde que ronda la quijada. Un umbral se propone para ser salpicado por gotas de párpado. De soslayo se perciben las tijeras que tajan las sienes. Mucho se teme el amargor de los sudores no conocidos y los anillos de callosidades. Todas las precedencias han vuelto y volverán a tornar, sin duda. La corta duración atraerá grancé.

 

6

Albayalde que refrena los sellos de las arrugas. Hasta el turno que se merecen. Cutis que depende de los dedos para significar, para prosperar. Entonces, jamás se detiene y anuncia su década. Rechazo de los ungüentos a deshora, entretanto el sentimiento se vuelve araña. La esencia realiza su visión y los zarcillos inútiles absorben el escaso equilibrio y se precaven del fuego no primordial.

 

7

Se mencionan los dientes de la alborada ya indecisa y apenas actuante. Los labios avanzan entre escombros. Los nervios han mutado en arrebatos que acechan. Enantes se favorecieron cual sudarios, mas ahora se han desviado de la escena y no velan. Atraviesan los espasmos por los surcos de la frente: la revuelta abre su estuche e incita al espanto de las alarmas.

 

Tercero

Un rostro, tres tiempos, por Wilfredo Carrizales
Dibujo: Wilfredo Carrizales

1

De continente, ni por asomo, rufo. ¿Por qué habría de desplomarse? Con el favor del cielo escampado logra el perfume de dignatario. El vacío lo mitiga con levedad, pues su naturaleza tiende hacia un instante de declinación. Enseguida una libranza que acaba con nefasto embrollo y la suerte se le echa a guisa de onda o bulbo. Al cabo, un contento en el resumen de lo cándido.

 

2

Efigie traslucida en la unidad perimetral. En las semanas a la redonda, un estiramiento de lo medible. La perplejidad paga con moneda partidaria. Se infunde tras las bujías para espiar los algodones sin rango. Más después, la sucesión de comienzos y aspectos acolchan su intemperie degradada. Y, de golpe, la representación de un acto la inmoviliza y una brisa la palpa.

 

3

Talante que no le da sosiego a los andrajos. Mutación sobre la sarta de destellos. Un contagio de retrato, sito en la abertura que fluye. Y un lustre le surca la curva facial hasta el alegato que la exhorta. Mas algo se resarce de la pelusa que se encargó de colgarse. Se oye una balanza inculcando el misterio contraído desde el polvo. Intermedio de un ritmo que deslíe el zumo escanciándose.

 

4

¿Frote, rasguño, estrago? Cualquier expresión para la austeridad. Juntamente y el menester en busca del repliegue o la prueba que envuelve. Modestia continuada: conjuro y ceremonia. Desde la evidencia oculta un estigma que no hace mella. Empero, siempre fue y es muy pronto para vacilar en los ángulos mordaces. Tanto mejor la presión sobre los carrillos provocados por glosas y lociones.

 

5

Ápice de la catadura mullida y cana. Por turnos, el ámbito ¿fácil? del rostro se desdice, pero concurre a su hechizo y lo reproduce, según la apariencia. Fantaseo en donde todo estriba y se redondea. Lo virtuoso borbota en medio de lo invisible y una lujuria se gasta sin escapar. ¡Ah, la exhalación no acontecida! Diminuta fogata vedando los lacrimales y ciñendo coincidencias.

 

6

Roncea el rostro sobre su dermatomancia. El cutis se piensa, logra convicción y no se pliega. Aun vadea las caricias no esperadas. Y la emboscada entre los poros sucumbe de nuevo. Gira un hibisco hacia la languidez que no perdura y allí se hidrata con olfateos del reclamo. Mas lo adicional tiende a caldearse, pues incluye un aullido leve de aspereza y de almendra fortuita.

 

7

El perfil se debate en lo silencioso, la suavidad ambiciona una hipótesis. Cuando habrá sido lenguaje de audición de armiño en el marfil pubescente. Una visión para paladear ese barniz arriesgado y de leche. Mirado milagro de la impudicia que se desliza y también es inerte. Apoteosis sucinta y local, sobredía y tornasol que emblanquece. (El visaje se torna antiguo con besos).

Wilfredo Carrizales
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