
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2022 en su 26º aniversario
Puede este viento devorarlo todo,
como la propia arena,
dejando intacto el sueño en las ruinas.
Efi Cubero
De paz
I
(Para José Moreno Losada, con admiración y afecto)
Un solo verso, sólo un verso solo,
concentra un sentimiento existencial
de fuerza subversiva.
Dad a los seres aire y alimento.
Trabajo, luz y sueños. Realidades tangibles.
Propiciar la frescura de un agua que sonría,
nunca la sal helada que sirva de sudario.
Ofreced árbol vivo. La melodía del árbol
que penetra el misterio de cada partitura.
Sedimentos narrables que resguarden,
huellas donde fundar.
Cobijo de los muros sin alarmas.
Sueños sin alambradas.
Que nunca la violencia acalle voces
de paz y de esperanza,
ni las risas del niño,
ni el amor ofrecido.
Que nunca sea la guerra
la que otorgue su tributo de sangre.
Su barbarie homicida.
II
Frente a la realidad de los violentos
hay seres tan angélicos y enormes,
heroicos e imprudentes,
que se abren para dar.
Son como las palabras:
cuando todo se pierde
abrazan y consuelan.
Son de contacto
y reconciliación.
…..Curan.
Y casi siempre
…………………..nos desarman.
Desplazados
Se reúnen, en torno al árbol como los hititas.
Quedan para entonar antiguos cantos,
palabras como signos
que descifran el mundo que han perdido.
El vino saborean y la delgada lámina comparten
fundiendo los sonidos, los sabores,
el amasado pan de los matices que abriga las ausencias.
Se afirman los acentos con un fondo distinto al recordado.
Y es nostalgia la prisa,
y es rescoldo la brasa
que enciende la mirada.
Los cerca el gris,
los cerca la costumbre,
el armazón alzado y el acero
o la delicadeza del diseño
apuntando a la altura.
El asfalto los cerca.
En la precariedad de las laderas
no hay nada horizontal,
salvo el reflejo
del mar que se adivina,
y es espejismo inscrito en el suburbio
de los aconteceres cotidianos.
La metáfora fiel de la tristeza
donde se desorientan los deseos.
Por la herida
Por la herida del agua
los rosales florecen
con espinas de sangre.
Por la herida del agua.
Por la herida del agua
herrumbre y sol que ciega
la estela de los ojos. Desolados.
Por la herida del agua.
Llamarada y ceniza
la mano que aprisiona
un poco de la tierra arrebatada
de ese paisaje uncido
a la memoria
que no se cierra al diálogo
del tiempo.
Girasoles
Como cierta mañana
miras los girasoles,
y el encalado fin
del promontorio
donde abonan cosechas
las pavesas del tiempo.
El rescoldo
de lo que fue y no es
en ti desliza
el rastro de su luz.
Intacto el fuego
la llamarada aventa
aquel afán…
Alguien susurra
al viento de tu oído:
—Leve le sea la tierra
que su esplendor callado
devuelva intacta
la pasión del sueño.
II
En el cauce rugoso como herida de siglos
se estremece la historia agitando sosiegos.
Mientras avanza el tiempo socavando el origen
este sabor de arena en la boca de agua.
No será este lugar nunca perdido.
Transeúnte también como los nombres
que dieron a las calles,
las que fueron tus calles,
vas y vienes, deambulas,
e intentas descifrar este grafiti
que se adueña del muro de las lamentaciones.
Quedan brochazos sueltos en la historia
común, tan repetida, y la mirada vuelve,
con persistente asedio, a escudriñar el limo
que velaron las aguas transparentes.
El vaho de la neblina desdibuja
tal perfilado anhelo. El oro del silencio
—seco y duro— polarizó otro tiempo
de orfandades. Hay un verdor altivo
sobre lo calcinado… La palabra no basta
sobre la tierra eterna
—la eterna herida abierta
la esponjada en dolor.
La renovada.
La eterna floreciente de víctima y verdugo.
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