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Desde siempre desvaimientos

lunes 28 de agosto de 2023
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Textos y dibujos lavados: Wilfredo Carrizales

1

Desde siempre desvaimientos, por Wilfredo Carrizales
Dibujo lavado: Wilfredo Carrizales

Por efecto de las fiebres, las desventuras… Y con ellas se disipan los aromas y los filones de los arcos donde se alojan las lenguas. Se hacen perder las formas y ya nada logra cauterizarlas. De repente, cesa de haber opciones para el disfrute de las resinas y los mechones de plumas se niegan a encumbrarse. (Algunas aves se viran en pleno vuelo y dejan en el espacio unas estelas parecidas a escaras de las larvas). No se apagan las luces si culminan en los suelos y las manchas, eslabonadas las unas a las otras, destacan por los extractos de los jugos de rocas recibidos. Y después los azahares que desaguan ofenden y se abandonan o se debilitan mientras aguardan las delgadeces de los atrasos. Las sangrías a tiro de ballesta; los bálsamos, bajados de sus cuadros. Mas las pezuñas logran lo suyo con herraduras sobre la hojarasca cerca de los cipos y las espigas. (Siempre aprovecho y me ciño al talle de avispa con nombre de mujer cundido).

 

2

Dejadas en las sombras las intensidades de los embriones. Los líquidos luciendo sus doctrinas, a pesar de los empañamientos. Así se ven pasar procesiones de esmaltes, de hornadas y de magias. Páginas y más páginas con sus circunstancias de fogueos a los lados de los umbrales por donde ruedan las apariencias. (De improviso, recuerdo mis dos sillas y en ambas destacaban la destreza para el fulgor y los destellos). Dolían las corbatas oscilando entre las grietas del suelo y el sueño aun accesorio era vulgar y pomposo. (¿Cuál horóscopo nos hubiéramos merecido de haber sido las granadas menos manifiestas?). La forja y sus cáscaras nos imponían los criterios y no valía la pena disputar por extracciones de coloraturas labradas por forasteros. ¡Centro de las riendas para recibir los bocados de los filos del mediodía! Sin que se sepa hubo embestidas de líneas y de los escombros surgieron peces adosados a los apuros del lodo y a lo erosivo del aire.

 

3

A trechos de césped e ilusiones, acampados paladares en medio de burbujas. Irisaciones situadas más allá de la galanura de las pupilas. Yendo de acometida, la furia de los reflejos arrebata los rizomas de las ventanas. No dice más lo que admiran mis pensamientos. (Quisiera empaparme de misticismo y no inmutarme ante los maderos en eclosión). Los versículos que llegan con los nísperos y las avispas en quince días me sumen en lo inefable y mis bríos se activan hasta el borde del contento. Y después, los fuegos, habilitados a ras de la superficie, descargan sus matices en movimiento y todos los engaños ocurren en ascuas y se excluyen. ¿Cómo no celebrar los estímulos de la sangre en su intención de eficacia pictórica e intuitiva? Trazas de los objetos nacidas de las molduras, de modo grato, injertas a los renuevos del caminante y del oteador. Quietud en el fondo de la tolerancia, ratos de los verbos en transcendencia y geometrías del topacio sin fatiga.

 

4

Encantos de la arenisca y los contemplo trepado al majadero almirez y los milagros de las excrecencias volitivas. Parto con los azabaches, trémolos ellos, y la ceremonia envuelta en su índole de arpegio mayor. ¿Que ninguna negrura apenas concursa? ¡Así nadie arbitra y la solvencia se aposenta y también los licores descuellan atraídos por las glándulas un tanto agitadas! Crecen las alturas y los niveles de la niebla y los ruidos se tornan inservibles y la ciudad se repantiga bajo su sombrero de estrellas. La fosforescencia se ha ido nómada y no más y los señores de lo abstracto abrazan los cangilones que los guiarán hacia las turgencias. Los sucesos se alteran sin novedad y poco trasluce de los desparrames de los orujos. Seguirán mucho después las turbaciones del arrebol y mira cómo los nudos sujetan ahora y la energía de los vegetales que se pudren compone prendas semejantes a costras y todo obedece a un mandato de impureza.

 

5

Desde siempre desvaimientos, por Wilfredo Carrizales
Dibujo lavado: Wilfredo Carrizales

Desdibujándose la imaginación mientras llueve. Las mojaduras sólo despiertas a medias. Siento apetito al escuchar mi estómago resonar. El traje acaece con su infortunio y lo recubre la mengua. Las oraciones se añaden a base de señas y surgen nudillos sobre los recetarios: todo conforme a los anuncios anticipados. (Uno descubre, de súbito, que se ha apartado de los destrozos en derredor y lo agradece, al tiempo que huye). Con harta intensidad, se hinchan las patas negras de los asfaltos. ¿Por qué no se entecan las figuras con granizos y felpa echadas y adjuntas en la calzada? Se percibe a los sufragantes atravesando los patios del abuso, esos donde los brindis se apliegan a las hierbas que laceran. Ninguna diafanidad a la manera de los riesgos olvidados; ningún acceso para las astringencias. Sin embargo, las ofensivas de los meandros de los callejones acojonan a los cobardes, quienes optan por coagularse y enrollarse dentro de cubos.

