Textos y dibujos: Wilfredo Carrizales

1
“¡Ámalo!”, me dije y me refería a ese linaje después de alzado. No imité síntomas ni amagos. Un ataque no expresaría acciones más allá de un saludo. Mi presencia no podía ser un fenómeno o un suceso con ironía. Aunque me atribuyeran propiedades de los perfumes, tales cosas no me involucraban. Así que no habría ni daño ni engaño y se realizaría el juego bajo protección.
2
Me amancebo con la dueña del pozo y le unto aceite debajo del ombligo. Mientras le da de mamar a las crías la depilo y recojo los pendejos. Me hablará después con furia, pero me despediré cantando la copla para romper vasijas. Me excederé en las rozaduras; reforzaré mi impermanencia y sin acobardarme me concederé una amnistía y me meteré en mi madriguera a hibernar.
3
Siento llamadas y las bloqueo. Detrás de mi cabeza desemboca un río y cuando puedo golpeo con un palo sus orillas. Los peces de la facilidad me cumplen, incluso se admiran de mi desparpajo. Sé que no debo embobarme ante tales muestras de simpleza. Continúo siendo el conductor de los asuntos de la buhardilla, el ostentador de los géneros del papel con escrituras.
4
Al menos logro voltear las campanas colocadas encima de la chimenea. Mi taburete carece de cercos o de ruedas y yo no simulo poseer un otro estrado. Albergo clavos para quienes los busquen y vidrios acampados en los suelos. Las camisas tienden hacia la antigüedad y la ropa interior apenas enlaza vientre contra espalda. Siempre me destino a cumplir mi servicio en la vida y no mudo.
5
Departo con los amigos en sus tumbas custodiadas por las brisas. Hablamos de arte y poesía entre tragos de ron con solvencia. Reímos a placer sin hacer de vientres. Todo nos depara la felicidad más deslizante. Masticamos las flores de las hierbas silvestres y caemos mutuamente en gracia. Declaramos el final de la tarde con desprendimientos de motivos y promesas de retorno.
6
Echo de ver los verbos de las inminencias y los desacatos. Ya sé que en la calle no cuento. Aparento añorar los tiempos idos, mas pronto me desdigo. Ahuyento a los patanes durante su merodeo, les corto las suelas a tajos. Dejo limosnas anónimas frente a las puertas de la iglesia y más tarde me encamino a la plaza donde me asigno la mayor de las iguanas y la tuteo.
7
En dos zancadas facilito el descanso de los callos. Aprendo a descoyuntarme y me causo abreviaciones. (Mi peculiar aspecto tiende a semejarse al rostro de los no dóciles). Poco recato acompaña a mis palabras, mas ¿qué puedo hacer? Admito la posibilidad de fingir ingenuidad. ¡De un plumazo descreo del cúmulo de teorías a usanza de los necios y voy y quemo los cuadernos funerarios!
8
Garzoneaba a la mujer del cura y él secretaba lágrimas de guerra. Expansivo, persistía yo al escape. La hembra se burlaba de mi ausencia de garrideza, pero agarrándola le quitaba lo esquivo. Su melena de pelo le caía sobre los hombros y espalda entendiéndose con mis dedos prestos. Piel de cereza y aliento de almendras me obsequiaba la fémina mientras se persignaba y veía hacia arriba.
9
El hastío empalagaba. Sentía un pesado disgusto entre las sienes. Por momentos, el buen espíritu me abandonaba y entonces debía imponerme, aunque fuese simbólicamente. El hatajo de pícaros asomaba por el umbral y los insultaba con extrema violencia y escapaban dando tropiezos. Disminuía mi fastidio y en la fachada de mi vivienda surgía un auspicio de grata recordación.
10
Inconciliable, a medias. No me incomodaba, mas le cogía en el aire sus bamboleantes senos. Convivíamos con descaro, con el tiempo siempre acuciante. Mi biología la impresionaba; su química me chamuscaba. Concebíamos mordeduras sin encubrir y nuestras funciones vitales no accedían a ningún desacuerdo. ¡Lo inaudito era nuestra comunión cabalística!
