Textos y collage: Wilfredo Carrizales

1
Las sombras de los cuerpos sacadas del horno y echadas tras la longitud de un ansia de dormir. Noticia predicada con disciplina de particulares. Desde unos balcones se estuvieron echando depilatorios y luego sobraron mujeres con los vellos arrancados. (Hubo rumores de cornetines de barro y sublimaciones de los coros con rompimiento de voces). Incluso escozores para adivinar su carácter y emprenderla con las comparaciones. (Se exceptuaron las que estaban más al alcance).
2
Una cosa cogida entre pinzas. Después arrojada, tirada, lanzada hasta fragmentarla y olvidar la recogida. Un beso caído con la intención de modificar el deseo de erradicarlo de su rictus. Cualquier modo de la pelota en sus rebotes: que si hacia el buzón, que si hacia el exotismo… Y ulteriormente un agua impulsada, en el sobreentendido de que un cesto no bastaría y sería necesario un recipiente con miras a escanciar largos tragos. ¿Alguien vierte la versión y se aplica con facundia?
3
En cuanto se nos echó encima el chaparrón sopesamos nuestras barrigas y avistamos chispas y plumas. Abrazamos a los canes mojados y sujetamos a las pulgas más díscolas. ¿Echamos humo al modo de la locomotora soportada en su conmoción? Nos cuesta mucho afirmarlo, pero ahuyentamos a los miles de mosquitos implacables. Esa nuestra talla ya empezaba a enraizar y a presidir los organismos del subsuelo y debíamos cumplir o sucumbir ante cualquier maldición.
4
Mando por delante las expresiones más calcinadas. Mi discurso: una aventura del verbo. Dirijo a mi bando sin reprimendas y se torna mi semejante. Pienso en la vendimia y en los polvos que contiene, mas fluctúo en mi fiesta. Me cuesta golpear mi nombre con la herramienta adecuada, abollarlo hasta verlo convertido en cerrojo. Me muevo cuando se me trata de manera congruente. Me tumbo mientras me desnudo y una mano calma a la otra y el halcón no vuela.
5
Me encamino por el atajo que conduce a la columna de los animales cimarrones. Detrás de sus gruñidos me escondo. Me echo a reír en silencio y me emociono al pretender coaccionar el atardecer. Toco las suelas de mis zapatos: abundan en torpes agujeros. Sin embargo, me someto a lo que ellos manifiestan. Al fondo de la floresta suenan ruidos de tropeles y carreras. Me inquieto un tanto, pero no me lo recrimino. En total, no puedo estropear el arcaísmo del ambiente.
6
Llego de un vistazo a la soledumbre que me añoraba. También hubiera podido ejercitarme en otra acción, mas escogí lo ideal. Los cigarros no se realizaron y sus sellos pasaron a inferior instancia. Hace tiempo comencé a apostar por la clavija que establece la conexión. No exagero y me arrobo al contemplar los años idos. Mi espíritu gana su almáciga y se aromatiza a placer. (Abajo se alargan las espadañas y sus huecos se llenan de afluencias que no recogen los manuales).
7
Con el nombre echado en el fondo del cubo, con la profesión anidada detrás del guardarropa, daba brincos y el sitio se apartaba, encajonándose. De modo simpático, agonizaba y el brujo me lo agradecía, susceptible. Pero pronto la solemnidad se hizo cargo del entorno y hacerlo implicó crueles crujidos. Ya sé que exagero, mas mis defectos suelen ser permisibles: es la herencia de mi familia y a ella me atengo. ¿Acaso no fucilan mis piedras de fuego debajo de las mesas del hallazgo?
8
Mando los puños al margen de las camisas. Me aparto hacia el arroyo que nunca eclosiona y siento el agobio de la hornada predicante. Intuyo que las hembras empleadas como señuelos cimbrean sus caderas buscando mi derrota. En el ínterin, los antófagos devastan mis jardines porque el bahareque no los protege. ¿Y cuál desenredo se me echó encima si ya no estaba yo para bromas? No obstante, me agrada ir con la cabeza erguida, complementaria y el occipital repitiéndose.
9
¡Tan a porrazos para que se vayan los espantos! ¡Piérdanse!, les grito y ellos se avientan a sus instancias… El coadjutor promulga sus cacharros con el fin de desterrarlos. ¡Inútil despilfarro de energía y tormento! ¿Oxean las aves paralizadas por el miedo o por la turbación imprecisa de sus nervios? Me secularizo de sólo pensarlo y mi arrojo me destrona. (De los fenómenos de los empalmes escojo únicamente a los asolanados, a los que supuran herejías y trascienden).
10
A rodar con las cóleras más exquisitas. A descomponerse sin despechos. Llueven las franquicias y no sobran los pretendientes. ¿Quién se echa a soñar con las cartas destempladas? Las risas son chispas que encienden los desganos. La largueza de las figuras fue añorada por los poseedores de camafeos. Las obras exteriores se aflojan produciendo en las aberturas un relevo de carambolas. Se va a pique la confianza y las pajas no se desinflan ni tampoco las toscas tarabitas.
11
De menos donde se sienta y el destino lavándose a sí mismo. ¿Cuántos se percatan de ello? ¿Cuántos anuncian las promesas del ensañamiento? Por mayores ejemplos se evacuan los de los hisopos y sus enfermedades mentales devienen en larvas con pantallas. Y se entontecen los encaprichados y no miran para atrás y comen en el suelo las sobras de sus amores. En las calles, las insultantes músicas se libran a su antojo y se zalean los culos con tarifas variables.
12
Arrobas para vencer la humildad y los tartamudos devorando cocos. Medias correspondientes a las solicitudes y los pillos echando los bofes con los gendarmes rivalizando con ellos. ¡No se pueden soltar así no más las bravatas! Hay que tomar en cuenta la jocosidad y las miradas de respaldo. ¡Riégame los bolsillos!, exigió un pordiosero y fue de enchumbe en enchumbe y al final resultó moho enronquecido. ¡Maravilla de la acción emotiva y de los modismos acuáticos!
13
Echando abajo los monumentos que sobraban para completar las fortificaciones de los espíritus. Se empezó por tumbar las criminosas criaturas con garabatos y se terminó por arramblar los axiómetros, los faros, los hangares… ¡Cuántos tañidos llenando los aires con los quilates más horrendos! Y los chorros que despedían las calefacciones, encaminados a perdurar allende los estropicios hasta que los fangos se tornaran en fantasías y en intimidades de la lobreguez.
14
Hubo empujones en veces, empellones purpurados: instrumentos para aminorar los gastos de las larguras. ¿Cómo no acordarse de los cuernos friéndose en aceites de la usura y los cenáculos? Con ciertas humaredas se desembocaba en la brusquedad con aspecto aniquilante. Tampoco se pueden obviar las parrafadas debatiéndose en los calderones. ¿Y los puños maltrechos y quebrados, asumiendo malamente los pringues que desde el principio los atascaban?
15
Lo extinto rebasando la multiplicidad de las echadas huellas. Un vacío trepidando dentro de otro en ausencia total de holgura. Espadas asidas por los extrañamientos de épocas de gloria y de coraje. Entonces continuos desahucios se topaban con las cargas de objetos en proceso de readmitirse, a pesar de las circunstancias en contra. ¡Patadas y puntapiés tras bambalinas, noramala, removiendo antiguos odios, nunca olvidadas inquinas y ventiscas despachando venganzas!
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