 

6

Lo mortecino para atribulación de la prosperidad que se amodorra. La gama de coloraturas surge en la delantera de las brisas y luego reside en su hipotaxis de fastidio. Más quejas de los artilugios; más heridas en el cataviento con goteras; más y más contundencias mordedoras. Empero los degüellos no han sido sórdidos: únicamente empujados hacia los epígrafes del miedo. (Descolmadas las preguntas con sus brotes superfluos o sus cifras de cuerdas y mocos). Moldes de aguijadas en desuso peleándose por la parte posterior de los vientres y los sitios de la contienda destacando sus raseros. (Embarullos, abortos, trabas y testamentos: en la vía ejecutiva de los conversos). Los helgados se han tirado de bruces encima de las mesas con sobras de los banquetes. ¡Qué acción de un erotismo baldío! Ciertas fatigas, varios ahogos y los fastos repitiéndose en las entradas de los clubes y el desgaste de los anales de los hijos de perra exasperando la vista.

 

7

Estábamos minando los últimos poyos: nosotros, tan terrizos, tan de los residuos de los adobes. Nada nos sobrecogía de modo sumo: las hormigas soplaban sobre sus bizcochos. Demasiado lejos pretender comodidades sin abandonar las mansiones del desahucio. Detrás, los pretextos, los respetos tramados, las ingenuidades que no se diferencian. (¿Esas mujeres le van bien a usted? ¿Adónde quiere ir a parar con ellas? ¿Le convienen sus apetitos salaces sin término?). Desertificaciones con apuros y se rasgan y se rompen las osadías. Desvaríos del azogue y los jarros empotrados. ¡Id despacio como el arco iris de paseo! ¡Fundíos con los metales irrigados en las esquinas de la centella! Llenas las localidades de noviazgos sin membretes y lo gnómico haciendo sus economías. Apodos perseguidos por los siglos de los siglos sin filosofía. ¡Para que rabien los racistas y los radiólogos y los rabeleros y los raídos y los ramplones y los raquíticos!

 

8

¡Vitalidad ante el cisne de carbón aplastado en la autopista! Desde los zarzales los ratones arrojan sus escupitajos de tintes: ¿vilipendios sin previo aviso? ¡Al traste con las asfixias y las perturbaciones de los tejidos! El alma se pasea por los cuerpos de los difuntos y domina, con excelencia, su euforia. (¿Debo tenderme debajo de lo inicuo de los astros para establecer mis zonas vidriadas o mis reniegos de interjecciones?). De un tirón es arrasada la bienaventuranza junto con sus alijos de serpentarias. Lo destruyente no se desvía de su derrotero, sino que se torna aun más vicario, aun más grimoso. Se llama así a las perplejidades de los coscojos fácilmente arrojados sobre los escalones que saldrían prestos. (Mis páginas de deudor, aquellas espadillas atormentadas, reman sin lograr convertirse en documentos). De modo especial, la barba se precipita hasta obtener sus trazos con rumores de encierro y emisiones de golondrinas.

 

9

Esparcimientos de voces y de pregones para los cadáveres aptos. Amar la búsqueda de la nodriza de los ascensos ficticios. ¿Cuántos deslaves me pertenecerán al culmen de las tardes que se atosigan? Pues, ¡debo comulgar con mi vocativo y obligarlo a emitir sus sustancias de élitros! Ibídem en la cofradía de los parapetos descoloridos. Las cartas ocultas tratan de suciedades que tendrán que ligarse a los sudarios. Lo implícito de los señalamientos hará parir a quienes pujan… en las subastas. Por los reveses mates se cuelan las pasiones y luego todo anda de consuno en las crecidas. (En mis barandillas, los bálsamos se mecen y transportan a leguas sus vapores centrífugos). O bien las gangrenas se remedian por sí solas o bien se salan, nefandas. ¡Jubilosas las opacidades que se ensalzan al margen de los tiraderos! ¡Ociosos brazos de alarifes consumidos en sus capítulos! ¡Y los ojos sin derechos de los demás atisbando las pedradas que pronto advienen!

 

10

Desde siempre desvaimientos, por Wilfredo Carrizales
Dibujo lavado: Wilfredo Carrizales

Palimpsestos que me miraron crecer y decrecer y crepitar. En frases, ante los cabildos, peyorativamente exponiendo las flaquezas de los desempeños y las pinturas y las tintas a mí hermanadas en las percepciones cual agujas. Donde se arquearon los hocicos para jamás recibir el mendrugo enroscado. Donde las jaurías aullaban para merecer los cobres y las degradaciones. Por eso, las distancias ya no tienen perspectivas, sino pertinencias del desguace. (Puerta a puerta, los golpes inmundos tras las mamparas y los lagrimantes riñendo por baratijas). Frecuencias algo indistintas de las sanguazas y los mataderos latiendo con sus impulsos de amplitud oficializados. Purpurando las felonías avanzan las chusmas y sus prendas preceden a los adjetivos. (Se deforman los rostros y cerraduras violentas son y sus enfermizos segmentos pululan dentro de las oficinas). ¡Quedo! Y no hay motivos para el regocijo si el alcalde no acaba sus arrebatos y nos respeta.

Wilfredo Carrizales
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