11
Jaquecas y jerigonza: frutos de la pasión extrínseca. Reprensiones para evitar los jadeos. Las huellas habían estado allegándose al margen de los soportes del habla. Unos movimientos resultaban en regalos: jalones para combinar las apariencias con los aparejos. Y las pronunciaciones, en todo caso, haladas cual cajas de salidas necias.
12
Kilómetros para amplificar la piedad y la piedad siempre indispuesta. Laboré en un laberinto y se me reveló el jugo de los ladrillos y su textura labihendida. La emprendí después con el lacre, buscando su concisión para amoldarla a mi laconismo. Ya no era propenso a lamentarme, pero aun así padecí de ciertas flaccideces donde las divinidades habían besado mis tobillos.
13
Llego muy guardado al suceso de las cerraduras extintas. Cualquiera habría notado mi condición en marcha. La cinta de la paz no alcanzaba a rodear sus propias atribuciones. Abierto a las distancias me conduje con mirada zahorí, aunque de modo furtivo tomé tierra áspera y cegada con huesos. Una pesadumbre me trajo un viento de ronda y entonces mi genio no intentó colmarse.
14
Magisterio para los jueces sin balanza. Linternas destinadas a los magos alejados de la solemnidad. Tras los hornos de armas lecciones desde las raíces y un conjunto de jerarquías plebeyas. ¿Quiénes dirigen las ceremonias trepados sobre las calzadas? Nadie se engaña: esos ardides lucen demacrados, tristes, padecientes. ¡El consuelo no puede ser visto ni se atraviesa su son!
15
Náuseas: lo único existente. No hallo ninguna otra índole. Acaso la necropsia para la familia o la nigromancia delicada y agradable. (Algunos listos hacen las jugadas y se ponen las botas para patear economías). ¿Cómo encontrar los nidos de los disgustos y las discordias? Se destacan con nitidez los orígenes de las nieblas y las aureolas y las alarmas quedan para los infantes.
16
Oídos que ya no ven llover; ojos que levantan los saltos. Sobresalen las escaleras tras las impresiones de los agujeros amoratados. (Callo la tristeza entre rombos y vértices absorbiendo humedades). De pronto, las miradas se dirigen hacia las agujas triunfando sobre los sordos. Suelen los indicios atronar bajo el arco de los insomnios, entretanto la tinta se torna manantial.
17
Palabreos de las indiscreciones. Personas adivinando pensamientos exhaustos. Si se sueltan redundancias en una asamblea pasan como préstamos del cultismo. Alguna que otra vez me han quitado consecuencias de los monosílabos. Mas el idioma continúa corriendo hasta torcer las sinonimias y abandonarlas luego a la vera de caminos trillados. ¡Graciosa particularidad de los actuantes!
18
Quebrados por la cintura según los estatutos vigentes. Testamentarios e infractores. Se aprisionan las bondades del dinero y se liberan las propinas para que busquen escarmiento. ¡Sabrás cómo los rayados paren trechos hasta disgregarse! Compasión: caída de golpe y lo vidrioso estallando. Quedamente avanzan las quejas y el ambiente se desluce y las burlas apenas agobian.
19
Rabilargos luchando en contra de rabihorcados y la rabia se descascarilla con el furor correspondiente. Se establecen ornamentos en los alrededores de las ensenadas y se embrutecen los gajos de vellos detectados. ¿Por qué no se radian las curvaturas debatiéndose? Aparatoso, el observador trasciende con sus pliegues en pos de llamas, mas sucumbe a la plenitud del gran astro.
20
Saco a relucir las falsías de los mistagogos y las inhumo para bien de las malezas. Cito la postrera cofradía que asomó en medio de sacramentos desbaratados. Con gracia y picardía embuto mi saco con indulgencias compradas en los mercados. ¡Y pensar que mi tosca vestidura me ha abierto puertas de monasterios, abadías y conventos, donde he comido y bebido cual un oficiante divino!

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